INFORME SOBRE EL SENADO (7) *
Texto e ilustración de O COLIS**
El
Senado y los senadores están viviendo la pura incertidumbre con mucha
desazón. Y la ciudadanía vive la propia de la vida cotidiana de cada
cual, más ésta de sus señorías. Y aun en el caso de que todos
admitiéramos que las cosas van cambiando sin remedio, y que más nos
valdría cambiar con ellas para ir a su paso en tiempo y lugar, y no
quedarnos colgados en ninguna parte, esa incertidumbre añadida de los
políticos parece desconcertarnos. Aunque lo cierto es que siempre hemos
vivido en la pura incertidumbre, en la incertidumbre exacta. El género
humano sólo ha vivido en ese estado, ésa ha sido la simetría en la que
todos hemos estado insertos siempre. Y cuanto más sabemos del ser humano
y de su hipotético universo atómico, subatómico o/y cuántico, más nos
cercioramos de que ése es el estado natural de esa materia hipotética,
de la atómica (que es sólo una pequeña parte de ese todo hipotético), y
también de esa hipotética e incierta materia (masiva) que los que la
hallaron dieron en llamar “oscura”. Y aun sabiendo esto, la ciencia más
visible (real y lógica, dice su propaganda) vive empeñada en buscar la
estructura universal desconocida que nos rodea e impregna (e
impregnamos) y las reglas por las que se comportan las cosas como se
comportan; la ciencia busca certezas. Y se rebela contra la
incertidumbre impepinable, ya que las cosas observadas, según nos dicen,
parecen ir y venir como dados dentro de un cubilete, y cuanto más se
acercan los observadores científicos a esos comportamientos
imprevisibles más se cercioran de que la pura incertidumbre lo rige
todo.
Y estando pensando en esto mientras dibujo apoyado en la pared, junto a
la entrada a la taberna, veo a los senadores rampantes, a horcajadas
entre las ramas desnudas de los árboles frente al Senado. Los dibujo y
los percibo empeñados en pasar por encima de su propia incertidumbre,
cosiendo un escudo de estrategia de certidumbres con las que defender su
sitio de poder, su escaño y su cometido delegado. “Hay que ser
pragmáticos”, me dice mi amigo J que acaba de llegar a la taberna a
trabajar, “ellos tienen que demostrar que saben lo que hacen. Tú es que
te puedes permitir el lujo de divagar, ellos no”. Pero yo no divago, J,
y si me siento vago, variable y ondulante es porque lo soy obligadamente
y lo percibo, ya que mi propia materia atómica, más la materia oscura
que me empapa con su oscura energía me hacen así. “¿Pero es materia el
pensamiento?” No lo sé, J, al menos sobrevive de energía inducida. Creo.
“Tú sigue por ahí y verás cómo la entrega de hoy te sale como un tango
desastroso”, me dice y entra en la taberna.
Pues no, tenía yo la intención de hablar aquí de la incertidumbre desde
que oí la disertación del rector de la Universidad Externado de
Colombia, Juan Carlos Henao, coincidiendo con el 130 aniversario de esa
institución que siempre ha tratado de promocionar y alentar el libre
pensamiento de sus alumnos y profesores contra la cultura dogmática,
asumiendo con determinación su responsabilidad universitaria para la
democracia. La educación que alienta el Externado, dijo el rector: “es
la que crea seres libres, autónomos, democráticos, críticos y honestos.
Seres que estén preparados más para la incertidumbre que para la
seguridad. La seguridad forma espíritus timoratos...” / “...la
incertidumbre forma al ser humano para el desprendimiento, lo prepara
para innovar, para afrontar retos inimaginables...” Y pensaba yo al
escucharle en la Universidad Complutense de Madrid, y en la que fue
alumna de esa universidad, Rita Maestre, hoy concejala en el
Ayuntamiento de Madrid, que está siendo juzgada por haber ejercido lo
que su espíritu crítico, libre, autónomo y honesto le obligó a hacer.
Porque no sirviendo de nada las protestas que tantos hicieron, hicimos,
siguen y seguimos haciendo contra el hecho de que en esa o en cualquier
otra universidad española existan capillas de culto religioso, no se nos
ha tenido en consideración, porque la universidad, permitiendo la
permanencia de ese recinto partidista en una institución que debiera ser
laica por definición, no hace sino desvelar su espíritu dogmático, más
afín a las certezas absolutas de la Iglesia Católica y de su “verdad
absoluta” -o sea, que en su desideratum para lograr el programa
universitario general perfecto está finalmente el Dios judío cristiano y
su Creación como explicación fundamental- que a la implementación del
espíritu crítico que trate de desentrañar las incertidumbres,
acostumbrando a sus alumnos y profesores a vivir entre ellas para saber
vivir honestamente. Las universidades españolas están más cerca de las
universidades creacionistas norteamericanas (salvando las inumerables
distancias técnicas entre ambas, como apuntan mis amigos Rafa y Manolo,
dos físicos con los que coincido los lunes en el Café Estar) que de la
Universidad Externado de Colombia. Y de seguir así acabarán por
trasladar el rectorado general al edificio vacío de la vieja Inquisición
que está junto al Senado, del que hablaba en el capítulo anterior.
