Sobre la democracia en España
Por: Jonathan Blitzer
Traducción: Enrique Prudencio
MADRID – El lunes 30 de julio, 40 ciudadanos españoles de edades
comprendidas entre los 25 y los 75 años, se congregaron en una amplia
plaza del centro de Madrid. Los de más edad, curtidos por el tiempo y la
experiencia, traían sillas plegables, mientras los jóvenes llevaban
trozos de cartón cogidos al pasar por algún contenedor de reciclaje para
utilizarlos como improvisadas almohadillas. Los recién llegados
permanecían de pie o en cuclillas.
Se habían reunido para celebrar una asamblea de tres horas, organizada
por el Grupo de Economía de la Puerta del Sol, un animado grupo de
ciudadanos que se lleva reuniendo desde la pasada primavera, tratando de
juntar las piezas del rompecabezas de la inextricable crisis económica.
Este es uno de los varios grupos cívicos de trabajo. Hay otros dedicados
al medio ambiente, política, cultura y de lo legal. Cada uno está ligado
a una asamblea popular de barrio que coordina las actividades locales,
desde los esfuerzos para frenar los desahucios por impagos hipotecarios
hasta las concentraciones delante de las sedes bancarias.
Los grupos de los barrios constituyen las vértebras del movimiento
estatal de protesta conocido como “15-M”, denominado así por la fecha –
15 de mayo de 2011 – en que cientos de miles de españoles comenzaron a
manifestarse contra la mala administración del Gobierno y las medidas de
austeridad.
Estos “indignados” invitan a todo el mundo, desde los grupos de
activistas, hasta los viandantes y los vecinos de los barrios
periféricos, a participar en asambleas de mayor rango, donde se celebran
debates políticos a veces interminables e inconclusos. Aunque las
reuniones pueden ser pesadas, y los críticos del Movimiento lo
caricaturizan como una chusma quijotesca, no deja de ser un éxito de la
democracia participativa. Con semanas de reuniones y debates tras cada
propuesta, los activistas se han mantenido fieles a su esencia
igualitaria, con todos sus inconvenientes.
No es fácil definir la magnitud que ha llegado a alcanzar esta
estructura. La asistencia varía y los activistas preservan su estructura
no jerárquica, lo que hace difícil distinguir a los que participan
regularmente en las actividades de los que participan esporádicamente.
No obstante, a juzgar por la actividad de Facebook y Twitter, en estas
asambleas pueden reunirse miles de personas en cuestión de horas.
Al principio, los “indignados” obtuvieron una fácil atención pública.
Los políticos locuaces les citaban en sus discursos. Los periódicos
publicaban sucintos perfiles de los manifestantes. Y apareció una
avalancha de libros con títulos inspirados en las ingeniosas consignas
del “15-M”.
Aproximadamente un año más tarde, según se va instalando el cinismo por
el agravamiento de la crisis económica, esta atención se ha vuelto más
agria. Los escépticos están acusando a los manifestantes de no tener una
alternativa coherente.
Por el contrario, el problema puede ser que tienen demasiadas
propuestas.
Las asambleas de barrio han colgado en la red listas de
reivindicaciones, resultado de arduos acuerdos alcanzados por unanimidad
en asambleas celebradas en las plazas de la capital o de los pueblos. El
grupo de economía afiliado al de Puerta del Sol, eje central de Madrid,
ha realizado propuestas de todo tipo, desde la eliminación de los
paraísos fiscales hasta el incremento de la ayuda al desarrollo y la
reforma de las leyes draconianas de desahucio.
Sus miembros han organizado también charlas con la participación de
intelectuales, incluyendo a laureados con el premio nobel. “La
organización de estos eventos me ha proporcionado unos conocimientos
sobre el funcionamiento de la economía que de otra forma no hubiese
obtenido”, dice un activista.
Pero con los conservadores en el Gobierno empeñados en la austeridad y
la oposición socialista gravemente desacreditada, nadie instalado en los
círculos del sistema escucha a los vecinos ungidos a sí mismos en
parlamentarios. Por tanto, es facilísimo mofarse de sus iniciativas
tachándolas de irrelevantes y absurdas.
El mes pasado asistí a una “sesión de estrategias” sobre cómo debía
plantear el grupo de economía la elaboración de su retórica sobre los
responsables de la crisis: ¿cómo podían los activistas señalar a los
culpables en público?
Como suele ser habitual, una persona se propuso voluntariamente para
moderar el debate y otra para llevar el turno de palabra, anotando en
una lista a los asistentes que deseaban intervenir. El proceso es de
suma importancia.
Durante la sesión de estrategia, en un intenso debate de dos horas se
discutió sobre abstracciones ligadas a la terminología. El moderador,
valientemente pero vanamente, trataba de centrar las intervenciones.
Me fui exasperado y admirado. Un activista me retó a señalar otra
actividad de base tan lúcida y de tal profundidad. Los participantes no
están en la calle para reivindicar un signo de cambio dentro del
sistema, dijo. Están creando un espíritu cívico integral, haciendo de
los ciudadanos corrientes personas familiarizadas con las ideas de
cambio sistémico.
El “15-M” es una forma original de que los españoles decepcionados
encuentren sus voces en una nueva era implacable de duras penurias y
privaciones económicas. Ahora lo único que necesitan es que alguien les
escuche.
Fuente:
http://latitude.blogs.nytimes.com/2012/08/15/on-democracy-in-spain/