Hiroshima
y Nagasaki: En EEUU los libros de texto de enseñanza media perpetúan
La Gran Mentira
.
Por Pat Elder, Information Clearing Hous
Traducción: Enrique Prudencio para Zona Izquierda
Esta semana el mundo hizo una pausa para conmemorar el 68º
aniversario del lanzamiento de las dos bombas atómicas sobre Hiroshima y
Nagasaki. La mayoría de los norteamericanos todavía apoyan la decisión
de Truman a pesar de abrumadora evidencia histórica de que la bomba “no
tenía nada que ver con el final de la guerra”, en palabras del general
Curtis E. LeMay.
Los estadounidenses sufren una campaña de desinformación inicialmente
perpetrada por el gobierno Truman y continuada hasta el día de hoy en
los libros de texto de secundaria que siguen contando la historia como
si el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki hubiera sido
indispensable para poner fin a la guerra y salvar innumerables vidas
estadounidenses. El registro de los hechos históricos es muy claro al
respecto, sin embargo. Como dijo el presidente Dwight Eisenhower: “no
era necesario azotarlos con esa cosa horrible y diabólica”.
No hay ni rastro de dudas en la mayoría de los textos que se utilizan en
las aulas estadounidenses con respecto a la decisión de lanzar la bomba
y muchos libros de texto contienen inexactitudes históricas evidentes y
de bulto, pero el mayor proveedor de falsedades históricas es el
Ejército de EE.UU., es la Jefatura de Educación y Formación (LET 3),
edición personalizada para el ejército JROTC (en sus siglas en inglés)
acrónimo de Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales de Reserva Junior. Más
de medio millón de estudiantes de secundaria están inscritos en las
clases de JROTC en todo el país.
Los estudiantes JROTC no hacen más que marchar en uniforme militar por
el campo de fútbol. Estudian la administración del Estado (la unidad
didáctica de derecho constitucional se titula “Ustedes, el pueblo) y
estudian la historia de las clases. El tratamiento JROTC sobre la
decisión de Truman de lanzar la bomba está lleno de falsedades e
inexactitudes y deja a los estudiantes convencidos de que la destrucción
de estas dos ciudades era lo más correcto y justo que cabía hacer.
Gracias a los responsables políticos y militares de la época, que han
contado sus historias posteriormente sabemos lo que ocurrió. También
podemos agradecer al profesor Gar Alperovitz de la Universidad de
Maryland su estelar carrera académica dedicada al análisis de la
política estadounidense en este sentido. En pocas palabras, el
presidente Truman arrojó las bombas sobre un Japón derrotado, para
indicar a los rusos y al mundo que retrocedieran. Teníamos dos bombas y
las íbamos a utilizar. En una manera característicamente caballerosa, el
Almirante William F. Halsey, Jr., comandante de la Tercera Flota de
Estados Unidos, comentó: “Fue un error arrojar la bomba, en cualquier
momento… Tenían ese juguete y querían probarlo, así que la dejaron
caer…”
Hoy sabemos:
. Que las bombas no eran en absoluto necesarias para ganar la guerra.
Los máximos líderes militares de EE.UU. de la época han declarado ya que
el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki era militarmente irrelevante.
. Que la idea de que arrojar las bombas salvó un millón de vidas
estadounidenses es una pura invención. La guerra contra Japón se podía
haber “ganado” sin la pérdida de una sola vida.
. Que los japoneses habían estado tratando de rendirse durante meses.
Simplemente pedían que se garantizase la figura y la vida de su
emperador, deseo que finalmente les concedieron los estadounidenses.
. Que los japoneses se hubiesen rendido incondicionalmente sin necesidad
de arrasar Hiroshima y Nagasaki con todos sus habitantes, en el momento
en que entró en la guerra la Unión Soviética.
. Que el bombardeo atómico no fue el último capítulo de la Segunda
Guerra Mundial, sino el primer capítulo de la Guerra Fría.
Los autores del libro de texto JROTC evalúan la decisión de lanzar la
bomba atómica sobre Japón en el contexto de un estudio de ejemplos
éticos, donde los estudiantes discuten las opciones éticas y las
consecuencias inherentes a una serie de acontecimientos históricos. En
lugar de presentar una versión sesgada de los acontecimientos, optan por
un debate viciado desde el comienzo por una fuerte inclinación hacia el
bombardeo atómico de Japón, que intenta sostener con falsedades y
omisiones imperdonables e inconcebibles.