Con respecto a esto mismo, José Luis Sampedro me decía en una entrevista
que le hice en su casa de un pueblo de Málaga (14/12/2011.Crónica
Popular. A la luz de José Luis Sampedro, con fotografías de Antonio
Lafuente dP): “Hay que enseñar a los niños a razonar desde el principio,
porque sólo así sabrán discernir más tarde sobre los valores o la
ausencia de ellos en los políticos a los que votarán, o sobre cosas
sencillas aparentemente, sobre qué periódico informa de sus propios
intereses, pero claro, también habría que desarrollar una Universidad
para el saber, no para el hacer. En este modelo norteamericano de
comportamiento social han ido cayendo poco a poco todos los demás países
occidentales. Porque la cultura de los EE.UU es muy pragmática y cuando
alguien pregunta si puede hacer tal o cual cosa no se refiere a si se
puede hacer éticamente, sino técnicamente. La verdad es que hay una gran
necesidad de educación y de reeducación por todas partes, porque
seguimos sin estar “civilizados”, no somos éticamente muy diferentes a
nuestros antepasados más brutales. Insisto en la necesidad de la
reeducación, porque sólo reeducándonos aprenderemos a comprender, la
compresión debe de ser el primer objetivo de la sabiduría, porque la
sabiduría es y debe ser para saber vivir.” ¿Y la ciencia?, le pregunté.
“La ciencia se pervierte cuando se hace dogmática. Las creencias son muy
importantes, pero no tienen nada que ver con el pensamiento dogmático
del cientifismo. La ciencia es la técnica. Lo malo es cuando la ciencia
deviene en cientifismo, cuando la deforma ese nada inocente sufijo del
ismo. Pero la ciencia tiene también efectos colaterales muy
beneficiosos, y mucho más ahora, en el inicio de la Era de la
Globalización. Globalización que debiera ser de valores y de demandas
globalizadas. La discrepancia científica es necesaria, pero no en el
debate de opiniones subjetivas, sino en la exposición objetiva del
pensamiento contrastable. Es lamentable ver cómo, por ejemplo, al
darwinismo o evolucionismo se opone la pretensión cientifista del
creacionismo, que no es una objeción científica sino una bifurcación de
creencias acientíficas y fanáticas. El cientifismo puede arrastrar con
él no sólo dogmatismo, sino también fanatismo. Y hay escuelas y
universidades en las que se imparte dogmatismo disfrazado de ciencia.”
Porque las certezas son más manejables y contrastables que la
incertidumbre, hay profesores que saben del tema que explican, pero no
saben explicarlo para un mundo como este.
En la relación de indeterminación de Heisenberg, o principio de
incertidumbre, se establece la imposibilidad de que determinados pares
de magnitudes físicas observables sean conocidas con precisión
arbitraria. Afirma que no se puede determinar, en términos de la física
cuántica, simultáneamente y con precisión arbitraria, ciertos pares de
variables físicas, como son, por ejemplo, la posición y el momento
lineal, que viene a ser la cantidad de movimiento de un objeto dado. Es
decir, que cuanta mayor certeza se busca en determinar la posición de
una partícula, menos se conoce su cantidad de movimientos lineales y,
por tanto, su masa y velocidad. Este principio de Werner Heisenberg
define una de las diferencias fundamentales entre física clásica y
física cuántica, aunque desde un punto de vista lógico es una
consecuencia de axiomas corrientes de la mecánica cuántica, y por tanto
estrictamente se deduce de los mismos. Pero me sirve como metáfora de la
incertidumbre general, y de la de estos senadores que dibujo montados en
las ramas de los plátanos, y de las variables dinámicas que presentan:
variables de posición, momento angular, momento lineal, y todo lo que
contemplo y condiciono yo, como observador arbitrario. Porque si el que
estuviera observando y dibujando no introdujera en el método la
convicción democrática, como trato de hacer yo, el resultado sería otro.
Si el que estuviera observando en mi lugar fuera hiperrealista, por
ejemplo, y no vago, variable y ondeante, como me define mi amigo J, ni
siquiera se daría cuenta de que los senadores del partido Ciudadanos,
que dibujo -partido de Albert Rivera (antes Alberto Ribera)- están
colgados de los plátanos. Pero para observar y transmitir arte realista
hay que ser cliente del creacionismo, y no de Kant, y manda huevos Kant,
como diría Federico Trillo.
Nota sobre la ilustración: En este frente del Senado, aparte de los
árboles desnudos, y los senadores rampantes, se ve la fachada neoclásica
del siglo XIX, reformada por Aníbal Álvarez Bouquel y Emilio Rodríguez
Ayuso -de la anterior de 1781 de Juan de Villanueva-, estructurada en un
cuerpo al que adosan cuatro pilastras, y la rehabilitación y
ajardinamiento de esa parte de la plaza, de finales del siglo XX.
También se ven las banderas autonómicas del Estado Español, y la
española ondea en lo más alto del remate de la fachada. Haciendo frente
con ese cuerpo arquitectónico y maclado con él, está el palacio
clasicista con piso bajo, principal y entresuelo intermedio del Centro
de Estudios Políticos y Constitucionales (perteneciente a la Presidencia
de Gobierno), haciendo el número 9 de la plaza de la Marina Española,
una singularidad esta, pues el número, impar, está frente a los números
3, 4, 5, 6 y 7 de la plaza, siendo que el edificio del senado no tiene
número. Este edificio, también llamado palacio de Godoy, que hace
esquina con la calle Bailén fue el palacio del Marqués de Grimaldi,
proyectado por Francisco Sabatini y realizado durante los años 1779 y
1780. En él vivieron el marqués de Grimaldi y Manuel Godoy, Príncipe de
la Paz, ambos ministros de Carlos IV.
22 de febrero de 2016
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