La solución del uno por ciento

 

Por Paul Krugman, ZNet The Spirit of Resistance Lives
Traducción de Enrique Prudencio para Zonaizquierda.org

Los debates económicos raramente terminan con un “cuídate mucho”. Pero en los debates de la gran política de los últimos años hemos visto que Keynesianos - que abogan por el mantenimiento, o más bien por el incremento, del gasto público en situaciones de recesión -, y doctrinarios de la austeridad, que exigen recortes inmediatos del gasto del Estado, aproximaban mucho sus posiciones (al menos en la esfera de las ideas). En este punto, la posición de los partidarios de la de la austeridad ha hecho implosión, no solo han fracasado por completo sus predicciones en el mundo real, sino que la investigación académica que se invocaba para apoyar esa predicción ha resultado estar plagada de errores, omisiones y dudosas estadísticas.

Sin embargo, siguen sin ser contestadas dos importantes preguntas. Primera, ¿cómo ha llegado a tener tanta influencia la doctrina de la austeridad, en primer lugar? Y la segunda, ¿va a cambiar radicalmente ahora que los puntos cruciales que sustentaban la doctrina ha habido que tirarlos a la basura?

Sobre la primera cuestión: el dominio que ejercen los partidarios de la austeridad en círculos influyentes debe molestar a cualquier persona que le guste creer que la política está basada en la evidencia contrastada, e incluso fuertemente influenciada por dicha evidencia. Después de todo, los dos estudios principales que proporcionan la supuesta justificación intelectual a la austeridad (el de Alberto Alesina y Silvia Ardagna sobre “austeridad expansionista” y el de Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff sobre la deuda peligrosa “umbral” en el 90% del PIB) chocaron con una crítica fulminante apenas salieron a la luz.

Y los estudios no se sostienen bajo escrutinio. A finales de 2010, el Fondo Monetario Internacional reelaboró el estudio Alesina-Ardagna con mejores datos y han resultado invertido sus resultados, al tiempo que muchos economistas plantearon cuestiones fundamentales sobre el estudio Reinhard-Rogoff mucho antes de que nos enterásemos del famoso error de Excel. Mientras tanto, los acontecimientos del mundo real – estancamiento en Irlanda, el niño del cartel original por la austeridad, la reducción de las tasas de interés en Estados Unidos, que se suponía que estaba enfrentado a una crisis fiscal inminente – han hecho de las predicciones de los teóricos de la austeridad una estupidez sin ningún sentido.

No obstante, la austeridad ha mantenido e incluso reforzado su control sobre la opinión de la élite. ¿Por qué?

Parte de la respuesta radica sin duda en el deseo generalizado de ver la economía como una obra de teatro moralista, para que resulte una historia de excesos con sus consecuencias. Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, cuenta la historia, y ahora nos toca pagar el precio de nuestros excesos. Los economistas pueden explicar hasta el hastío que esto es un error, que la causa de que tengamos un altísimo desempleo no es que hayamos gastado demasiado en el pasado, sino que estamos gastando demasiado poco en el presente, y que este problema se puede y se debe resolver. No hay manera; mucha gente tiene una sensación visceral de que hemos pecado y debemos buscar la redención a través del sufrimiento. Y ni los argumentos de los economistas, ni la observación de que la gente que ahora está sufriente no es en absoluto la misma que pecó durante los años de la burbuja, hacen mella alguna.

Pero no se trata sólo de una cuestión de emociones frente a lógica. No se puede entender la influencia de la doctrina de la austeridad sin hablar de clases y desigualdad.

¿Qué es después de todo lo que la gente le pide a la política económica? La respuesta es que depende de las personas a las que pregunte, una cuestión documentada en una reciente investigación realizada por los científicos políticos Benjamin Page, Larry Bartels y Jason Seawright . El estudio compara las preferencias políticas de los ciudadanos comunes con las de los muy ricos, y los resultados nos abren los ojos como platos.

Así, el ciudadano medio está algo preocupado por el déficit presupuestario, lo cual no es de extrañar dado el constante bombardeo con historias de miedo del déficit en los medios de comunicación, pero los ricos, por amplia mayoría, consideran el déficit como el problema más importante al que nos enfrentamos. ¿Y cómo debe ser reducido el déficit presupuestario? Los ricos son favorables a recortar el gasto estatal en sanidad y seguridad social – es decir, “derechos” - mientras que el público en general desea que se eleve la tasa de gasto en esos programas.

Captamos la idea: la agenda de la austeridad se parece mucho a la expresión de las preferencias de las clases altas, disfrazadas de rigor económico. Lo que el uno por ciento de arriba quiere se convierte en lo que la ciencia económica dice que debemos hacer.

¿Sirve realmente una depresión económica continua a los intereses de las élites financieras? Resulta dudoso, dado que una economía en auge es buena para casi todo el mundo. Pero lo que es cierto, sin embargo, es que los años transcurridos desde que giramos a la austeridad han sido espantosos para los trabajadores, pero no lo han sido en absoluto para los adinerados, que se han beneficiado del crecimiento del lucro y la subida del precio de las acciones, incluso cuando se encona el desempleo de larga duración. Podría ser que el uno por ciento no quisiera realmente una economía débil, pero se les está dando lo bastante bien como para superar sus prejuicios.

Y esto le lleva a uno a preguntarse ¿va a haber realmente alguna diferencia tras el colapso intelectual de la posición de los defensores de la austeridad? En la medida en que tengamos la política del uno por ciento, por el uno por ciento y para el uno por ciento, no veremos más que nuevas justificaciones para la misma vieja política?

Espero que no, me gustaría creer que las ideas y la evidencia sí importan, por lo menos un poquito. De lo contrario, ¿qué estoy haciendo con mi vida? Pero creo que vamos a ver cuánto cinismo puede ser justificado.


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Fuente: http://mobile.zcommunications.org/the-1-percent-s-solution-by-paul-krugman


 

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