En su interrelación
con el Sur, los líderes chinos siempre han afirmado que su país también
está en vías de desarrollo y que China jamás empleará el mismo trato
injusto, expoliador de las anteriores potencias imperialistas. “China es
el mayor país en vías de desarrollo del mundo y África es el continente
con el mayor número de países en vías de desarrollo”, declaró el
presidente chino Hu Jintao el 19 de julio en el Foro de Cooperación
China-África celebrado en Pekín. El pueblo chino y los pueblos africanos
han tenido siempre un trato de igualdad entre ellos, con sinceridad y
amistad, se prestan apoyo mutuo y juntos tratan de conseguir también su
desarrollo. (1)
Resulta muy fácil
calificar tales afirmaciones como simple lenguaje diplomático. Pero los
chinos son plenamente conscientes de las innumerables humillaciones
sufridas por ellos mismos a manos de las potencias imperialistas
europeas y de Japón. Aún así, sus líderes actuales se encuentran en una
disyuntiva: para mantener altas tasas de crecimiento económico en su
país – su prioridad número uno – necesitan cantidades de petróleo cada
vez mayores, además de otras materias primas también de proveedores
extranjeros. Y para conseguir ininterrumpidamente el suministros de
estos recursos, se están implicando en una relación patrón-cliente con
los gobiernos de los países proveedores (muchos de ellos corruptos y
antidemocráticos), del mismo tipo de las que han mantenido las mayores
potencias occidentales. Algunos países exportadores con grandes reservas
de crudo, cobre y otras valiosas materias primas caen presas de la
“maldición de los recursos”, bajo la cual sufren el aumento de la
corrupción y apropiación de bienes públicos, la opresión de regímenes
autoritarios sostenidos por fuerzas de seguridad mercenarias bien
remuneradas. Y frecuentemente, los principales países importadores caen
en “la maldición de la inversión en recursos”, bajo la cual se
convierten en cómplices de esos mismos regímenes. Cuanto mayor sea la
dependencia que tengan los países importadores de materias primas
procedentes de países bajo ese tipo de regímenes, más fuertes serán las
medidas que tomen para asegurarse la supervivencia.
Este patrón resulta
evidente en los lazos que los EE.UU. mantienen con las monarquías
petroleras del Golfo Pérsico. El presidente Franklin Delano Roosvelt, al
igual que los líderes chinos actuales, sentía una aversión instintiva
hacia los imperios y el feudalismo. Pero durante la segunda guerra
mundial, sus consejeros le advirtieron que los campos petrolíferos de
Estados Unidos se estaban agotando a un ritmo alarmante, por lo que era
necesario contar con una fuente de crudo extranjero de confianza,
preferiblemente Arabia Saudí, el único productor de Oriente Medio que no
se encontraba entonces bajo control británico. Roosevelt se reunió con
el rey Abdul Aziz ibn Saud en febrero de 1945 y llegaron a un acuerdo
informal mediante el cual los Estados Unidos proporcionarían protección
militar al reino saudita a cambio del acceso exclusivo sus fuentes de
crudo. Aunque los términos de este acuerdo han sido modificados desde
entonces (actualmente la familia real Saudí es la propietaria de los
campos petrolíferos, no las compañías estadounidenses), el acuerdo es
todavía la principal herramienta política de Estados Unidos en la
región.
Si se presentara la
oportunidad, los líderes norteamericanos preferirían importar el crudo
de naciones amigas, estables y fiables, como Canadá, Méjico, Reino
Unido y otros miembros de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE). Pero la realidad de la geología del crudo
lo impide. La mayoría de las reservas del mundo se encuentran en África,
Oriente Medio, la antigua Unión Soviética, y ahora, según la estimación
de reservas mar adentro, en Brasil (2). Así que Estados Unidos tendrá
que depender del crudo procedente de países poco amistosos, inestables o
poco fiables, con lo que se verán envueltos en las políticas de estos
países mediante la formación de alianzas con sus líderes,
proporcionándoles ayuda militar en múltiples formas.
