La crisis del capitalismo financiero y el agotamiento del neoliberalismo.


Por Michael A. Peters*
Traducción: Enrique Prudencio para Zona Izquierda


En los cinco años de crisis financiera global, no se han desarrollado políticas para blindarse eficazmente contra otra quiebra sistémica del sector bancario y las compañías aseguradoras.

Han transcurrido cinco años desde el inicio de la crisis financiera mundial (GFC). ¿Qué se ha aprendido –en todo caso– por los organismos internacionales acerca de la naturaleza de la crisis y la forma de gestionar la política macroeconómica? Desde que nos instalamos en la crisis, sigue cayendo la economía de la zona euro, el crecimiento es lento y frágil en EE.UU. y estamos asistiendo a la desaceleración de las economías emergentes, los gobiernos de todo el mundo han estado revisando los riesgos para asegurar las economías contra las quiebras sistémicas del sistema financiero.

La GFC atrajo la atención sobre la volatilidad del mercado, los efectos en cadena que provocaban las entidades financieras “demasiado grandes para quebrar”, el peligro de los altos niveles de deuda pública y los riesgos asociados al crecimiento masivo y expansivo del sector financiero en relación con la economía real, productiva. De repente, el papel del Estado y de otros organismos supranacionales, vuelve a estar en el orden del día de la acción política de los gobiernos, que estudian las posibilidades de encontrar nuevas herramientas reguladoras destinadas a la reestructuración de los bancos, aumentando los niveles de las reservas de capital y a vigilar las normas reguladoras. Ha dado muchos quebraderos de cabeza la amenaza que el sector financiero supone para la economía en su conjunto, y los gobiernos europeos, en particular, han tratado de hacer frente a estos problemas con medidas de austeridad destinadas a reducir unos niveles de deuda pública insostenibles.

El colapso sistemático de las instituciones financieras mundiales, en parte de la consecuencia de una serie de problemas interrelacionados que indican las múltiples dimensiones de la crisis del capitalismo financiero y el agotamiento del modelo neoliberal de desarrollo:

1.- La bancarrota y posterior recapitalización, nacionalización o rescate de los bancos que llevan a la era de la “política de la austeridad” en Europa:
2.- El crecimiento masivo del sector de los derivados financieros y la consiguiente y elefantiásica expansión de los sistemas bancarios nacionales en relación con la “economía productiva”;
3.- El crecimiento de la deuda soberana nacional hasta alcanzar niveles insostenibles que da como resultado el secuestro y la política de flexibilización cuantitativa en EE.UU.;
4.- El intento de control y supresión de las estrategias de evasión fiscal de las empresas multinacionales;
5.- La evasión fiscal de las grandes fortunas individuales a través del sistema de paraísos fiscales y fideicomisos;
6.- Las primas multimillonarias y acciones preferenciales otorgadas a altos directivos, incluso con pésimos resultados del negocio;
7.- La forma en que la Unión Europea (mediante el BCE y el FMI) ha ejercido una intensa presión económica y fiscal para hacer cambiar las políticas a países con gobiernos elegidos por sufragio;
8.- El rápido crecimiento de las nuevas tecnologías de la información que introducen en los mercados de capitales una nueva complejidad global con la negociación de alta frecuencia de los valores bursátiles (NAF), cuya velocidad dificulta el control de los organismos nacionales y transnacionales para la realización de realizar un seguimiento o regulación eficaz;
9.- La pérdida de confianza y el desajuste de incentivos en el mismo corazón de la cultura financiera de los mercados de valores;
10.-La cultura de una actividad fraudulenta y delictiva en los más altos niveles de la industria financiera, incluyendo la manipulación deliberada del Libor, con pocas condenas penales, con excepción de los intrigantes y privilegiados comerciantes Ponzi.

El corazón del capitalismo financiero anglófono se basa en los pilares de Wall Street y la City de Londres, que con la globalización de los mercados financieros han aumentado su conectividad. En estos dos polos, ha sido objeto de creciente escrutinio la cultura del sector financiero.