El texto JROTC agrupa en un pack todos los conceptos erróneos comunes
con respecto a la decisión de Truman, en un relato histórico indignante.
El ejército de EE.UU. enseña a los estudiantes de secundaria que el uso
del armamento nuclear era necesario para la invasión del Japón
continental que habría costado un millón de vidas estadounidenses. El
texto deja la impresión de que el ejército japonés de mediados de 1945
era extraordinariamente potente y que los japoneses estaban fanatizados
en su resolución de resistir todos hasta la muerte. El texto también
perpetra la falsedad de que los altos mandos apoyaron el bombardeo
atómico, cuando en realidad todos los altos mandos han declarado
posteriormente que se oponían al uso del arma atómica. Por último, lo
que resulta quizás más atroz, la versión de los acontecimientos que
actualmente tiene el Ejército distorsiona la compleja mezcolanza
geoestratégica en que se implica a los soviéticos.
El texto del Ejército no menciona en absoluto los intentos de rendición
de Japón. El libro de texto no hace mención a los acuerdos previos para
involucrar a los soviéticos en la guerra contra Japón o a la declaración
de guerra por parte soviética el 8 de agosto. El texto JROTC no reconoce
que el poderío japonés quedó desintegrado rápidamente durante los
primeros seis meses de 1945, especialmente después de que la campaña de
bombardeo de EE.UU. destruyera 150 kilómetros cuadrados de 67 ciudades
japonesas, matando a más de 300.000 personas, cifra que no incluye los
muertos causados por el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki. El
libro no menciona en absoluto el control aéreo estadounidense de los
cielos japoneses en el verano de 1945.
Ténganse en cuenta las siguientes perlas de los apartados “Liderazgo,
Educación y Capacitación 3”:
“La unión Soviética no había participado en la campaña del Pacífico
porque había elegido ser neutral con Japón mientras que luchaba por su
propia supervivencia contra Alemania. Truman estuvo en la reunión de
Potsdam con Churhill tratando de conseguir la ayuda de Stalin, cuando se
enteró de la prueba atómica de Trinidad”.
A primera vista esto es cierto, pero esta afirmación es lo que queda de
la totalidad de la discusión sobre el papel del Ejército Soviético. El
texto del JROTC minimiza la importancia de los soviéticos al tiempo que
eleva la importancia de los bombardeos atómicos en el logro de la
rendición de Japón. Los soviéticos son retratados como débiles, pero fue
la decisión de Stalin de entrar en la guerra y el asalto del Ejército
Rojo en Manchuria del 9 de agosto y el rápido avance a través de las
débiles defensas japonesas lo que llevó a Japón a pedir la paz
inmediatamente.
Truman y su asesor de confianza, el Secretario de Estado James Byrnes
creían que la bomba atómica mantendría a raya a los rusos en la Europa
del Este. El lanzamiento de las bombas atómicas dio comienzo a la Guerra
Fría. No fue necesario que se llegara al final de la Segunda Guerra
Mundial.
Durante la Conferencia de Teherán de 1943, Stalin decidió que la Unión
Soviética entraría en guerra contra Japón después de que Hitler fuese
derrotado. En la conferencia de Yalta de 1945 Stalin accedió a entrar en
la guerra contra Japón dentro de los tres meses siguientes al final de
la guerra en Europa. La invasión soviética comenzó el 8 de agosto de
1945, exactamente tres meses después de la rendición alemana el 8 de mayo.
El inicio de la invasión se produjo entre los bombardeos atómicos de
Hiroshima, el 6 de agosto y de Nagasaki el 9 de agosto. En palabras del
General de las Fuerzas Aéreas Claire Chennault: “La entrada de Rusia en
la guerra contra Japón fue el factor decisivo en la declaración del fin
de la misma y habría sido así incluso si no se hubiesen arrojado las
bombas atómicas.” Un examen de los archivos históricos japoneses
confirma este punto. Es censurable que el Ejército de EE.UU. omita un
debate más a fondo sobre la función fundamental de la Unión Soviética en
el logro del fin de la guerra.
“Truman estaba preocupado por las crecientes bajas en el Pacífico
mientras las fuerzas Aliadas se acercaban a las islas japonesas.