Cómo escapar de la
experiencia norteamericana
Al comienzo del
siglo 20, los poderes imperialistas europeos lucharon por el control de
los territorios que se suponían ricos en crudo, carbón, caucho y una
variedad de minerales, y para facilitar la extracción de recursos
valiosos, crearon o compraron poderosas entidades corporativas,
estatales o privadas. Después de la independencia, estos países
continuaron con las operaciones, normalmente formando estrechos lazos
con las élites locales y perpetuando la posición privilegiada que ya
habían disfrutado bajo la administración colonial. Este fue el caso de
Britihs Petroleum (BP). Anteriormente la compañía estatal de petróleos
anglo-iraní, de la francesa Total, creada mediante una fusión de varias
empresas petroleras estatales y Eni (anteriormente Ente Nazionale
Idrocarburi).
Los líderes chinos
buscan la forma de no seguir esta trayectoria. En el Forum de
Cooperación China-África en Pekín, el presidente Hu anunció la concesión
de un crédito de 20 mil millones de dólares a los países africanos
durante los próximos tres años para el desarrollo de la agricultura,
construcción de infraestructuras y créditos a la pequeña empresa. Altos
funcionarios chinos también negaron cualquier intervención de intervenir
en los asuntos internos de los estados suministradores. A pesar de eso,
Pekín encuentra enormes dificultades para soslayar los entramados
políticos creados por los Estados Unidos y otras potencias occidentales.
China pudo depender
de su propio crudo hasta 1993, pero con el aumento de la demanda, empezó
a importar cantidades crecientes: las importaciones pasaron de 1,5
millones de barriles diarios a 5 millones.(mbd) entre el año 2000 y el
2010, un incremento del 330%. Si se confirman las proyecciones actuales,
alcanzarán los 11.6 mbd en 2035. Y con la rápida expansión del parque
automovilístico del país, algunos analistas creen que las importaciones
de crudo por parte China se incrementarán aún más, hasta alcanzar un
consumo de crudo de 19 mbd en 2040, aproximadamente la misma cantidad
que los Estados Unidos esperan consumir (3). Pero mientras los Estados
Unidos serán capaces de satisfacer dos tercios de su demanda de crudo,
con la ayuda del vecino Canadá, los yacimientos chinos sólo cubrirán
aproximadamente la cuarta parte de la demanda. Tendrá que importar el
resto de África, Oriente Medio, América del Sur y la antigua Unión
Soviética.
Si China alcanza el
incremento triple que espera en generación de electricidad durante los
próximos 25 años, deberá incrementar su consumo de carbón, gas natural y
uranio. Las importaciones de gas natural está previsto que crezcan de
cero en 2005 a 87bn de metros cúbicos en 2020 y a 118bn en 2030. La
mayor parte de estas importaciones vienen en forma de gas natural
licuado de Oriente Medio, el Sudeste de Asia o por gaseoductos desde
Rusia y Turkmenistán. China continuará obteniendo casi la totalidad del
carbón de fuentes domésticas, pero el cuello de botella creado en la
producción y el trasporte, ha hecho que resulte más eficiente y ecónomo
en las provincias costeras del sudeste importar el carbón de Australia e
Indonesia. China, no importaba carbón antes de 2009, pasó a importar la
impresionante cantidad de 183 toneladas métricas en 2011 (4). También ha
experimentado un enorme crecimiento la demanda de minerales importados,
como hierro y cobre, así como minerales especiales como cobalto, cromo y
níkel, necesarios para la electrónica avanzada y para obtener aleaciones
de alta dureza y resistencia. Mientras que la dependencia de China de
las materias primas importadas se ha incrementado, la preocupación por
un mayor liderazgo se ha convertido en la fiabilidad del suministro. El
ministro de Asuntos Exteriores Le Yucheng dice con toda franqueza: “La
tarea más importante para China es asegurarse de que sus 1.336 millones
de habitantes puedan vivir bien y puede uste imaginarse lo difícil que
es esto y la enorme presión que ejerce sobre el gobierno. Yo creo que no
hay nada más importante que esto. Todo lo demás debe de estar al
servicio de esta tarea central” (5). Continúa esa deliberación
ininterrumpida sobre las siempre crecientes cantidades de recursos
importados como objetivo crítico de la política exterior.