El informe final de la “Revisión Kay de los mercados bursátiles y de toma de decisiones a largo plazo” (julio de 2012), llegó a la conclusión de que el cortoplacismo es un problema en los mercados de renta del Reino Unido y que las principales causas de ello son la disminución de la confianza y la falta de alineación de los incentivos en la cadena de inversión de capital”. (p.9).

El estudio Kay identifica “el carácter sistemático de los problemas” y tiene como objetivo restaurar la confianza en la cadena de inversión a través de una serie de medidas, entre ellas “la aplicación de normas fiduciarias de atención” y la “disminución el papel actual de las culturas de negociación y transacción”. En general, el informe se centra en desterrar el cortoplacismo de los especuladores de los mercados de valores y en volver a introducir el concepto de la buena administración de los recursos financieros en base a una intermediación financiera transparente y la mutua confianza. El informe condena el cambio de cultura que se ha producido desde la década de 1970, que ha beneficiado a los especuladores a expensas de los usuarios.

El sistema financiero se ha transformado desde la década de 1970 como consecuencia de la globalización y la desregulación y vuelta a una nueva regulación. Estos hechos cambiaron la cultura de las instituciones financieras del Reino Unido y la identidad y comportamiento de los principales participantes. Una cultura basada en las relaciones de confianza fue reemplazada por otra en la que primaba la picaresca del traficante. La cultura comercial ha influido en el comportamiento de los usuarios de los mercados de valores – empresas y ahorradores -, así como en los intermediarios del mercado. A la larga, los beneficiados han sido los especuladores del mercado, más que los usuarios “p.88).

John Kay ha sido muy crítico con la banca de inversión desde hace mucho tiempo, implacable en su crítica con el riesgo del dumping para los consumidores indefensos. John Kay sugiere (como lo resume un comentarista en una entrevista) “que no hay una cultura endémica en los servicios financieros que los incapacite para aprender de otras disciplinas”, sobre todo a partir de los sistemas complejos que proporcionan un alambicado análisis y la comprensión de cómo funcionan los sistemas y el daño que pueden causar a los monocultivos en todo el ecosistema. Kay es un defensor de lo que él llama “banca segura, bien capitalizada y sin fondos buitre”, cuya misión es proteger a la economía productiva, no financiera, de la inestabilidad de la financiera.
Una restructuración que tanto necesita la industria de servicios financieros, establecería un sector minorista centrado en las necesidades de los consumidores, en lugar de hacerlo en la promoción de los productos y la remuneración de los productores. Sería una industria en la que se utilizasen las nuevas tecnologías no sólo para reducir los costes, sino para ofrecer mejores servicios. Debemos establecer un mercado en el que la satisfacción del cliente sea la medida del éxito. Este sería un resultado muy diferente al de la experiencia reciente. Y se trate de un resultado que es deseable y factible (p.5).

Quizás sea aún más significativo el comentario de Kay (2009), citando “El golpe de estado silencioso” de Simon Johnson (2009) “La industria de los servicios financieros es ahora la fuerza política más poderosa de Gran Bretaña y EE.UU.” Y continúa:

Si alguien dudaba de ello, en los últimos dos años se ha demostrado con creces. La industria ha extraído subsidios y garantías de extraordinaria magnitud de los contribuyentes sin condiciones especiales ni reformas significativas. Pero los problemas centrales que causan la crisis no se han abordado y mucho menos resuelto. Por tanto, es inevitable que la crisis se repita (p.94).

La crítica de Johnson (2009) es aún más devastadora y directa. Su artículo comienza con el siguiente párrafo:

La bancarrota ha dejado al descubierto muchas verdades desagradables sobre EE.UU. Una de los más alarmantes, según un ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional, es que la industria financiera ha maniatado con eficacia a nuestro gobierno, creando un estado de cosas más típico de los mercados emergentes, que está en el centro de muchas de las crisis de los mercados emergentes. Si los expertos del FMI pudiesen hablar libremente acerca de EE.UU., nos dirían lo que les dicen a todos los países que se encuentran en la misma situación: la recuperación fracasará a menos que quebremos el espinazo de la oligarquía financiera que está bloqueando la reforma fundamental. Y si queremos evitar una verdadera depresión, nos estamos quedando sin tiempo.

