A
CHARLIE HEBDO
Ilustración y texto de O COLIS
para Zonaizquierda.org
Aunque matar en nombre de Alá hace de Alá colaborador necesario para el
asesino en cada uno de los asesinatos que se perpetran en su nombre, se
han perpetrado o se perpetrarán, el responsable es el que asesina, el
ejecutor. Pero, como diría el desaparecido José María Aznar, hay
instigadores, urdidores, contratadores, ideólogos, que instan, instigan,
urden, contratan, manipulan, aleccionan o fanatizan a imbéciles
asesinos, aunque no creo que el ideólogo de FAES se refiriera a santas
urdimbres o designios de la Divina Providencia, ni a Dios, Yahveh, o
Alá, ni tampoco a la Triada Capitolina; quizá, si fuera el caso...
podría ser que se refiriera a los funestos designios de Alá o Mahoma, en
realidad ya lo hizo en alguna ocasión. Ahí están entre nosotros,
ayudando al asesino a encontrar al asesinado o señalando a las personas
a las que han de odiar por delegación usufructuaria del supuesto odio
divino, o quizá sólo eliminar sin odio, simplemente por mandato u
obediencia debida, en nombre de cualquier cosa donde les duela a los
asesinos (patria, Dios, honor o propiedad, etc.) o, si fuera necesario,
simplemente pagándoles lo suficiente para que se animen a asesinar.
Generalmente, este tipo de asesinos creen estar en posesión y
comunicación directa con Verdades Absolutas, por lo que no atienden (ni
atendieron nunca) a leyes ni razones mundanas, humanas, porque ellos se
sienten, se sintieron y se sentirán por encima de eso.
La irrupción ayer de alguno de estos cabrones, cobardes e imbéciles
asesinos en el boulevard Richard Lenoir de París, armados con Verdades
Absolutas indignadas (y con fusiles Kaláshnikov por si la divinidad les
olvidaba justo ahí) para arremeter contra los que se encontraban en ese
momento en la redacción del semanario Charlie Hebdo, responde a este
argumento urdido en este caso por la venganza de Alá y comunicado por
Mahoma en las mentes delirantes de estos descerebrados que asesinaron a
Stéphane Charbonnier (Charb), Bernard Verlhac (Tignous), Jean Cabut (Cabu),
Georges Wolinski, Bernard Maris, Franck D., Ahmed Merabet, Michel
Renaud, y a otras cuatro personas más de cuyos nombres no me he
enterado, y pocas horas después, en la secuela sangrienta han muerto más
personas... De los nombres de los posibles asesinos que vociferaban que
Alá es el más grande mientras disparaban, sí que me he enterado, nos
hemos enterado todos, pero yo no quiero recordarlos.
Otra cosa sería señalar a esos instigadores -en este caso o en cualquier
otro caso-, urdidores, contratadores, manipuladores, ideólogos, que
instan, instigan, urden, contratan, aleccionan, manipulan, arman y
fanatizan a imbéciles asesinos, precisar quiénes son y por qué lo hacen,
en esto ya no sería tan fácil que nos pusiéramos de acuerdo, pero para
que la mezcla de componentes resulte asesina habría que (al menos
supongo que estamos de acuerdo en esto) combinar patrias, dioses,
honores y propiedades, derechos, tratados, armas, delirios y
fanatismos... para lograr que los asesinos gritaran sus oraciones
mientras asesinan. Francia, como todos los países del mundo, ha sufrido
a través de la historia el rigor de la intolerancia religiosa y de los
descerebrados fanáticos asesinos, Voltaire escribió un libro, Traité sur
la tolérance à l’occasion de la mort de Jean Calas, que trataba de la
intolerancia del catolicismo oficial francés, a propósito de la familia
de Jean Calas y de su tortura, muerte, descuartizamiento y quema de
restos. Entre los innumerables casos de rigor fanático del catolicismo
francés es famoso también el de la familia del protestante Pierre-Paul
Sirven contra el que se dictó sentencia condenando al padre a morir en
la rueda, a la madre, en la horca y suponía el destierro perpetuo de las
hijas, además de la confiscación de todos los bienes. Más tarde, la
familia al completo fue quemada en efigie en Mazamet. Francia considera
símbolo de la intolerancia religiosa del cristianismo católico a
François Jean Lefebvre, chevalier de La Barre, conocido por haber sido
torturado, decapitado y quemado en la hoguera por no haberse quitado el
sombrero al paso de una procesión y por haber dicho entre amigos (según
sus enemigos) frases consideradas blasfemas.
En el Concilio de Elvira se condenó más o menos definitivamente la quema
de sinagogas y la persecución y asesinato de judíos, cuyo único delito
era ser judíos (Lutero realimentó siglos después ese odio antijudío),
pero sigue habiendo en el santoral cristiano santos personajes cuyo
único mérito fue quemar sinagogas y asesinar judíos, en venganza por la
muerte de Jesucristo. Antes que Alá, el Yahveh de los judíos y el Dios
de los cristianos fueron también para los fanáticos descerebrados
asesinos, colaboradores necesarios de los asesinatos en su nombre.
Hoy, la autonombrada “civilización occidental” manipula a los
“incivilizados no occidentales” y a sus territorios, para señalarlos,
acotarlos y mantenerlos a raya, o para quedárselos y explotar sus
yacimientos y recursos. Y de la misma manera que Napoleón trató de
instaurar a los monarcas europeos para que sirvieran a sus planes
geopolíticos (y lo consiguió en gran parte, ahí siguen casi todos
ellos), de la misma manera el imperio occidental ha colocado y defendido
durante más de cien años (allí en donde tiene intereses económicos, que
los tiene por todas partes) a sátrapas y dictadores. En los países
árabes ha alentado el fundamentalismo antisocialista tratando de
desbaratar el panarabismo laico; alimenta al perro de presa sionista
israelí y cuida de su caseta de perro; ha fomentado el latrocinio y el
desacuerdo como forma de diplomacia y ha ido consiguiendo que los no
occidentales se aferren a lo único de lo suyo que el imperio desprecia,
el islamismo.
Cuanto más claro sea el fanatismo musulmán más definido estará el
enemigo. Pero resulta que el islamismo ha llegado a la civilización
occidental con los inmigrantes (de la misma manera que el cristianismo
llegó a las Hispanias y al orbe romano con los ejércitos invasores), que
generaciones después ya no son inmigrantes, sino ciudadanos de pleno
derecho del mundo occidental y entre ellos hay fanáticos e imbéciles y
asesinos, vengadores de agravios consuetudinarios o de ofensas actuales
y contractuales.
Precisamente para tratar de ayudar a señalarlos yo también escribo y
dibujo... pero me temo que no todos señalamos en el mismo sentido.