Los líderes chinos
son perfectamente conscientes de los riesgos de interrupción de los
suministros como resultado de disensiones o sublevaciones civiles,
cambios de régimen o conflictos regionales. Para minimizar los riesgos,
China – siguiendo la senda abierta por las potencias occidentales – ha
tratado de diversificar las fuentes de suministro, desarrollar lazos
políticos con sus principales suministradores exteriores y ha invertido
en participaciones en energía y depósitos de minerales importados. Los
líderes chinos, considerando estos movimientos como esenciales para
sostener el crecimiento económico, creen que deben de llevarse a cabo
bajo la supervisión del gobierno central y con el fuerte apoyo de todos
los miembros del gobierno, incluyendo a los bancos y corporaciones
estatales, el cuerpo diplomático y el ejército. (6).
En cuanto al crudo,
el gobierno ha presionado a las empresas estatales del país – China
National Petroleum Corporation (CNPC), China National Petrochemical
Cporporation (Snopec) y China National Oil Corporation (CNOOC)- para que
adquieran derechos de propiedad en campos petrolíferos extranjeros y
participaciones en uniones temporales de empresas con las empresas
petroleras nacionales de los países industriales extranjeros, como Saudí
Aramco, Petróleos de Venezuela, S. A. (PdVSA) y Socieddad Nacional de
Combustíveis de Angola (Sonangol). En la industrias minera se da una
situación similar con compañía estatales como China Minmetasl
Corporation y China Nonferrous Metals Mining Grup persiguiendo su propia
salida estratégica, adquirieron minas en muchas áreas y participando en
uniones temporales de empresas junto con otras empresas temporales.
Todo esto ha
requerido una acción diplomática importante y a veces un compromiso de
incentivos, como préstamos a bajo interés, fastuosas cenas en Pekín,
proyectos de prestigio como estadios o ayuda militar. Para ayudar a
Sinopec a adquirir el 50% de una prospección prometedora mar adentro en
Angola, por ejemplo, los chinos recompensaron al gobierno de Angola con
un préstamo al desarrollo a bajo interés no-string-attached de $2bn;
para suavizar tratos pendientes CNPC´s co n PdVSA ofrecieron a los
venezolanos un préstamo de $20bn (7). Otros países, entre ellos Sudán o
Zimbabwe han recibido armas y equipamiento militar como pago al acceso
al crudo y a los recursos minerales.
Estos acuerdos
llevan a China a involucrarse cada vez más en los asuntos políticos y
militares de los países implicados. En Sudán, Pekín ha sido acusado de
ayudar al régimen brutal del presidente Omar al Bashir con armamento y
cobertura diplomática en la ONU, con el fin de proteger la propiedad de
CNPC en el mayor campo petrolífero de Sudán. “China es el mayor inversor
extranjero en Sudán”, informó el Grupo Internacional de Crisis en junio
de 2008. “La combinación del deseo de Pekín de proteger las inversiones
de CNPC, la mejora la seguridad de la energía mediante derechos de
propiedad del petróleo y su política tradicional de no ingerencia, ha
conseguida aislar al régimen sudanés, protegiéndole de la presión
internacional”.
Los chinos han
reducido recientemente (aunque no la han cortado) su apoyo a Bashir,
especialmente después del establecimiento del estado independiente de
Sudan del Sur, el año pasado (donde se encuentra la mayor parte del
crudo).
Los chinos han sido
criticados también por su apoyo a otros regímenes corruptos y
dictatoriales de los que dependen para obtener materias primas
vitales, incluyendo Irán y Zimbabwe. Al igual que en el Sudán, el apoyo
de China al régimen iraní se dice que comprende tanto cobertura
diplomática en la ONU diplomática, donde Teherán está siendo controlado
por su supuesta implicación en la fabricación de armas nucleares. En
Zimbabwe, se cree que China ha ayudado al represivo régimen de Robert
Mugabe proporcionando a sus fuerzas de seguridad armas y entrenamiento
militar, a cambio de terrenos de cultivo, tabaco y minerales valiosos.
Incluso cuando
comercian con países menos aislados internacionalmente, la preferencia
de Pekín por concertar un negocio con gobiernos amistosos y entidades
estatales inevitablemente resulta en el enriquecimiento de las élites
locales y muy pocos beneficios se filtran hacia las masas empobrecidas.