Sir Mervyn King, el gobernador saliente del Banco de Inglaterra, en su última aparición pública ante el selecto Comité del Tesoro del Parlamente, se quejó de que los altos directivos estaban interfiriendo el trabajo de la autoridad regulatoria para hacer que los bancos fuesen más seguros, ejerciendo una fuerte presión sobre la casta política y el gobierno para convertir en agua de borrajas las nuevas regulaciones que “obligan a los prestamistas a cumplir con una ratio de apalancamiento superior al 3% del capital en relación con los activos totales, años antes de los requisitos globales exigidos por Basilea III”.

La cultura de la banca es endémicamente fraudulenta y ha corrompido al gobierno y a toda la oposición política. La realidad es que la actividad fraudulenta ha sido el núcleo de las actividades bancarias internacionales, como lo demuestra la manipulación sistemática de la tasa Libor controlada por reducido grupo de bancos. El líbor también sustenta los mercados de derivados del mundo por valor de cientos de miles de millones.

El escándalo libor consiste en la manipulación de las tasas de interés sobre la base de la información presentada por los bancos principales seleccionados en Londres. Los informes de los bancos, ya sean inflados o desinfladas, se benefician enormemente de tal manipulación. La tasa Líbor se utiliza como principal indicador de referencia para una amplia
gama de productos financieros, incluyendo muchos derivados, hipotecas y préstamos estudiantiles. Algunos informes indican que esta práctica fraudulenta se ha estado utilizando desde 1990. Dada la magnitud de las operaciones, de muchos miles de millones de dólares, las propuestas ajustadas a menos del 1% ofrecen fácilmente enormes ganancias de hasta un billón de dólares. A pesar de las revisiones encubiertas por parte de las principales autoridades bancarias, incluidos FMI y Banco de Pagos Internacionales, la historia salió en 2008 y fue objeto de investigación por el Wall Street Journal en 2011, implicando a algunos de los bancos más grandes del mundo, como Barclays, Citibank, JP Morgan, Royal Bank of Scotland (RBS), HSBC, Deutsche Bank y oros nueve más repartidos por tres continentes, algunos de los cuales fueron posteriormente multados por su conducta fraudulenta. La acusación la fijación fraudulenta de la tasa se ha sido elevada a las más altas autoridades, incluido el secretario del Tesoro Tim Geitner. Cada vez resulta más evidente que la práctica ha existido desde hace bastante tiempo, que se ha generalizado con la participación de los principales bancos del mundo y que la fijación del Líbor funciona como un cártel. Este fraude de fijación de tipos de interés está siendo investigado actualmente por el Departamento de Justicia de EE.UU., la Comisión del Mercado de Futuros y la Autoridad de Servicios Financieros del Reino Unido, entre otros organismos nacionales de reglamentación y enjuiciamiento

Parte de la historia se puede juzgar por el caso CFTC (2013) contra el Banco Real de Escocia:

The London Interbank Offered Rate (“LIBOR”) es una tasa de interés de referencia global, fundamental para los mercados financieros Internacionales. El líbor se calcula cada día en base las tasas de interés correspondientes a un panel de bancos que se supone que presentan una evaluación honesta de los costes que cada banco abona por pedir prestados fondos no garantizados en el mercado interbancario de Londres, no el que resulte del afán de lucro de los especuladores. Durante un periodo de más de cuatro años, el RBS violó este precepto fundamental, socavando la integridad del Libor del yen y el franco suizo (p.2). Se asegura que a partir de 2006, el RBS hizo cientos de maniobras “para manipular el Líbor del yen y del franco suizo”, presentando en numerosas ocasiones datos falsos en beneficio de sus derivados y las posiciones de negociación en los mercados de dinero. A veces, el RBS, con la complicidad de otros de los bancos del panel trató de manipular esas mismas tasas. La verdadera gravedad de la situación se puede medir por el contenido del siguiente párrafo.

