
Desnorteamericanizando
el mundo
Por Noam Chomsky, Truth Out
Traducción de Enrique Prudencio para Zona Izquierda
Durante el último episodio de la farsa de Washington que ha
asombrado a un mundo desconcertado, un comentarista chino escribió que
si Estados Unidos no es capaz de ser un miembro responsable del sistema
mundial, tal vez el mundo debiera desnorteamericanizarse y separarse del
Estado canalla que es la potencia militar reinante, pero que está
perdiendo credibilidad en otros dominios.
Fuente inmediata del desastre de Washington fue el marcado giro a la
derecha de la casta política. En el pasado, EE.UU. ha sido a descrito a
veces con ironía –pero no erróneamente–, como un Estado de partido
único: el partido de los negocios, con dos facciones llamadas demócrata
y republicana.
Eso ya ha dejado de ser cierto. EE.UU sigue siendo un estado de partido
único, el partido empresarial. Pero ahora sólo tiene una de las
facciones: la de los republicanos moderados, ahora denominados Nuevos
Demócratas (al estilo de la autodenominada coalición en el Congreso
Estatal).
Todavía queda una organización republicana, pero hace mucho tiempo que
abandonó cualquier pretensión de ser un partido parlamentario al uso. El
comentarista conservador Norman Ornstein del Instituto Norteamericano de
la Empresa describe a los republicanos de hoy en día como “una
insurgencia radical e ideológicamente de extrema derecha, que desdeña la
realidad y el compromiso y a también la legitimidad de la oposición
política: un grave peligro para la sociedad. El partido está con
fidelidad perruna al servicio de los ricos y del sector empresarial.
Como no se pueden conseguir votos en esas plataformas, el partido se ha
visto obligado a movilizar los sectores de la sociedad más extremistas
según los estándares mundiales. Locos, es la nueva norma entre los
miembros del Tea Party y muchos otros más allá de la corriente
dominante, o claramente marginales.
El establishment republicano y sus patrocinadores empresariales
esperaban utilizarlos como arietes en el asalto neoliberal contra la
población, para privatizar, desregular y limitar la capacidad del
gobierno, mientras retienen las partes que sirven a la riqueza y al
poder, como las fuerzas armadas.
El establishment republicano ha tenido cierto éxito, pero ahora se
encuentra con que ya no puede controlar a su base, para su gran
preocupación. El impacto en la sociedad estadounidense, por lo tanto, se
vuelve aún más grave. Un ejemplo de ello: la reacción virulenta en
contra de la Ley de Asistencia Asequible y la casi paralización del
gobierno.
La observación del comentarista chino no es completamente nueva. En
1999, el politólogo Samuel P. Huntington advirtió que para la mayor
parte de los países del mundo EE.UU. “se está convirtiendo en un
superpoder canalla”, considerado como “la mayor amenaza externa para sus
sociedades.”
A los pocos meses de comenzar el mandato de Bush, Robert Jervis,
presidente de la Asociación Científico-Política Norteamericana, advirtió
que “A los ojos de gran parte del mundo, el principal Estado canalla hoy
en día es EE.UU.” Tanto Huntington como Jervis advirtieron de que este
hecho no era nada halagüeño y que las consecuencia para EE.UU. serían
muy perjudiciales.”
En el último número de “Foreign Affairs”, la revista líder del
establishment, David Kaye examina un aspecto de la salida de Washington
del mundo: el rechazo de los tratados multilaterales como “si se tratara
de un deporte”.
Explica que algunos tratados son rechazados de plano, como cuando el
Senado de EE.UU. votó contra la Convención sobre los Derechos de las
Personas con Discapacidad en 2012 y la Organización del Tratado de
Prohibición de Pruebas Nucleares (CTBT), en 1999.”
Otros son desechados por su inactividad, como los que tratan de temas
laborales, los derechos económicos y culturales, las especies en peligro
de extinción, la contaminación, los conflictos armados, el mantenimiento
de la paz, las armas nucleares, los derechos del mar y la discriminación
de la mujer.”
El rechazo de las obligaciones internacionales “está ya tan arraigado”,
escribe Kaye, “que los gobiernos extranjeros no esperan ya la
ratificación de Washington, ni su participación en las instituciones de
los tratados creados anteriormente por los que se rige el mundo; las
leyes se hacen en otros lugares, con escasa (sino nula) participación de
EE.UU.”
