Esta semana ha sido
revelado el contenido de una carta enviada al Ministerio de Trabajo
griego por la llamada troika –el Fondo Monetario Internacional, la
Comisión Europea y el Banco Central Europeo–, que deja muy claro que la
clase trabajadora europea se encuentra en la encrucijada. La élite
financiera está exigiendo un asalto decisivo a los derechos adquiridos
por clase trabajadora a lo largo del siglo veinte.
Unos 150 años
después de las primeras luchas por la jornada de cuarenta y ocho horas y
un siglo después de la introducción de la semana de 5 días laborables,
la troika exige que los trabajadores griegos trabajen 6 ó 7 días a la
semana por salarios de subsistencia, o que ni siquiera alcanzan para
vivir. A este fin, la Troika requiere mayores recortes del ya mísero
salario mínimo (586 euros al mes) y dotar de nuevos poderes a los
empresarios para despedir a los trabajadores.
La carta de la
troika indica cínicamente que sus medidas combatirán el desempleo
masivo, cuando de hecho el actual nivel record del 30% de desempleados
de Grecia es el resultado de las medidas de austeridad impuestas por la
troika, que han devastado la economía griega. La carta de la troika deja
claramente implícito que la clase capitalista sólo aceptará volver a
contratar trabajadores si es en condiciones de virtual esclavismo
laboral.
Justo antes de que
se publicara la carta, Martin Schulz, Presidente del Parlamento Europeo,
pidió el establecimiento de zonas económicas especiales (ZEE) en Grecia.
Tales zonas, a semejanza de las instalaciones ya existentes en los
países más pobres de Asia y África, proporcionarían paraísos fiscales
para que las empresas pudiesen explotar a los trabajadores hasta la
extenuación. Schulz declaró que tales ZEE serían administradas por una
“Agencia europea del crecimiento”, para que se puedan establecer zonas
similares en todo el continente europeo, después establecerlas en
Grecia.
El nombramiento de
Schulz, miembro del partido socialdemócrata alemán, como Presidente del
Parlamento Europeo a comienzos de este año, fue recibido con gran
entusiasmo en los círculos sindicales. Estos decían que su énfasis sobre
el crecimiento económico era un giro a la izquierda en las políticas
europeas.
En mayo, Schulz
acogió efusivamente la elección del nuevo presidente francés, el líder
del partido socialista François Hollande. Hollande, fue recibido por
los sindicatos y los partidos de “izquierda” pequeño-burguesa como la
fuerza que impulsaría el crecimiento económico en Europa en oposición a
las políticas de austeridad dictadas por Washington y Berlín.
Sólo unos meses
después estas afirmaciones han quedado reducidas a pura mentira. En las
últimas semanas, Hollande ha cerrado filas con la Canciller germana
Angela Merkel para apoyar las nuevas medidas de austeridad en Grecia,
sabiendo perfectamente que los mercados esperan que las aplique también
en Francia.
En la segunda década
del siglo XXI, todos los males descritos por los cronistas del
capitalismo temprano están emergiendo de nuevo en Europa. A principios
del presente año Le Monde informaba sobre la mano de obra infantil en
Italia donde, actualmente, cientos de miles de niños abandonan la
escuela para buscar trabajo con el que ayudar a sus padres. El periódico
cita al alcalde de Nápoles: “Sí, somos la región más pobre de Italia.
Pero no habíamos visto una situación como esta desde el final de la
Segunda Guerra Mundial… A los diez años de edad, estos niños están ya
trabajando 12 horas al día”.
En Alemania, casi la
cuarta parte de la fuerza laboral está empleada en el sector de los
minijobs, y millones de trabajadores están en paro. Un informe reciente
revela que el número de alemanas dependientes de la donación de
alimentos se ha incrementado en 300.000 en 2011, hasta alcanzar la cifra
de 1.5 millones.
Las consecuencias de
las medidas de austeridad exigidas por la élite financiera y
administradas por EE.UU. y otros gobiernos nacionales es la pobreza
masiva. El mes pasado el Jefe de Operaciones Europeas de Unilever, Jan
Zijderveld, declaró que su empresa estaba reconsiderando su estrategia
de ventas a la vista del “retorno de la pobreza” a Europa. Unilever está
ya comercializando productos en envases reducidos para venderlos a
clientes con bajos ingresos en España, siguiendo la misma pauta que en
sus operaciones en Indonesia, donde, en palabras de Zijderveld “vendemos
bolsitas de champú para un solo uso a 2 ó 3 céntimos y todavía
conseguimos unos beneficios decentes”.
Después de la
liquidación de la URSS, la propaganda del capitalismo aseguraba que los
beneficios del libre mercado incrementarían el nivel de vida de los
trabajadores de los países que fueron en su día colonias, hasta
igualarlo al de los trabajadores de Occidente. Pero de hecho el proceso
va exactamente en la dirección contraria. La pauperización de la clase
trabajadora descrita por Marx, largamente ridiculizada como una fantasía
por sus críticos pequeño-burgueses, está siendo despiadadamente
organizada por una pequeña élite parasitaria y fantásticamente rica.
El carácter
reaccionario e irracional del capitalismo europeo – que está preparando
una inmensa retroacción histórica para empobrecer a la población y meter
a paladas trillones de euros en los bolsillos de la aristocracia
financiera – inevitablemente provoca luchas masivas de la clase
trabajadora.
El estado de las
relaciones de clase internacionales está muy bien resumido por Marx en
su “Contribución a la Critica de la Economía Política”. “En una fase
dada de su desarrollo, las fuerzas productivas entran en conflicto con
el modo de producción existente. En vez de desarrollo de las fuerzas
productivas, estas relaciones se convierten en sus cadenas. Entonces
comienza una época de revolución social”
La cuestión clave
para la clase trabajadora es la creación de una nueva fuerza política
internacional que haya asimilado todas las experiencias importantes de
las luchas de clase del pasado, que le proporcionen una genuina
perspectiva revolucionaria. En Europa, esto requiere una lucha contra la
Unión Europea y todos los Estados que la sustenten, la toma del poder de
la clase trabajadora y la creación de los Estados Socialistas Unidos de
Europa, como parte integral de la revolución socialista mundial.