El HSBC es demasiado grande para meterlo en la cárcel y para el sistema judicial de doble rasero de Estados Unidos.

 

Por: Glenn Greenwald*

Traducción de Enrique Prudencio para Zonaizquierda.org

 

Estados Unidos es el estado prisión más grande del mundo, con un número de ciudadanos propios encarcelados mucho mayor que ningún otro país de la tierra, tanto en valores absolutos como relativos. Encarcela a la gente durante períodos de tiempo más largos, más despiadadamente y por transgresiones más banales que en cualquier país de Occidente . Este extenso estado carcelario construido durante décadas por los dos partidos políticos, castiga a los pobres y a las minorías raciales en porcentajes de la población talmente desproporcionados.

Pero no todo el mundo está sujeto a tal sistema de severidad penal. Todo cambia radicalmente cuando a quienes se sorprende infringiendo la ley son los personajes más prominentes del país. A estos, con pocas excepciones, se les trata no solo con indulgencia, sino con inmunidad a gran escala cuando son sancionados penalmente. Ahí tenemos los delitos más atroces de la última década que han sido totalmente protegidos del enjuiciamiento cuando los autores eran políticos importantes o poderosos financieros: la construcción de un régimen de tortura mundial, el espionaje de las telecomunicaciones de los norteamericanos sin orden judicial por parte las agencias gubernamentales y de las propias empresas de telecomunicaciones, las agresivas guerras emprendidas con falsos pretextos, y el fraude financiero sistémico y masivo en el sector bancario y crediticio que provocó la crisis financiera de 2008.

Este sistema judicial de doble rasero es el tema de mi último libro “With Liberty and Justice for Some” (Con libertad y justicia para algunos) y lo que me resultó más llamativo al rastrear la historia reciente de este fenómeno es que haya llegado a ser tan explícito. Obviamente, aquellos que poseen el dinero y el poder siempre gozan de ventajas substanciales en el sistema judicial de Estados Unidos, pero de boquilla por lo menos se mantenía fiel al núcleo del precepto del estado de derecho que establece que –con independencia del poder, posición y prestigio que ostentemos– todos somos iguales ante los ojos vendados de la Justicia.

Se da el caso de que este principio es ahora no solo rutinariamente violado, como siempre lo ha sido, sino que es repudiado explícitamente con toda naturalidad y delante de todo el mundo. Es un lugar común oír a las élites de Estados Unidos declarando sin pestañear que aquellos que llagan a ser lo suficientemente importantes e influyentes son – y deben ser – inmunes ante el sistema de sanciones penales al que estamos sujetos todos los demás.

Y aún peor, nos dicen constantemente que la inmunidad de aquellos con mayor poder no se hace por su bien, sino por nuestro bien, por el bien colectivo: porque es mejor para todos nosotros que la sociedad no sufra las perturbaciones que se producirían al intentar castigar a los más poderosos y las privaciones que sufriríamos colectivamente al perder su extraordinaria valía y aportación a la sociedad procesándolos.

Esta lógica se popularizó en 1974 cuando Gerald Ford explicó porqué Richard Nixon – que construyó su carrera como político de “ley y orden” pidiendo penas duras y la persecución implacable de los delincuentes comunes – nunca vería el interior de una corte de un tribunal después de haber sido declarado culpable de múltiples felonías; su perdón no era por el bien de Nixon, sino por el bien de todos nosotros. Ese fue el mismo razonamiento sacado a colación para justificar la inmunidad de los agentes de la Seguridad del Estado autores de casos de tortura y también el de los gigantes de las telecomunicaciones que espiaron ilegalmente a Estados Unidos (los necesitamos para que velen por nuestra seguridad y no podemos desorganizarlos con procesamientos judiciales). Y también se justificó la negativa al procesamiento de los delincuentes de Wall Street por sus fraudes cometidos (los procesamientos por estos delitos financieros perturbarían la recuperación de nuestra economía colectiva).

