En la cuerda floja.

La siguiente batalla de la revolución egipcia

Por: Martin Margolis, COUNTERPUNCH
Traducción: Enrique Prudencio para Zona Izquierda

Los informes de prensa occidentales sobre los últimos acontecimientos de Egipto, se han enmarcado casi invariablemente en una narrativa simple que ha logrado incorporar la gama completa de tropos orientalistas sobre el Medio Oriente. Un régimen militar hambriento de poder manipulando la ingenuidad de la “calle árabe” a fin de asegurarse su lealtad incondicional mientras que aplasta cualquier intento de oposición mediante un brutal despliegue de fuerza. Los enfrentados con el ejército son los partidarios del depuesto presidente Mohamed Morsi, cuyo fanatismo religioso hace que sean reacios a aceptar cualquier compromiso que no sea el retorno de Morsi a la presidencia. Para ello están totalmente dispuestos a arriesgar sus propias vidas en una lucha a muerte hasta conseguirlo. Además asoma en el horizonte el fantasma del fanatismo religioso violento, que no quedará saciado hasta que la ira desatada en las filas de la Hermandad no diga basta. Concienzudos observadores de Egipto se encuentran en la cuerda floja tratando de interpretar y darle sentido a los acontecimientos recientes con el fin de trazar el camino a seguir. Dos veces en las últimas semanas el ejército egipcio y la policía abrieron fuego de forma indiscriminada contra manifestaciones multitudinarias. Si bien no se conoce con exactitud lo que precipitó el uso de las armas, resulta imposible imaginar que las multitudes representaran una amenaza que justificase esta respuesta violenta, por lo que estos actos brutales merecen ser condenados. Sin embargo, enmarcar esta condena dentro de una narrativa tan simplista, no revela el hecho de que la Hermandad Musulmana es una organización altamente disciplinada y centralizada. Pero estos informadores de prensa se permiten obviar la necesidad de averiguar por qué esta organización continúa persistiendo inútilmente en sus tácticas de confrontación violenta, que no sirven para ningún propósito que no sea el de fomentar cada vez mayor violencia.

Desde la remoción de Muhammad Morsi de su cargo el pasado 3 de Julio, sus partidarios han tratado de hacer frente a los manifestantes anti-Morsi en numerosas ocasiones, mediante la táctica antipopular de bloquear las calles principales de Egipto y arrojar piedras, cócteles molotov y fuego real de escopetas y otras armas contra el ejército egipcio. Los propios dirigentes de la Hermandad Musulmana no han dejado de incitar activamente el uso de la violencia por parte de sus seguidores, llegando incluso a llamar al martirio con acusaciones públicas de que los opositores a Morsi son enemigos del Islam, herejes y apóstatas. El hecho de que estas tácticas hayan alienado aún más a la organización de la corriente mayoritaria de la sociedad egipcia y enviado a sus militantes de base a la muerte no ha hecho más que aumentar las sospechas de que la Hermandad está tratando consciente y deliberadamente de provocar la violencia en beneficio propio o para sus propios fines. La voluntad mostrada por los dirigentes de la Hermandad de sacrificar las vidas de sus propios miembros, se expresa de forma sucinta en una entrevista reciente con Gehad al-Haddad, portavoz de la organización. Según al Hadad los miembros de la Hermandad “no son como los activistas de plaza Tahrir”. Cuando la gente en Rabaa (donde se concentran para protestar los miembros de la Hermandad Musulmana) escuchan los disparos, corren hacia las armas que disparan, no para huir de ellas”. Lo que explica que la mayoría de los manifestantes muertos por arma de fuego habían recibido los disparos en la cabeza y en el pecho.

