INFORME SOBRE EL SENADO (5) *
Texto e ilustración de O COLIS**
También
todo cambia para mí (y yo mismo, con todo); las cosas están cambiando
rápidamente a mi alrededor y, además, ésta ha sido una semana
especialmente extraña, de grandes contrastes entre un día y otro, entre
un momento y otro. Está siendo un invierno raro, primaveral, aunque no
sé si me dejo llevar por el parecer general (que siempre se extraña de
que las cosas cambien, porque no se acuerda de que todo cambia constante
e inevitablemente), o realmente los acontecimientos y la climatología se
producen de manera caprichosamente cambiante, confusa y extraña. Todos
los meses de este invierno se han parecido a febrerillo el loco. Y ha de
colaborar mucho a la impresión rara de los tiempos éste ínterin
gubernamental que estamos viviendo, en el que, como novedad, el rey
parece que tiene algo que hacer, aparte de adornar como florero. Pero
aún a falta del aire de la tutela de los representantes, de políticos
concretos que soportar, parece que podemos respirar, constatamos con
alivio que no nos asfixiamos sin gobierno, que se puede estar sin ellos
temporalmente, que no son imprescindibles para la vida propiamente
dicha. Como sucede en el teatro, sólo los espectadores son
indispensables, y parece que estuviéramos en un entreacto teatral.
Pronto oiremos decir por la megafonía: “la función va a continuar”. ¿O
no?
Uno de estos días pasados atardeció espectacularmente, con ese cielo que
de vez en cuando nos regala Madrid (esto no cambia). Estaba yo en la
plaza, junto a la taberna, mirando hacia el oeste, pensando en el estado
desastroso de mis cosas, cuando le vi venir. Volaba a tirones, como si
esa facultad para volar de los senadores no la tuviera dominada. Por la
trayectoria parecía que venía de los Jardines de Sabatini hacia la plaza
de La Marina Española. Su figura de abejorro torpón se recortaba sobre
la expansión roja y amarilla, tal que si se estuviera incendiando y
braceara agobiado. Me pareció que venía hacia la taberna. Al pasar sobre
mí descendió. Su aspecto no era desde luego el de un senador al uso. Y
quizá por eso me resultó agradable; vaya, pensé, también hay senadores
con trazas normales; bueno, entendiendo el mundo de las apariencias
partiendo de la mía propia y no de la de Celia Villalobos, o Vicente
Martínez Pujalte. Cuando creí que iba a entrar en la taberna se volvió
hacia mí y me pidió fuego para encender un pitillo.
Enseguida comenzamos a charlar, me preguntó por el barrio, por Madrid,
generalidades de recién llegado, y parecía muy interesado. Se llama J,
es guipuzcoano, uno de los 26 senadores de Podemos. Le comenté como de
pasada que, según Albert Einstein, si desaparecieran las abejas, al ser
humano sólo le quedarían unos cuatro años de vida, una legislatura... Le
interesó. Y no sólo eso, me informó de que el año 2016 va a ser clave
para el futuro de las 20.000 especies de esos antófilos himenópteros.
Porque tras la prohibición parcial de 2013 del uso en toda la UE de
cuatro plaguicidas peligrosos para las abejas, el próximo año se
revisarán los informes científicos sobre la utilización de otros
productos que fabrican las poderosas Syngenta, BASF o Bayer, y hay que
prepararse bien para que los ciudadanos europeos conozcan el alcance de
esa peligrosa práctica fumigatoria y se movilice, denuncie y exija.
Porque las prohibiciones y el control deben ampliarse a otros productos.
Sólo en el Estado español, dice J, están autorizados más de 300
productos que ponen en riesgo no ya la vida de las abejas, sino la
propia supervivencia de toda su especie. ¡Ah!, mira, pienso, creo que
voy a poder hablar del TTIP con un senador.
Pero esquiva el tema del tratado y sigue preguntándome cosas sobre el
barrio. Yo le explico que a pesar de estar en medio de ninguna parte,
este lugar tiene una vida muy interesante, al menos para mí y mis
expectativas. Por esta plaza no se pasa, aquí se viene o no se viene, le
explico, sólo los turistas la atraviesan despistados, perdidos. Vienen
extraviados desde el Teatro de la Ópera, o del Palacio Real, de la Gran
Vía o de la Plaza de España, y se detienen para fotografiar el edifico
del Senado y la estatua de Antonio Cánovas del Castillo (aunque no
tienen idea de qué fotografían). Pero los fines de semana y durante las
vacaciones de verano, la manzana y la plaza se vuelven más pueblerinas,
en el mejor sentido, y hay un contacto muy cercano entre los vecinos.
Este agosto, por ejemplo, me encantó que José María, el músico, bajase
por la noche a la taberna en pijama y zapatillas, y que a nadie le
pareciera raro. La taberna es nuestro centro neurálgico. El resto del
año, por las mañanas, llegan los senadores volando, a desayunar o a
tomar el aperitivo, y se mezclan con nosotros, aunque sin revolverse.
Aparte de ellos y los turistas de paso, los de aquí somos gente de todo
tipo, venimos del arte o de los autónomos oficios varios. Últimamente
hablamos mucho del TTIP porque nos preocupa el alcance que pueden tomar
esas medidas en las competencias nacionales si definitivamente se
firma... Me vas a perdonar, me dice, pero es que me están esperando en
la taberna los de mi grupo, y ya voy llegando tarde. No, por favor, le
contesto, enseguida entraré yo. Encantado J, encantado O. Y nos dimos la
mano.