En Angola, China ha desarrollado lazos estrechos con Sonangol, una
empresa estatal controladas por figuras cercanas al presidente José
Eduardo dos Santos. Sonangol es la empresa más grande y más rica de
Angola, y de sus altos directivos se dice que disfrutan de gran riqueza
y privilegios, mientras la mayor parte de la población de Angola
subsiste con menos de 2 dólares al día. Por supuesto que las empresas
chinas no son las únicas que trabajan con Sonangol: también hay grandes
empresas norteamericanas y europeas, incluyendo gigantes como Chvron,
ExxonMovil y BP. Pero por continuar haciendo negocios con el régimen de
Angola (y otros de similar naturaleza), China – al igual que las
potencias occidentales – se convierte en cómplice de un sistema que
perpetua los privilegios de unos cuantos a expensas de la mayoría.
Los altos
funcionarios chinos esperan compensar esta tendencia proporcionando
ayuda al desarrollo a los pequeños agricultores y otros pequeños y
medios negocios. Pero la de materias primas por parte de China es tan
grande y crece con tanta rapidez, que no tiene más remedio que dar
prioridad a las empresas extranjeras involucradas en el envío de los
recursos vitales. In las áreas en las que está profundamente involucrado
en la extracción petróleo y otros minerales, como en el África
subsahariana, China ha realizado fuertes inversiones en la construcción
de carreteras, puertos, oleoductos y otras obras de infraestructura.
Estas infraestructuras pueden resultar útiles también para otro tipo de
proyectos empresariales, pero están preferentemente dedicadas al interés
de China en sus actividades mineras y de extracción de crudo.
“A primera vista, la
necesidad de China de recursos naturales ha llegado a África como una
bendición”, se dice en un informe preparado para el Comité de Desarrollo
del Parlamento Europeo (8). Ciertamente, China ha contribuido al
crecimiento económico neto del continente. Pero un examen más detallado
revela una imagen más complicada. En 2005, sólo 14 países africanos –
todos productores de crudo y minerales- tuvieron un saldo positivo en el
comercio con China, en gran medida basado en la exportación de materias
primas. Treinta países experimentaron un saldo negativo, ya que los
productos textiles baratos importados de China inundaron las tiendas,
desplazando a veces el producto local.
En los intercambios
China-África, esta división entre “ganadores netos” y “perdedores netos”
se ha venido ampliando, produciendo un considerable resentimiento en
algunos países de África. “Para la mayoría de los países africanos”,
concluye el informe, la retórica del desarrollo de China “levanta
grandes expectativas, pero no crea las condiciones para un crecimiento
económico sustancial.
Si China continua
priorizando la adquisición de recursos naturales por encima de todo, se
verá a sí misma cada vez cada vez más como las anteriores potencias
imperiales, alineándose con los gobiernos buscadores de beneficios en
los países ricos en materias primas y haciendo muy poco para el avance
del desarrollo integral. Como dijo el presidente de Sudáfrica Jacob Zuma
en el foro de cooperación China-África de 2012, “El compromiso de China
con el desarrollo de África ha consistido en gran parte en el suministro
de materias primas – un patrón que no resulta sostenible a largo plazo”
(9). Dado el empeño que Pekín ha puesto para crear estrechos lazos con
Zuma y los sudafricanos, este es un mensaje potente.
Pero cualquier
insignificante cambio en el comercio de China con África (y en general
con los países en vías de desarrollo) requerirá un subsecuente cambio en
la estructura de la economía china – desde la dependencia de la
industria intensiva en el consumo de recursos naturales a la industria
ligera y los servicios, acompañado por un cambio en el tipo de energía,
pasando del consumo casi exclusivo de combustibles fósiles a fuentes de
energía renovable.
Los líderes chinos
parecen ser conscientes de este imperativo, ya que en el plan quinquenal
2011-2015 prima fuertemente el desarrollo de sistemas de transporte
alternativo, la energía renovable, los nuevos materiales, la
biotecnología y otros esfuerzos que pueden facilitar un giro estructural
de este tipo. Sin palabrería, los líderes de China se encontrarán a sí
mismos cada vez más profundamente involucrados en el a veces tumultuoso
y desagradable mundo de la política de crecimiento y desarrollo del
mundo.