Impulsado por el código del guerrero Bushido, los japoneses estaban
dispuestos a resistir hasta el último aliento y dispuestos a morir antes
que rendirse”.
Truman supo una semana antes de Potsdam que el emperador de Japón había
intervenido para intentar poner fin a la guerra y que se habían
producido varios intentes de firmar la paz anteriormente. Japón estaba
preparado para rendirse, siempre que pudiesen salvar a su emperador,
pero Truman tenía dos bombas atómicas y estaba dispuesto a usarlas como
una especie de tiro de advertencia a los soviéticos, cuando la Europa de
posguerra estaba tomando forma. El general Douglas MacArthur lo entendió
de esta manera. “La guerra podría haber terminado semanas antes, dijo,
si Estados Unidos hubiese llegado a un acuerdo, como hizo más tarde de
todos modos, sobre el mantenimiento de la institución del emperador”.
El coronel Charles Bonested, Jefe del Departamento de Política de la
División de Operaciones de Guerra, describió de forma conmovedora la
situación del verano de 1945, “Los pobres desgraciados japoneses estaban
sembrado Rusia de antenas.”
“El Estado Mayor Conjunto le dijo a Truman que podrían morir mas de un
millón de norteamericanos y un número aún mayor de japoneses dependiendo
de las islas de origen.”
Esto es falso. No existe ningún registro de los jefes de personal donde
se estudie formalmente la decisión y nunca se hizo ninguna recomendación
oficial al Presidente, según Alperovitz. Además, el Estado Mayor
Conjunto nunca dijo que hubiese estado involucrado. El cálculo de un
millón de muertos como consecuencia de una (innecesaria) invasión
norteamericana es una mentira absoluta. Tiene su origen en un artículo
de Harper´s de 1947 escrito por el Secretario de Guerra Stimson. Stimson
se inventa el número. No tiene base ni un ápice de evidencia histórica.
Por su parte, el Presidente Truman eligió al azar el número de vidas
norteamericanas supuestamente salvadas gracias al lanzamiento de las
bombas atómicas. Más tarde comentó: “se me ocurrió que un cuarto de
millón de la flor de nuestra mocedad valía el precio de un par de
ciudades japonesas, y todavía pienso que así era y así es”. También
dijo: “pensé que 200.000 de nuestros jóvenes se salvarían al tomar esa
decisión”.
La posición japonesa había empeorado en el verano de 1945. Ellos estaban
tratando de rendirse, ya que estaban derrotados. Según el general de
brigada Carter W. Clarke, “Les obligamos a una abyecta rendición por el
hundimiento acelerado de la marina mercante y el hambre, y cuando no
debíamos hacerlo, y sabíamos que no era necesario hacerlo, y ellos
sabían que nosotros sabíamos que no había necesidad de hacerlo, les
usamos para hacer experimentos con dos bombas atómicas”. El comandante
en Jefe de las Fuerzas Aéreas del Ejército de EE.UU. Henry H. “Hap”
Arnold vio la situación desde el aire. “La posición japonesa era
desesperada ya antes de arrojar la primera bomba atómica, porque los
japoneses habían perdido el control de su propio espacio aéreo.”
“En agosto de 1945, EE.UU. tenía dos bombas nucleares en su arsenal. El
6 de agosto de 1945, el Enola Gay dejo caer la primera bomba atómica
sobre Hiroshima. Más de 140.000 japoneses murieron en la explosión y un
número incontable murió a causa de los persistentes efectos de la
radiación. El 9 de agosto de 1945, fue arrojada una segunda bomba
atómica sobre la ciudad de Nagasaki. Al día siguiente, 10 de agosto de
1945, Japón indicó que estaba dispuesto a la rendición sin condiciones.”
Japón había venido indicando su “deseo de rendirse” durante algún tiempo
antes de que le lanzaran dos bombas atómicas. Los japoneses cedieron
finalmente a los términos que les imponían los aliados para la rendición
porque los soviéticos habían invadido Manchuria el día anterior.
