En busca de la tercera ola.


Tamarud (rebelión) detalla la forma en que los líderes movilizan a las masas para exigir la salida del depuesto presidente Mohamed Morsi, quien finalmente ha sido derrocado por el ejército egipcio.

Por: Mai Shams El-Din, Al Jadaliyya

Traducción: Enrique Prudencio para Zona Izquierda


El derrocamiento del presidente Morsi, líder de la Hermandad Musulmana, ha dejado a la nación profundamente dividida en dos facciones que popularmente se definen como “fascista” una y como “terrorista” la otra. Estos últimos acusan a los primeros de ponerse del lado de los militares contra los islamistas, mientras que los primeros acusan a los islamistas de ser inherentes amantes de la violencia.

En el proceso están surgiendo nuevos grupos que esperan crear una tercera ola en este callejón sin salida, aunque no sin sus propias dificultades y divisiones.

Un grupo de revolucionarios que no tiene afinidad con ninguno de los dos bandos, ha iniciado un proceso de reflexión y debate en Facebook con un grupo denominado “Continuar la revolución ahora; no mañana.”

Sobre Egipto planea la amenaza de ser arrastrado a una situación crítica que pone en peligro las reivindicaciones de la revolución del 25 de enero, corriendo el riesgo de caer incondicionalmente bajo el gobierno militar.

El punto de partida de la discusión ha sido una Declaración escrita por miembros de uno de los grupos, referente a la fuerte presencia de los militares en la transición actual y especialmente su “intervención en el proceso político para imponer el itinerario para la transición a un sistema democrático, que parecía ser satisfactorio para algunos sectores del pueblo egipcio”.

“Egipto se encuentra ahora bajo la amenaza de ser arrastrado a situaciones críticas que ponen en peligro las reivindicaciones de la revolución de 25 de enero, con la trampa de caer incondicionalmente bajo el gobierno militar”, decía la Declaración.

El grupo también estaba preocupado por la continua demonización de los Hermanos Musulmanes, que estaría vulnerando principios jurídicos fundamentales, incluida la dignidad del ser humano. “Esta Declaración fue leída por algunos para marcar una posición moral, pero fueron pocos los revolucionarios que la apoyaron como punto estratégico importante para sentar las bases de la democracia.

Mermeen Bedair, un dermatólogo francamente crítico con la Hermandad, declaró a Masr Madda que la Declaración resultaba muy provocativa en su rechazo a las críticas a la Hermandad, teniendo en cuenta que el grupo islamista presuntamente había cometido masacres en Manial, Bin al-Sarayat y Sidi Gaber.

“No se hace mención alguna a la necesidad de castigar a aquellos que perpetraron estas masacres. Sencillamente no entienden lo que significa rechazar la satanización de la Hermandad si insisten en demonizarse a sí mismos con sus acciones”, argumenta.

Han estallado enfrentamientos entre los manifestantes de la Hermandad Musulmana que reivindicaban la reposición de Morsi en la presidencia, y residentes de los barrios circundantes durante el mes pasado, en los que han muerto docenas de personas. Por otro lado, en los choques entre los Hermanos Musulmanes y la policía también se han perdido diez vidas.

Otro aspecto la Declaración que ha sido muy criticado, ha sido el llamamiento a elecciones presidenciales y parlamentarias anticipadas, antes de redactar la constitución, debido a una “polarización que no allana el camino para redactar una Constitución democrática y conciliatoria.”

La Declaración se opone al plan de trabajo de los militares, que establece la formación de un comité jurídico para estudiar los artículos en disputa de la Constitución de 2012 aprobada durante la presidencia de Morsi.

“El proceso de redacción de la Constitución” debe realizarse mediante procedimientos democráticos y con amplia participación, que no excluyan por cuestiones políticas, intelectuales, religiosas o raciales” se lee en la Declaración.

Para los críticos como Bedair, este procedimiento “nos conduce a los errores del pasado”.

“¿Para qué vamos a insistir en entregar el país de nuevo a un presidente y a un parlamento sin poderes definidos? ¿Por qué se nos pide otra vez darle la confianza a un presidente cuyos poderes desconocemos? Primero la constitución, para que podamos tener un presidente cuyos poderes estén bien definidos.”

“Si quienes han firmado la Declaración creen que la nación está tan polarizada para no poder redactar una Constitución, estamos en una situación adecuada para unas elecciones?” Se pregunta.

