Los infiernos del caudillo

 

Ilustración y texto de O COLIS para Zonaizquierda.org

 

PRIMERA PARTE: Un lugar intermedio (18,19/33.)

(viene de: 17. Pro e Contro)
http://zonaizquierda.org/Libros/COLIS-Los_infiernos_del_caudillo_9.htm

 


18. CELEBRI CANZONI POPOLARI

Inmensamente solo y creo que, además, boca abajo. Siempre el romano Octavio suspendido sobre mí, dándome pensamiento y acción, aunque pensamientos y acciones suyas, no mías. Son pesadillas que no me representan. ¿Y por qué he de ser yo el tribulado, y no él? Yo soy el que siente y padece, el que se humilla y pena, él, quien imagina. Soy un actor muerto, un figurín astroso que semeja ser Franco, pero que no lo es; no soy el que soy, ni el que fui. Y por saberlo ya con certeza, por reconocerlo –yo no soy éste–, aquí se me tortura. ¿Es ésto justicia?, si lo es (nunca creí mucho en ella), al menos no es justicia divina, y si no son jueces y pasantes divinos los que me controlan ¿dónde estoy?, ¿quiénes son éstos? ¿Quién es Octavio?


¿Esto lo he pensado yo, o también lo hace él por mí? Creí que él escribía lo que yo pensaba, pero ahora sé que pienso casi exclusivamente lo que él escribe. Me veo en estado de sinécdoque perpetua, muero sin morir en mí en metáforas disparatadas y pienso con un lenguaje mitad de Punset y sus secuaces intelectuales, mitad bobadas e imprecisiones de las que se me permite, sin embargo, ser consciente de su idioticia. Inmensamente solo y boca abajo, siendo marioneta de los caprichos historiadores de otro u otros. ¿Y qué me deparará esta jornada? Todavía conservo, esto es verdad, un cierto albedrío, algún neurotransmisor que fue de Franco habita aún en este cerebro que porto, algo del que fue aquél que tiene potestad para rebelarse contra el parezco ser ahora.


Parece mentira, pero por una vez me alegro de no oír al despertar (por pensarlo de alguna manera, despertar, en fin) el Cara al Sol. No es que me alegre exactamente, diría mejor, de podérselo decir a alguien, que no me importa escuchar en lugar de esa cotidiana interpretación casi sacrílega del amado himno, cancioncillas odiadas antaño que me desperezan los sentidos, interpretadas quizá por los mismos truhanes cotidianos que cantan el himno a la Falange, chi lo sa. Son canciones estúpidas del otro bando, de aquellas que interpretaban turbadoramente durante nuestra Cruzada.


Y pienso que las cantan en italiano quizá contagiados por la tendencia lingüística que últimamente impera en el escenario que tanto frecuento, el del coro de los misericordia que están pro o contro mío. Habla o lengua ésta que veo yo a medias entre el latín y el español, claro está que sin la hermosura evidente de éste, ni la justeza divina de aquél, pues la lengua italiana es como los espagueti, fina, prolija y barata, y muy abundante de todo lo fino, lo prolijo y lo barato, muy salpimentada para engañar su sencillez de cereal simple. Mucha salsa envolviendo tropiezos varios. A mí, la comida me gustaba sin tanto complemento. Las patatas fritas junto al filete ya me parecían un exceso amanerado. En mi tierra, la gente humilde metía las sobras en la empanada. De ahí viene lo de empanada mental, llena de sobras sin relación de lo que en otro momento fueron piezas grandes reconocibles y son ahora sólo rebuses bañados en salsas que les hacen semejar ser todo la misma cosa. Da igual carne de ave que de gorrino, de vaca que de pescadilla, de verduras, de huevo... en fin, empanada.


Hay una de esas cancioncillas que acaban de cantar los bellacos desconocidos que me desvelan, con entusiasmo y desafine parejos, como de borrachos, que fue muy celebrada desde el principio de la contienda: I quattro generali, che si sono rebellati per la notte di Natale, saranno impiccati –Ponte dei Francesi, nessuno ti oltripassa perché tuoi miliziani ti fan buona guardia–. Madrid, come resisti bene ai bombardieri. Delle se ne ridono i madrileni. Per la Casa de Campo e il Manzanarre voglio passare i mori, ma di lí non passa nessuno. Marciale legionari, marciale hitleriani, tórnate invasori, tórnate alla vostra terra, perché il proletariato ha vinto la guerra.