El sol ya se había ocultado tras la Casa de Campo, y el cielo se estaba
tiñendo de violeta de cobalto oscuro, degradándose poco a poco hacia el
prusia velázquez que tinta el Oeste madrileño tras los atardeceres como
este. Como hago otras veces, jugué a girar la vista de Oeste a Este sin
dejar de mirar el cielo, por disfrutar del cambio progresivo de los
azules violáceos velázquez hasta los azules lapislázuli velázquez,
típicos del Este madrileño al atardecer, cuando está despejado. Don
Diego nos mostró todos los azules, todos los azules madrid velázquez.
Pero, en realidad, por dentro de los colores estaba pensando en J y en
lo difícil que me parecía iba a resultar hablar con algún senador del
Transatlantic Trade and Investment Partnership. No sé si a J le pareció
que como quizá no esté clara la actitud a tomar por su grupo con
respecto al TTIP, no debía hablar de ello alegremente con cualquiera.
Porque por normal que me pareciera J no deja de ser un senador, un
político con el comportamiento habitual en ellos. Como dice Pablo
Iglesias, son una casta aparte, con todo lo que ello comporta.
Aunque, a pesar de todo lo que se oye, el concepto de “casta política”
no es de Pablo Iglesias, sino de Gaetano Mosca, un político italiano (y
senador vitalicio) que vivió a caballo entre los siglos XIX y XX, y
entre la monarquía y el fascismo, muy adscripto a las concepciones
políticas de la filosofía de Vilfredo Pareto (también senador
vitalicio), algunos años mayor que él. Ambos eran conservadores
libertarios, una suerte de ácratas de derecha que creían que la política
científica era la única alternativa contra la tendencia de las clases
populares hacia “revolución redentora”. Mosca consideraba que desde la
Roma antigua, la base del poder y el carácter dominante de la clase
política no reside en la “superioridad intelectual de su razón” sino en
la fuerza de su carácter y en su riqueza, ya que la moralidad y la
justicia sólo la han utilizado, y finjido, para lograr la aceptación
social de ese poder. De la misma forma que la derecha occidental de toda
la vida ha acabado por aceptar la democracia sólo para ser votada. En su
“lucha por la preeminencia”, afirmaba Mosca, la clase política se sirve
de la burocracia política para la selección del acceso a las élites
dominantes y el mantenimiento de la condición hereditaria de los
organismos políticos. Porque sostenía que “todas las clases políticas
tienen la tendencia a volverse hereditarias, si no de derecho, al menos
de hecho”, y que una persona, o unas cuantas de entre ellos, están por
encima de los organismos políticos que dirigen como “el gran timonel”.
Esta fórmula política permite, según Mosca, que aunque cambie el sistema
político, el poder de las élites dominantes siga existiendo.
Pero, al contrario de lo que proponían Mosca y Pareto, no ha surgido una
clase intelectual que con moderada pasión civil se haya opuesto
progresivamente, con su cultura político-científica, al privilegio
político que ha mantenido siempre la casta política tradicional en su
rol conciliador entre la “rica” burguesía y la “pobre” clase
trabajadora; sino que desde hace tiempo y a través del neoliberalismo
imperante (que Naredo ha denominado neocaciquismo) han surgido tratados
transversales, como el que se propone implementar el TTIP, que han ido
otorgando el poder real y la capacidad de saqueo de lo público a las
grandes corporaciones comerciales internacionales, para sustituir
definitivamente, en la sombra, al gran timonel. En realidad, la clase
política, en todo el mundo, está compuesta sólo por sujetos actantes de
un guión que se escribe ahora ya sólo con la ambición, y los renglones
de letra pequeña, de las aspiraciones políticas de las empresas
comerciales dominantes, para las que nosotros, la sociedad de clases,
revuelta, ya no tendremos derechos como ciudadanía, sino oportunidades
como consumidores.
Cuando entré en la taberna era de noche, noche cerrada en la que la luz
eléctrica ya ha sustituido definitiva y tímidamente a la luz del sol.
Azul Prusia profundo, sombras y reflejos titilantes de bombillas. Dentro
del local estaban el grupo de Podemos, con aspecto Bildu-lumpen, como
apreciaría Arias Cañete, y algunos amigos del barrio. J vino a saludarme
y me presentó a su grupo. “O está muy interesado en el problema que
tiene las abejas”, dijo a sus compañeros. Desde detrás de la barra, J
(mi amigo, el camarero) me sonrió. Por fin has encontrado sustituto de
L, me dijo con la mirada. No sé, le contesté con un dubitativo
movimiento de cejas. Luego me reuní con los compas: A (periodista
mexicana), J (abogado), G (comercial), C (funcionaria), S (electricista
jubilado). No sé. Me quedé pensando en las abejas contra Syngenta, BASF
y Bayer.
Nota sobre la ilustración: Al fondo, cruzando con la vista la
perpendicular de la calle Bailén y la copa de los árboles de los
jardines de Sabatini, está la extensa Casa de Campo, visto todo ello
desde la plaza de La Marina Española. Algunas veces, el sol se pone por
allí de esa manera. Por las mañanas, desde el mismo lugar, si no hay
mucha contaminación, se ve a lo lejos el surtidor del estanque del
parque, la noria del Parque de Atracciones, y las lianas y cabinas del
Teleférico. No es difícil desde el barrio y los alrededores, gozar de
perspectivas así. Bajo la boina de contaminación, Madrid está instalado
sobre colinas, manantiales y lagos subterráneos (Magerit).
6 de febrero de 2016
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INFORME
SOBRE EL SENADO (1)
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INFORME
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SOBRE EL SENADO (3)
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** Texto
publicado en su muro de facebook:
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