Todos los altos mandos militares norteamericanos se rebelaron contra la
decisión de Truman de lanzar las bombas atómicas. No pudieron ver nunca
su necesidad desde el punto de vista militar. Es incomprensible que el
Ejército de nuestros días se sienta obligado a desmentir a sus grandes,
líderes históricos que entendieron el papel de los militares en relación
a sus superiores políticos. El Comandante de la Fuerza Aérea Estratégica
del Ejército de EE.UU., general Carl Spaats comprendía la separación
entre el mando civil y el militar. Él dijo: “El lanzamiento de la bomba
atómica fue obra de un militar bajo órdenes militares. Se supone que
debemos llevar a cabo esas órdenes y no cuestionarlas. Pero esa fue una
decisión puramente política. No fue una decisión militar…”
Los altos oficiales navales se unieron al coro. El almirante William D.
Leahy, jefe del Estado Mayor Presidencial, dijo que “El uso de este arma
bárbara en Hiroshima y Nagasaki no significó una ayuda material en
nuestra guerra contra Japón. Los japoneses ya estaban derrotados y
listos para rendirse.”
El almirante Chester W. Nimitz, comandante en jefe de la Flota del
Pacífico se hizo eco de los sentimientos de sus compañeros, “Los
japoneses, de hecho, ya habían pedido la paz… La bomba atómica no jugó
ningún papel decisivo desde un punto de vista puramente militar en la
derrota de Japón.”
“Truman nombró una comisión para evaluar el uso de la bomba atómica. El
Comité Interino examinó varias opciones, incluyendo una demostración en
la bahía de Tokio, pero para Los Álamos no había certeza de que el
dispositivo explotara. Para no perder un valioso activo de guerra y para
hacer hincapié en su poder destructivo, el comité recomendó lanzar la
bomba atómica sobre una ciudad.”
El Secretario de Estado James Byrnes, representante personal de Truman
en el Comité Interino, era el miembro más influyente de la comisión y
condujo la política en el sentido de utilizar la nueva arma sin previo
aviso, en una ciudad japonesa. Fue Byrnes quien vio la bomba como un
instrumento altamente prometedor para mantener a los soviéticos a raya
en la era posterior a la guerra.
Los jóvenes impresionables de secundaria están en el extremo receptor de
esta propaganda despreciable. Es pasmosa la facilidad con que los
autores de los libros de texto del Ejército despachan un cuarto de
millón de vidas.
Las consideraciones sobre la decisión de lanzar la bomba en el texto
JROTC terminan con lo siguiente:
“Al pensar en las decisiones éticas que afectaron a la historia de
EE.UU. y el mundo, traten de imaginar cómo habría cambiado la historia
si la bomba atómica no hubiese sido lanzada sobre Japón durante la
Segunda Guerra Mundial. ¿Hubiera durado la guerra mucho más? ¿Hubiera
vuelto a ser atacado EE.UU. por los japoneses, como lo habían hecho en
Pearl Harbor el año anterior?
Debido a que la Unión Soviética había declarado la guerra a Japón el 8
de agosto, ¿cree que miles de soldados soviéticos y norteamericanos
habrían perdido la vida?”
Basándose en la información contenida en el libro de texto JROTC,
resulta “claro” para los estudiantes estadounidenses de secundaria que
la guerra se habría prolongado indefinidamente si no hubiésemos lanzado
la bomba. Tuvimos que destruir Hiroshima y Nagasaki para evitar que los
japoneses volvieran a atacar a EE.UU. como lo hicieron en 1944 y tuvimos
que hacerlo para salvar vidas estadounidenses y ¡soviéticas¡
Las clases JROTC son desarrolladas e impartidas por instructores del
ejército mayores (SAIs) e instructores asistentes (AIs). Aunque los SAIs
tienen títulos universitarios, son habitualmente maestros no titulados
por el Estado. Los IAs deben ser retirados del ejército y pueden ser
contratados con un diploma de escuela secundaria, siempre que ganen un
título de asociado en cinco años. AIs son los no-profesionales a quienes
se les permite impartir instrucción a los estudiantes en un aula en la
mayoría de los estados de todo el país.
Los funcionarios de la escuela pública rara vez ejercen su control sobre
el contenido curricular del programa JROTC o la cualificación
profesional de sus instructores. Ya es hora de que lo hagan.
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* Pat Elder es Director de la Coalición Nacional de Protección de la
Privacidad del Estudiante. Una organización que lucha para prohibir la
transmisión automática de información sobre los estudiantes de
Secundaria de todo el país a los servicios de reclutamiento militar.
Fuente:
http://www.informationclearinghouse.info/article35735.htm