Y es vengonzoso en extremo, pues tras el impelimiento hacia el escenario de la jornada ahí que marcho yo dando saltitos temblorosos, entonando la canción a voz en grito, saludando a mi paso a los curiosos que se agolpan a ambos lados del camino. ¡Vencimos, carajo!, me gustaría gritarles. Pero no puedo. Vamos saliendo de Madrid por un camino empedrado, que es otra licenciatura inútil del creador de estos escenarios, porque no hay tal camino en parte alguna. Y tanto se empeña en lo de las piedras, angulosas y cortantes, que cuando llego a la explanada del escenario tengo los pies destrozados, asomando los dedos entre los jirones de las botas.


Se ha abierto el portalón del decorado y entro en la catedral de las últimas jornadas, dejando atrás el muro de niebla y a mis acompañantes de marcha y canciones (y no lo veo ya como maravilla, pero me sé todas estas celebri canzoni popolari, en italiano que comprendo perfectamente). Un manto de luz polvorienta se descuelga desde las vidrieras iluminándome. Subo las escaleras hacia el coro cantando con ardor... perché il proletariato a vinto la guerra...


Los misericordia del marionetado de las bancadas me miran con resignación. Distingo a De la Cierva, Luis de Galinsoga, George Hills, Claude Martin, Brian Crozier, Gerald Brenan, Tuñón de Lara y otros, de un bando y del otro, unos tras Aznar y otros tras Pepe Martínez. Llevan ya muchas jornadas debatiendo las tesis del diputado catalán Suñer a quien le oí decir jornadas atrás, en el arranque del debate en el que ahora se demoran tanto, que “la humanidad tiene tres enemigos, a saber: Dios, la tisis y los reyes”. Quisiera incorporarme yo a este debate, pero no me es permitido ni mover los labios. Pero, ¡qué sorpresa!, se hace de madera corpórea, de cintura para arriba, lo que sólo eran unas cinceladas de fondo en la caoba, y aparece Tomás de Zumalacárregui, interpelándole en vascuence. Me alegro de verle. Pero Suñer monta su voz sobre la de Tomás: Sí, dije Dios primero porque tras Él se esconden los tiranos atribuyéndole los desastres que padece la humanidad... y así permanecen varias jornadas, yo de pie, ellos discutiendo, hasta que una caridad inesperada hace que se me volatilice el cuerpo y desaparezca entre el polvo de la catedral, para que luego un cubazo de agua helada me resucite las moléculas y vuelva a aparecer compuesto y de cara a los misericordia del coro, frente a esos verborrágicos que me atacan o me defienden, según les da.


19. LA HISTORIA SABRÁ DEFENDER MI CAUSA

 

A cubazos helados voy y vengo del nicho a los escenarios, de las canciones italianas que han sustituido al Cara al Sol, pasando por el paseíllo humillante entre piedras cada vez más puntiagudas y cortantes, hasta el coro de los misericordia parlantes y semovientes que van a por mí, ya sea alabándome o denostándome, que ya ni sé qué es peor. Y ahí me tengo, de pie y sin poder rechistar, durante semanas a veces cada jornada, escuchándoles sandeces (por decir algo que se aproxime a mi noción retenida del tiempo y el espacio, y a la de la charlatanería desbocada), sin volver al nicho o a la desaparición etérea, cosa que sucede cuando tiene a bien quien tan mal me considera decidir si desmayarme o transportarme por ensalmo de un sitio al otro. Me duelen los pies a causa de los paseíllos entre esas hachas neolíticas por las que me hacen caminar cantando hasta la explanada de la catedral, aunque no hago caso del dolor, porque ahora sé que el dolor duele por ser considerado antesala de la muerte y yo, de eso, de dolores y gangrenas ya no estoy para morirme, pues como dice uno de los misericordia, que es colombiano, eso de mi defunción es ya impajaritable. Aunque, la verdad, no sabría decir cómo se llamará este estado de ausencia de presencia en la vida, ni de noción del muerto de su situación intermedia, en espera del juicio final de estos desjuiciados, si es que son ellos los que han de decidir mi destino eterno, ya que yo esperaba el Juicio Final a otras alturas del Universo de Dios.