Si bien esto no es nuevo, su práctica se ha afianzado más en los últimos
años, junto con la aceptación cómoda en casa de la doctrina de que
EE.UU. tiene todo el derecho a actuar como un Estado canalla.
Por poner un ejemplo típico, hace unas semanas las fuerzas de
Operaciones Especiales de EE.UU. secuestraron a un sospechoso, Abu Anas
al-Libi en las calles de la capital de Libia, Trípoli, llevándolo la un
buque de la marina para someterlo a un interrogatorio sin derechos ni
abogados. El Secretario de Estado de EE.UU. John Kerry informó a la
prensa de que la acción era legal, puesto que cumple con la ley
estadounidense, sin que provocara ningún problema.
Los principios solo son válidos si son universales. Las reacciones
serían muy diferentes, no hace falta ni decirlo, si las fuerzas
especiales cubanas secuestraran al destacado terrorista Luis Posada
Carriles en Miami y se lo llevaran a Cuba para interrogarlo y llevarlo a
juicio de conformidad con la ley cubana.
Tales acciones se limitan a los estados canallas. Más exactamente, al
Estado canalla que es lo suficientemente poderoso como para actuar con
total impunidad: en los últimos años, para llevar a cabo agresiones
armadas a voluntad, para aterrorizar a grandes regiones del mundo con
ataques realizados por aviones no tripulados, invadirlos, arrasarlos,
saquearlos…
Y para desafiar al mundo de otras maneras, como por ejemplo con la
persistencia del bloqueo a Cuba a pesar de contar desde hace décadas con
la oposición del mundo entero, menos Israel que votó junto a su
protector cuando Naciones Unidas condenó de nuevo el embargo (188-2) en
octubre.
Piense lo que piense el mundo entero, las acciones de EE.UU. son siempre
legítimas porque nosotros lo decimos. El principio fue enunciado por el
eminente estadista Dean Acheson en 1962, cuando instruyó a la Sociedad
Norteamericana de Derecho Internacional de que no habría ningún problema
legal cuando EE.UU. tuviese que responder a un desafío a su “poder,
posición y prestigio.”
Cuba cometió ese delito cuando repelió una invasión de EE.UU. Luego tuvo
la audacia de sobrevivir a un asalto diseñado para llevar a su suelo
“todos los terrores de la Tierra”, en palabras del asesor de Kennedy e
historiador Arthur Schlesinger.
Cuando EE.UU. se independizó, trató de unirse a la comunidad
internacional de aquel entonces. Por eso la Declaración de Independencia
comienza expresando preocupación por el “justo respeto a las opiniones
de la humanidad”.
El elemento crucial fue la evolución de una confederación desordenada a
un sistema unificado de “tratados de digna nación”, en frase diplomática
del historiador Elija H. Gould, observando las convenciones del orden
europeo. En el logro de este estado, la nueva nación también se otorgó
el derecho actuar internamente a voluntad.
De este modo, pudo proceder a liquidar a la población indígena y a
expandir la esclavitud, una institución tan “odiosa” que ya no era
tolerada en Inglaterra, según dictaminó en 1772 el distinguido jurista
William Murray, conde de Mansfield. La evolución de la legislación
inglesa fue un factor que impulsó a la sociedad esclavista a escapar
fuera de su alcance.
Convertirse en una nación con tratado digno confería múltiples ventajas,
como el reconocimiento exterior y la libertad de actuar en casa sin
interferencias. El poder hegemónico ofrece la oportunidad de convertirse
en un Estado delincuente o Estado canalla que puede violar a voluntad el
Derecho Internacional y las normas internacionales de convivencia.
Aunque cada día se encuentra con más resistencia en el extranjero, a la
vez que contribuye a su propia decadencia a través de las heridas
autoinfligidas.
Avram Noam Chomsky es lingüista, filósofo y activista estadounidense. Es
profesor emérito de Lingüística en el Instituto Tecnológico de
Massachusetts y una de las figuras más destacadas de la lingüística
contemporánea.
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Fuente: http://www.truth-out.org/opinion/item/19825-noam-chomsky-de-americanizing-the-world
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