El nuevo episodio revelado el martes es uno de los ejemplos aun más vívido de esta mentalidad. Durante el año pasado, los investigadores federales descubrieron que uno de los bancos más grandes, el HSBC, lleva años cometiendo graves delitos , entre los que se encuentra el blanqueo de capitales de organizaciones terroristas; “facilitar el blanqueo de capitales de los cáeteles de la droga mejicanos”; y “movimiento de dinero contaminado para bancos de Arabia Saudí ligados a grupos terroristas”. Esas investigaciones encubrían pruebas importantes de “que altos directivos del banco eran cómplices de esta actividad ilegal.” Por poner un solo ejemplo: un alto directivo del HSBC argumentó que el banco debería seguir trabajando con el banco saudí Rajhi, que ha respaldado a Al Qaeda”

Ni que decir tiene que estos son el tipo de delitos por los que la gente normal sin el poder de los ricos es procesada y encarcelada con la mayor agresividad y escarnio posibles. Si eres musulmán y tu conducta “sugiere” a la policía que ayudas a un grupo terrorista, aunque no sea cierto, estarás en la cárcel durante un tiempo, largo, muy largo. De hecho, empleados sin poder alguno, oscuros, de bajo nivel son rutinariamente sentenciados a largas penas de prisión por andar metidos en algún sistema de lavado de algún dinero miserable, sin relación alguna con el terrorismo y a una escala que represente una diminuta fracción de lo que HSBC y sus altos directivos están acusados de blanquear.

Pero no el HSBC. El martes, el Departamento de Justicia de Estados Unidos no solo anunció que el HSBC no sería sometido a proceso penal, sino que proclamó abiertamente que la razón es que ellos son demasiado importantes y fundamentales como para someterlos a talas perturbaciones y trastornos. En otras palabras, brindándolos contra el sistema de sanciones penales al que el resto de los mortales estamos sujetos no es por su bien, sino por nuestro bien común. No debemos estar enfadados, sino agradecidos, por el extraordinario regalo otorgado al gigante de la banca global.

“Las autoridades estadounidenses defendieron su decisión de no procesar al HSBC por aceptar el dinero negro de estados canallas y de los señores de la droga el martes, insistiendo en que 1,9 millones de multa por toda una letanía de delitos era preferible a las “consecuencias colaterales” de llevar al banco a los tribunales de justicia”.

“Anunciando la multa record en una conferencia de prensa en Nueva York, el asistente del fiscal general Lany Breuer dijo que a pesar del flagrante fallo del HSBC en la implementación de controles contra el blanqueo de capitales y el desacato deliberado de las sanciones de Estados Unidos, las consecuencias de un enjuiciamiento penal hubieran sido terribles”.

“Si las autoridades de Estados Unidos hubiesen decidido presentar cargos penales, hubiera perdido casi con toda certeza su licencia bancaria en Estados Unidos, el fututo de la institución hubiese quedado bajo amenaza y todo el sistema bancario se hubiese desestabilizado”.

“El HSBC, el banco más grande de Gran Bretaña, dijo que sentía profundamente lo que denominó “pasados errores” que permitieron a terroristas y narcotraficantes mover millones dentro del sistema financiero y burlar las leyes bancarias de Estados Unidos…”

“Como parte del acuerdo, HSBC ha establecido un acuerdo de 5 años con el Departamento de Justicia de Estados Unidos mediante el cual será instalado un monitor independiente para asesorar sobre la reforma de los controles internos. Los altos directivos del banco aplazarán todas sus primas extraordinarias durante el periodo completo de cinco años, mientras que estas primas les han sido retiradas a cierto número de antiguos y actuales directivos, incluyendo aquellos que se encontraban en Estados Unidos directamente involucrados en aquel momento”.


“John Coffee, profesor de derecho de la Facultad de Derecho de la Universidad de Columbia en Nueva York, dijo que la multa era coherente con la forma en que los reguladores estadounidenses han estado tratando las infracciones bancarias en los últimos años. “Hoy en día raramente se demanda a personas individualmente de forma significativa cuando se llega a un acuerdo con la entidad. Esto es así en gran medida en función de la limitación de recursos, pero también por la aversión al riesgo y por una voluntad de seguir el curso de menor resistencia”, dijo. Funcionarios del Ministerio de Justicia declararon que la multa de $1.9 millones que pagará el HSBC, es la de mayor cuantía que se ha impuesto nunca por un caso similar. Tal como observó Nils Pratley de The Guardian, “el importe de la multa representa alrededor de las ganancias de una semana, tendiendo en cuenta que el beneficio fue de de $21,9 millones antes de impuestos el año pasado.” Como era de esperar, la tendencia constante al alza del precio de las acciones del HSBC desde el escándalo que estalló en Julio, continúa inalterable este martes por la mañana”.