A la contestación al diputado Suñer que hizo Zumalacárregui durante lo que me parecieron lustros, le siguió la de Menéndez Pidal, y a la de éste la de Claudio Sánchez Albornoz, y así siguieron las de Américo Castro, Rosa María Chacel, Dulce María Loinaz, José María Pemán, César González Ruano, y ahora la va haciendo san Isidoro de Sevilla, rebatiendo con ardor melancólico las afirmaciones blasfemas del diputado Suñer, de las que no sé por qué hacen causa en la mía, pues aparezco nombrado de vez en cuando, como si fuera yo lo que llamaría Punset el superobjetivo del debate. La historia debiera saber defender mi causa, aunque no sé qué hace en esto un diputado catalán, decimonónico y masón, ni por qué se demora tanto la causa por las tonterías que enunció para nombrarme, ni qué necesidad había de tanto sesudo para comentarlas o rebatirlas.


Tonterías y vaguedades como las que aquí se proclaman vienen a ser como las que editaba Martínez en su editorial gabacha y comunista, y bien que le gustaría publicarlas ahora con todo esto que oye y se argumenta en mi contro, pero ya no está para publicar nada, al menos lo está tanto como yo. Pero que Martínez esté muerto (o de alguna manera inutilizante para la vida corriente, al menos) y que Pío Moa esté vivo y también se encuentre entre estos de aquí me parece de lo más raro e incomprensible, siendo que entiendo a los muertos presentes como una metáfora habitual en el lugar en el que me encuentro y no sé cómo afrontar que un vivo de verdad haya subido (o bajado, me temo a veces) hasta aquí para hacerse cargo de parte de mi defensa, y que además lo haga con tanta pasión es como para comer cerillas, puesto que sé (Punset mediante), que el tal Pío me ponía de chupa de dómine cuando ambos vivíamos allí (abajo o arriba), incluso cuando ya andaba yo enredado en los remedios de mi equipo médico habitual y en los tejemanejes de si morirse. Me han comentado en los teleinformes que este tipo extraño confiesa ahora haber sido enemigo mío a muerte e incluso haber aventado octavillas con el poema que Neruda me dedicara con tanta saña, ya que este Pío era dirigente del rehilado Partido Comunista en su modalidad GRA Primero de Octubre. Y que las confiesa como actividades veniales, cuando su intención era mortal hacia mi persona. Y ahora y aquí me loa y defiende.


Pues dice algo así como lo de san Pablo, que se cayó del caballo cuando perseguía cristianos, o sea, que cayó en la cuenta de que no debía hacerlo y, como el mismo santo, él mismo entendió que no debía perseguirme tratando de aniquilarme (Gómez de la Serna, que está tan loco aquí como lo estuvo allí, hace ahora un juego de palabras muy soez con la raíz “ani” y el significado caló de “quilarme”, chanza que algunos desaprueban y otros celebran a carcajadas). Este Moa tiene por reto nadar contra la corriente, y no a favor de ella, que dice Herr Freud está muy relacionado con la búsqueda del goce de los vanidosos mesiánicos y de los héroes, aunque los hay que no necesitan reto alguno, como ese vivo Fernando Sánchez Dragó, que sabe nadar a favor de la corriente y guardar la ropa, sacando duros de las piedras, sin rubor alguno. Seguro que por ahí andará si de ello sacara algo.


Se hace ahora como una niebla y me parece estar en el nicho bajo la pantalla de los teleinformativos de Punset, que aparece muy atildado y displicente para informarme de que el verbo quilar no proviene del caló, sino que es simplemente jerga. Pero que, efectivamente, como dice Ramón, viene a ser lo mismo, porque quiere decir “tirarse a alguien”. Y tras la figura de Punset oigo las risotadas y las protestas, y con ellas se despeja la niebla, y reaparecen los misericordias que reanudan sus debates absurdos, y entre ellos Pío Moa, ensalzándome. Pero no veo a Dragó.
Y sé que no servirá de nada, pero me gustaría solicitar de la autoridad aquí competente, hagan desaparecer de entre los designados para mi pro a este exgraposo, pues si mi vida tuvo algún interés para los españoles que sea la historia quien defienda mi causa, que mis pecados ya los confesé ante Dios, y que de mi destino eterno sea pues el Creador quien se ocupe, y no venga Pío Moa a quilarme.


Siento el enmudecimiento de mis defensores y atacadores cuando pienso esto, y veo vuelven a su estado inerme en el maderamen, mientras se va cerniendo sobre mi triste figura un torbellino subatómico que me revuelve con la materia oscura, me alargo y ensancho, me difumino y desaparezco.


(Continuará: 20- FRAY MARTÍN DE PORRES Y LO CUÁNTICO; 21- LA VERBORRAGIA DE NERUDA)...

 




 

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