Uno de los asuntos que más dividen a los ciudadanos desde la revolución del 25 de Enero es si deben celebrarse antes las elecciones o si debe redactarse antes la Constitución. Los islamistas se movilizan por la primera opción con la esperanza de controlar el parlamento y subsecuentemente también el proceso de redacción de la Constitución, dicen algunos analistas.

El economista Tamer Wageeh, que contribuyó a redactar la Declaración, declaró a Mada Masr que están justificados los temores de un retorno de la Junta Militar al poder.

“Prefiero que gobierne el país un gobierno elegido por los ciudadanos, en vez de una Junta Militar”, dice Wageeh, defendiendo la necesidad de elegir los cuerpos legislativo y ejecutivo antes de redactar la constitución.

Para él y muchos otros, la fuerte presencia política de los militares significa esencialmente la exclusión de otras voces.

“Hemos estado culpando a la Hermandad por excluir a todas las fuerzas políticas al redactar la constitución; ahora, algunas de las fuerzas seculares quieren hacer lo mismo”, afirma.

Por reconciliación, Wageeh entiende, una reconciliación que esté informada por la justicia, no por la religión.

“Decimos que una justicia acordada por todos está por encima de lo demás; subrayamos la necesidad de una investigación de todos los crímenes cometidos, después viene la reconciliación”, explica, añadiendo que algunos grupos seculares están utilizando una retórica fascista contra la Hermandad que podría complicar aún más la situación.

“Aquí no se trata de pedir perdón”, subraya.

Así es como se denomina otra iniciativa “Para no repetir los errores del pasado: justicia antes de la reconciliación”. Fue fundada con una declaración que subraya la necesidad de un sistema bien definido de la justicia de transición en el que se investiguen debidamente todos los crímenes del ex presidente Hosni Mubarak, la Junta Militar y la Hermandad.

“Nadie que desee lo mejor para este país puede estar en contra de la reconciliación y la inclusión, pero estamos en contra de sacar estos términos de sus contextos. Sin justicia, no hay reconciliación. Sin igualdad, no hay reconciliación. No tiene sentido llamar a la reconciliación sin poner antes fin al uso de la violencia por parte de la Hermandad, mientras llama a la intervención internacional y a la deserción de las filas del ejército”, dice la Declaración.

Se están recogiendo firmas en torno a un documento reivindicando la inclusión de un artículo en la nueva Constitución que reconozca los delitos de todos los gobernantes y servidores del Estado desde 1981, cuando Mubarak subió al poder. El documento también reivindica la puesta en vigor de una batería de leyes para la justicia de transición, la reforma de la policía y el final de del enjuiciamiento de civiles por los militares.

También se vislumbran preocupaciones en torno a la posible exclusión de la política de la Hermandad Musulmana por parte del Estado, mediante las tradicionales medidas represivas de este.


Aly al-Reggal, académico y columnistas, piensa que la represión es sencillamente insostenible, mientras que un clima de libertades sería suficiente para poner fin a los delitos de la Hermandad. Escribe que si la victimización es el principal motor de la organización de la Hermandad, se puede neutralizar abriendo de par en para el campo de la política.

“Un año de libertad fue suficiente para terminar con una organización que se las ha arreglado para sobrevivir sesenta años de represión”, dice, en referencia a la autodestrucción del gobierno de la Hermandad durante la presidencia de Morsi.

Reggal añade que fue el pueblo el que puso fin a la leyenda de los Hermanos Musulmanes en Egipto, pero la Hermandad está avanzando en una narración que se trata de una historia escrita por los generales “porque, al igual que el Estado, no pueden admitir que ellos fueron golpeados por las familias y los jóvenes.” Según Reggal, para evitar esta dinámica, la lucha no se les puede delegar a los militares.

“La hermandad no quedará desactivada a menos que sea totalmente derrotada y separada de las redes internacionales que la apoyan, y funcione como todo el mundo”, insiste.

En cuanto a Younis, su idea es no permitir al Estado la represión ciega de los Hermanos, sino regular el control del grupo. “Así que el lema resultaría ser “no delegación sin representación” o “no delegación sin un nuevo contrato social”, concluye.

Pero Wageeh cuestiona la posibilidad de negociar estas condiciones con un rival como el Ejército.

La actual situación brinda la oportunidad a los militares de crear un Estado de McCarthismo en que prevalezca el discurso de “ninguna voz se elevará por encima de la voz de la batalla”, dice prudente.

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Fuente: http://www.jadaliyya.com/pages/index/13345/in-search-of-the-third-wave
 


 

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