El líbor es la tasa de interés de referencia más utilizada en el mundo. Aproximadamente $350.000 mil millones de swaps y $10.000 billones de préstamos están calculados con arreglo al líbor. Es la base para la liquidación de futuros sobre los tipos de interés y los contratos de opciones sobre muchos de los puntos de futuros del mundo y de las bolsas de opciones y se utiliza como barómetro para medir la tensión de los merados de capitales y con frecuencia suele ser también un indicador de las expectativas del mercado y de las futuras tasas de interés del banco central. Sin duda, el Líbor resulta fundamentalmente crucial y tiene un impacto muy extenso en los mercados mundiales y en los consumidores (p.4).

El RBS recibió la orden de desistir de las prácticas de manipulación del Libor y fue multado con $350 millones. Se introdujeron medidas adicionales para garantizar la integridad del proceso de evaluación comparativa.

La Comisión Parlamentaria de Estándares Bancarios se creó en julio de 2012, como consecuencia del escándalo del Libor para investigar la cultura de los estándares profesionales bancarios del Reino Unido. El informe final se publicó en junio de 2013. El presidente Andrew Tyrie confirmó que la negligencia bancaria había sido generalizada, que los contribuyentes y los clientes habían perdido mucho dinero y que la economía se había resentido por ello.

El informe “Cambiando la Banca a Mejor” intentaba hacer personalmente responsables a los banqueros de la reforma de funcionamiento y control bancarios, así como del refuerzo de las competencias de los reguladores. Hay quien piensa que si se aplican las recomendaciones del informe, quedará destruida la City de Londres como centro financiero mundial. Otros creen que el informe no va lo suficientemente lejos y son escépticos sobre si las recomendaciones podrán ser implementadas o no. Al tiempo, se proponen nuevas normas y legislación para llevar a cabo los cambios prácticos de la regulación de los bancos del Reino Unido, con la mejora del sistema de rendición de cuentas de forma individual, así como con las normas de gobernanza. El informe, en lugar de aprovechar la oportunidad para nacionalizar totalmente el RBS, formula recomendaciones prácticas sobre cómo devolver en parte los bancos de propiedad estatal a la propiedad privada, creyendo ingenuamente que sus recomendaciones pueden cambiar la cultura de la banca y regularla, a pesar de su naturaleza cada vez más global y los avances de la tecnología de la información.

Este conjunto de problemas forma parte de una cultura esencialmente fraudulenta que es sólo el síntoma de una transformación mucho más profunda y extensa, que algunos comentaristas llaman “financiarización”, un estadio de la economía en que el sector financiero eclipsa la economía productiva real y toma el control de la misma. Resulta ingenuo en extremo pensar que un nuevo conjunto de prudentes normas pueda cambiar la cultura de las finanzas cuando la propia casta política la creó, a partir de las políticas de desregulación de los años de Reagan y cuando los financieros ocupan los cargos públicos más altos. En cierto sentido, el verdadero poder e influencia están anclados a un conjunto de creencias acerca de los mercados y las finanzas, especialmente teniendo en cuenta sus inmensos beneficios demostrados en la década de 2000 con la invención de nuevos productos financieros y las nuevas tecnologías de la información que proporcionan una altísima velocidad transmisión de las transacciones. Bajo estas circunstancias, los magnates financieros no tienen necesidad de estar siempre comprando favores y sobornando a dirigentes políticos: estas condiciones favorables fueron creadas para ellos por los responsables políticos bajo su presión. Los bancos utilizan el último modelo matemático para demostrar perfiles de riesgo que popularizó la creencia de que los mercados no regulados son prácticamente infalibles. Estas actitudes persisten hoy en día, a pesar de la crisis y del peligro de profundizar la depresión, lo que constituye el mayor obstáculo individual para llevar a cabo una genuina reforma de todo el sistema financiero.

En los cinco años transcurridos desde el estallido de la gran crisis financiera ¿qué progresos se han hecho específicamente en el replanteamiento de la política económica? Este fue el tema de la conferencia del FMI “Repensar la Política Macro II: primeros pasos y primeras lecciones”, celebrada el 16 y 17 de abril de 2013. Los resultados no son alentadores. En la mesa redonda posterior a la conferencia, Joseph Stiglitz abordó directamente la cuestión:

Las cerca de 100 crisis que se han producido durante los últimos 30 años – ya que las políticas de liberalización se convirtieron en dominantes – nos han proporcionado una gran experiencia y montañas de datos… La gran lección de esta crisis provocada en casa de forma forzada – que deberíamos haber conocido mucho tiempo antes – es que las economías no son necesariamente eficientes, ni son estables ni tienen la capacidad de corregir sus desviaciones por sí mismas.