Los editores del New York Times anunciaron esta mañana: “Es un día negro para el estado de derecho” No hay duda, dijeron los editores del NYT, “de que las irregularidades del HSBC son graves y generalizadas”. Pero el banco es sencillamente demasiado grande, demasiado poderoso, demasiado importante para llevarlo a juicio.

Eso no ha sido meramente un día negro para el estado de derecho. Es una venta al por mayor de su reputación. El gobierno de Estados Unidos está diciendo expresamente que los gigantes bancarios están fuera o por encima del estado de derecho, que no serán sancionados cuando sean pillados in fraganti cometiendo delitos penales por los que personas normales son encarceladas por décadas. Aparte de la grotesca injusticia, la señal que se envía es tan clara como destructiva: tú eres libre de cometer cualquier delito que se te antoje sin temor a ser enjuiciado. Y obviamente, si el gobierno de Estados Unidos no enjuicia a estos bancos sobre la base de que son demasiado grandes e importantes, nunca les dejará quebrar.

Pero este es el caso no es una anomalía. Que los protagonistas más activos hayan de ser inmunes al estado de derecho – no que sean meramente mejor tratados, sino completamente inmunes – es una constante, un precepto ampliamente arraigado en el sistema judicial de Estados Unidos. Se aplica a los poderosos de la política y del sector privado por igual. Durante los últimos cuatro años, la CIA y la NSA (Agencia Nacional de Seguridad) han recibido el mismo regalo, al igual que los altos directivos de las ramas ejecutivas, que las industrias de las telecomunicaciones y la mayor parte de la banca. Así es como lo describo en “Con libertad y Justicia para algunos”.

“Al oírselo decir a nuestros políticos y a nuestra prensa, la conclusión parece ineludible: estamos mucho mejor cuando las élites políticas y financieras – y sólo ellas –están libres de de responsabilidad penal”.

“Se ha convertido en una cuestión de consenso virtual entre las élites que sus miembros son tan indispensables para el funcionamiento de la sociedad norteamericana que dotarles de inmunidad frente al procesamiento – incluso por los delitos más atroces – no va sólo en su favor, sino en el nuestro también. Los fiscales, tribunales y prisiones, se dice en voz baja – e incluso a veces se declara explícitamente – son para la chusma, como los vendedores de droga ambulantes, que a veces atisbamos a través de la ventanilla del coche, no para los líderes políticos y financieros que dirigen nuestra nación y alimentan nuestra prosperidad”.

“Es simplemente demasiado engorroso, molesto e injusto, nos dicen, hacerles cargar con el fardo de las consecuencias legales”.

Esa es precisamente el razonamiento invocado por los altos funcionarios del Departamento de Justicia para justificar su decisión de proteger al HSBC de responsabilidad penal. Estos son los mismos altos funcionarios que previamente inmunizaron a los torturadores y espías sin orden judicial, a los gigantes de las telecomunicaciones y a los ejecutivos de Wall Street, aunque continúan persiguiendo a los a ritmo record a quienes denuncian los delitos financieros, al igual que persiguen a los ciudadanos normales – especialmente a los pobres y minorías raciales – con extrema dureza incluso por delitos insignificantes. El gobierno que ofrece ahora la excusa de que el HSBC es demasiado grande para enjuiciarle es el mismo que muy conscientemente rechazó el intento de dividir estos bancos gigantes durante las secuelas de la crisis del “demasiado grande para quebrar” del 2008, mientras el anterior supervisor TARP Neil Barofsky, entre otros, se ha pasado años argumentando a favor de la medida.

Y estos protectores del HSBC del Departamento de Justicia del Gobierno de Obama, son los mismos altos funcionarios responsables de mantener la expansión como ha descrito acertadamente Ronsenthal en la página editorial del NYT como “esencialmente un sistema de justicia separado para los musulmanes”, en el que “el principio del debido proceso se retuerce y se aplica selectivamente, si llega a aplicarse”. Lo que se ha creado no es tanto “un sistema judicial de doble rasero”, sino uno con múltiples varas de medir, que se aplica según la identidad del presunto delincuente, en vez de por la gravedad de los delitos cometidos.