Desde el 3 de julio, miembros golpistas de la Hermandad han hecho pleno uso de los tropos orientalistas de la incipiente ira musulmana con el fin de impulsar la narrativa de que Egipto se va a sumergir en el caos si no se sacian los impulsos fanáticos de sus miembros. En una grabación de audio del final de la conversación entre Morsi y el jefe de las fuerzas armadas egipcias, general Al Sissi, Morsi advierte de que si es cesado “estallará una guerra (en la calle) y vamos a ver quien la gana”. Durante la breve permanencia de Morsi en la presidencia, la Hermandad mostró repetidamente su voluntad de utilizar la violencia callejera como instrumento político. Cuando los oponentes a la Constitución propuesta por Morsi realizaron una sentada no violenta frente al palacio presidencial de El Cairo en diciembre pasado, fueron dispersados violentamente por los partidarios de la Hermandad. Después de la primera ronda de votaciones para el referéndum constitucional de Egipto, los salafistas, principales aliados de Morsi, irrumpieron en la sede del partido Wafd de Egipto, que había sido portavoz en la oposición a la Constitución. A medida que la fuerza del movimiento “Tamarud” (revélate) se hizo evidente en las semanas previas al 30 de junio, se exhortó públicamente a los seguidores de Morsi a “machacar” a los manifestantes que pedían elecciones presidenciales anticipadas y la dimisión del presidente. Desde el 3 de julio esta propensión a la violencia no ha dejado de manifestarse, al tiempo que los sospechosos de ser “infiltrados” en las manifestaciones de la Hermandad han sido objeto de tortura, mutilaciones y asesinato.

La intransigencia de la dirección de la Hermandad, al negarse a aceptar cualquier compromiso, junto con la continuación de su disposición al uso de la violencia, parece haber alejado a algunos de sus miembros de base. Un grupo de jóvenes activistas organizados dentro de la propia Hermandad Musulmana, ha anunciado su deserción, no de la organización, sino de la actual dirección, a la que denuncian por exponer a la muerte a los militantes de base y por “privarles de la oportunidad de luchar políticamente por medios pacíficos”.

No se trata de justificar las acciones del ejército egipcio y las fuerzas de seguridad del Estado. Sin embargo, los observadores dentro y fuera de Egipto deben abordar las dos partes del problema si se desea encontrar alguna salida real a la situación. La presión pública ha de ser ejercida sobre el ejército y la dirección de la Hermandad Musulmana para que acepten que los manifestantes no violentos tienen derecho a hacer oír su voz. Un hecho preocupante entre algunos de los opositores de Morsi es el castigo general como terroristas que reciben de miembros de la hermandad y la solicitud del ejército de apoyo público para la “guerra contra el terrorismo”.

Afortunadamente, la mayoría de los opositores más acérrimos de Morsi dentro del campo revolucionario, denuncia el retorno de los métodos autoritarios a los que la revolución egipcia se ha opuesto firmemente desde enero de 2011, incluso si se utilizan en contra de sus adversarios. El Movimiento Tamarud, que asiduamente denunció la violencia, mientras unían a la sociedad egipcia en una campaña de recogida de firmas a favor de nuevas elecciones (cuyo número superó muy ampliamente el número de votos obtenidos en las urnas por Morsi para la presidencia) y que ha realizado las manifestaciones más multitudinarias de la historia de Egipto, se ha pronunciado a favor del derecho de la Hermandad a utilizar estos mismos métodos para hacer oír su voz. A tal efecto, Tamarud ha invitado a terceros para busquen y retiren las armas, tanto a los manifestantes a favor como en contra de Morsi, con el fin de eludir en esta tarea tanto la intervención del ejército como la de la dirección de la Hermandad, llamando al mismo tiempo al diálogo a los jóvenes activistas que apoyan a Morsi. Si la revolución egipcia es hacer realidad los ideales por los que no ha dejado de luchar, estas iniciativas deben ser apoyadas por las dos partes en conflicto. Y los observadores deben profundizar más allá de las narrativas simplistas en las que se ha enmarcado el conflicto.

_______________

 

* Martin Margolis es doctorando en filosofía, actualmente investigando en El Cairo para su tesis doctoral sobre historia de Egipto.

Fuente: http://www.counterpunch.org/2013/07/31/the-egyptian-revolutions-next-struggle/

 


 

Zona Izquierda  © 2005