Stiglitz llama la atención sobre la necesidad de una transformación estructural que sugiere que es posible que no nos devuelva a los altos niveles de empleo anteriores y que las reformas han estado jugando en gran medida en la periferia, sin tocar ni remotamente el núcleo del problema. La mayor parte de las consideraciones de Stiglitz están dedicadas a la necesidad de una mayor regulación de la industria financiera global. Los demás expertos del grupo eran igualmente pesimistas. George A. Ackerloff, reflexionando sobre las actas de dos días de conferencia, utiliza en su explicación la imagen de un gato en un árbol: “lo que me preocupa no es que el pobre gato esté ahí en el árbol, sino que se va a caer y no sabemos qué hacer”. Olivier Blanchard, economista jefe del FMI, indicó que no existe un consenso sobre la futura arquitectura financiera mundial:

Se está repensando y se están haciendo reformas. Pero todavía no se sabe el resultado final, ya sea para la redefinición de la política monetaria o sobre los contornos de la regulación financiera y el papel de las herramientas macroprudenciales. Tenemos un sentido de orientación general pero estamos navegando en gran medida lo que se ve a simple vista.

Las declaraciones de David Romer son quizás las más aleccionadoras. Romer pregunta: “¿Dónde nos encontramos en el sentido de evitar otro desastre financiero y macroeconómico?” y él mismo se responde:

Mi lectura de la evidencia es que los acontecimientos de los últimos años no son una aberración, sino sólo la manifestación más extrema de un patrón más amplio. Y los relativamente modestos cambios del tipo de los discutidos en la conferencia, y que las autoridades están poniendo en práctica en algunos casos, puede que sean útiles, pero no servirán para evitar que se produzcan futuras crisis financieras que causen daños económicos incalculables.

Y concluye:

Después de cinco años de funcionamiento macroeconómico catastrófico “los primeros pasos y las primeras lecciones” – por citar el título de la conferencia – no creo que sea lo que debamos buscar. Más bien debemos buscar soluciones a la actual crisis y medidas suficientemente fuertes y eficaces para reducir al mínimo las posibilidades de que pase algo similar de nuevo. Me preocupa que las reformas que estamos manejando sean demasiado insignificantes para conseguir lo que se necesita y lo que se necesita es repensar desde los cimientos el diseño de nuestro sistema financiero y de nuestros marcos de política macroeconómica (en negritas en el original).

El consenso está en que lo que se requiere es la transformación total del capitalismo financiero y que el modelo neoliberal actual está agotado, pero no se generan nuevas ideas sobre las alternativas que pudiéramos adoptar o sobre cómo los países pueden recuperar el control sobre su propio destino.

Los sofisticados análisis de conjuntos de datos masivos, las últimas herramientas y modelos matemáticos rigurosos pueden proporcionar una medida cada vez más exacta para la comprensión y conocimiento de lo que salió mal o de los peligros actuales, pero estos métodos y herramientas de medición no proporciona imaginación ni valores: la imaginación de un nuevo sistema, de una arquitectura más estable; los valores de un sistema verdaderamente redistributivo y menos perjudicial para las personas, la cultura y el medio ambiente. Para que se produzca esta posibilidad, sospecho que tendrá que venir cualquier otra crisis más profunda que la anterior o la revolución mundial: lo primero parece mucho más probable.


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Michael A. Peters es profesor de la Universidad Waikato de Nueva Zelanda y profesor emérito de la Universidad de Illinois. Sus libros más recientes son: Obama and the End of the American Dream (2012), Interculturalism, Education and Dialogue (2012) (with Tina Barley) and Education, Philosophy and Politics (2012).

Fuente: https://www.facebook.com/nhsocialist/posts/665824310113626


 


 

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