Sobre distintos “sistemas judiciales” para ser aplicados según estatus, bienes, poder y prestigio de los ciudadanos, fue exactamente sobre lo que más enérgicamente argumentaron los fundadores de Estados Unidos, en el sentido de que debía evitarse (aunque ellos mantuvieran exactamente ese sistema). Pero aquí tenemos una innegable claridad no meramente una prueba de cómo funciona el sistema, pero también los preceptos pútridos y fundamentalmente corruptos sobre los que se basa. Que algunos protagonistas son sencillamente tan importantes y tan poderosos que no se les puede castigar penalmente. Como el premio Nobel de economía Joseph Stiglitz advirtió en 2010, “la exención del procesamiento de los grandes bancos por delitos penales ha significado que el desorden y la venalidad se encuentran ahora en Estados Unidos a un nivel más alto que el que prevaleció en Rusia en la era de generalizada corrupción y anarquía de la privatización”.

Haber actuado el gobierno de Estados Unidos especialmente para proteger a las facciones más poderosas, particularmente los bancos, fue el gran empujón que sacó a la gente a las calles tanto como temprano Movimiento contra el Tea Party como en el Movimiento Occupy Wall Street. Como debía de ser: es realmente difícil imaginarse corrupción e iniquidad más extremas que encontrarse co que el gobierno sitúa explícitamente a las facciones más poderosas de la sociedad por encima del estado de derecho incluso mientras continúa sometiendo a todos los demás a una “justicia” de inusitada dureza. Si este regalo al HSBC hace que salgan más manifestantes a la calle contra esta corrupción radical, se podrá decir que al fin se ha conseguido algo positivo al menos.

ACTUALIZACIÓN

Por coincidencia, el mismo día que se anunció que el HSBC no sería encausado por sus muchas felonías de blanqueo de capitales, el New York Times publicó una historia sobre la angustiosa peripecia de una madre soltera afroamericana con tres niños que había sido sentenciada a cadena perpetua con 27 años por un delito menor relacionado con drogas:

“Stephanie George y el juez Roger Vinson tenían opiniones bastante diferentes sobre la caja de seguridad incautada por la policía en su casa de Pensacola. Ella insistía en que no tenía ni idea de que un antiguo novio la había escondido en el ático de ella. El juez Vinson consideraba que la caja de seguridad, con medio kilo de cocaína era la prueba que la inculpaba”.

“Pero el defensor y el juez estaban totalmente de acuerdo sobre la justicia de la sentencia que la habían impuesto en la corte federal”.

“Aunque has estado involucrada con las drogas y en la venta de drogas”, dijo el juez Vinson a la Señorita George, “tu papel básicamente ha sido el de novia y el de la que guardaba la bolsa y el dinero, pero no estabas activamente involucrada en la venta de drogas, por lo que según mi opinión no se justifica la sentencia de cadena perpetua”

“Sin embargo el juez no tuvo otra opción una mañana de hace 15 años. Mientras la aturdida familia miraba a la señorita George, que entonces contaba 27 años, que nunca había sido acusada de hechos violentos, fue lleva desde la sala del juicio a cumplir su sentencia sin que hubiera perdón”.

“Recuerdo a mi mamá llorando y preguntando porqué al Señor”, dice la señorita George, ahora con 42 años después, en una entrevista dada en la Institución Correccional Federal de Tallahassee. A veces ni yo misma me creo que halla ocurrido en Estados Unidos”.

Como observa el NYT –y lea la historia completa para sacarle todo el meollo– esto ya es un lugar común para los pobres en el Sistema Judicial de Estados Unidos. Contrasta esa profunda opresión, ese castigo despiadado del Sistema con el grado de inmunidad otorgado al HSBC, junto con prácticamente todas las facciones de poderosos y ricos infractores de la ley en Estados Unidos durante la última década, y esa es la vida respirando los dos niveles del sistema judicial de Estados Unidos.

 

Cómo esta deslumbrante disparidad, y explícitamente basada en un estatus de tratamiento ante la ley penal, no produce un fuerte malestar social, es desconcertante.

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*Glenn Greenwald es columnista de libertades civiles y de seguridad nacional de Estados Unidos que escribe para The Guardian. Abogado Constitucional, anteriormente. Cuenta con una amplia bibliografía.

 

Fuente: http://www.commondreams.org/view/2012/12/12-4


 

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