Al contrario de la
extendida creencia, Libia, a la que los medios de información
occidentales describían como “La dictadura militar de Gadafi”, era en
realidad uno los Estados más democráticos del mundo.
En 1977 el pueblo
libio proclamó la Jamahiriya o “gobierno de las masas populares por
ellas mismas y para ellas mismas”. La Jamahiriya era una forma superior
de democracia directa con el “Pueblo como Presidente”. Se disolvieron y
abolieron las instituciones tradicionales de gobierno y el poder pasó al
pueblo directamente a través de varios comités y congresos.
El Estado nación de
Libia fue dividido entre varias pequeñas comunidades que eran
esencialmente “mini Estados autónomos”. Estos Estados autónomos ejercían
el control sobre sus distritos y podían decidir sobre toda una gama de
asuntos, entre otros, cómo repartir los beneficios del petróleo y los
fondos presupuestarios. Entre estos Estados semiautónomos, los tres
principales órganos de la democracia Libia eran los Comités locales, los
Congresos del Pueblo y los Comités Ejecutivos Revolucionarios.
En 2009, Gadafi
invitó al New York Times a pasar dos días en Libia conociendo la
democracia directa de la nación. Incluso el New York Times, que siempre
había sido muy crítico con el Coronel Gadafi admitió que la intención en
Libia era que “todo el mundo tomara parte en todas las decisiones…
Cientos de miles de personas toman parte en las reuniones de los comités
locales para debatir los temas y votar sobre todo, desde tratados
internacionales a la construcción de escuelas”. El propósito de las
reuniones de estos comités era construir una amplia base de consenso
nacional.
Los Congresos
Populares estaban un paso por encima de los Comités Locales. Los
representantes elegidos en los 800 comités locales de todo el país se
reunían varias veces al año en los Congresos Populares, en Sirte, ciudad
natal de Gadafi, para aprobar las leyes basadas en los acuerdos tomados
por la gente en las reuniones populares. Estos congresos contaban con
poder legislativo para redactar nuevas leyes, formular las líneas
económicas y las política públicas y ratificar tratados y acuerdos.
Todos los libios
podían tomar parte en las reuniones de los comités locales y a veces se
criticaba al Coronel Gadafi. De hecho, en muchas ocasiones se
rechazaban sus propuestas con el voto popular y quedaba aprobada la
contraria como propuesta legislativa.
En numerosas
ocasiones, por ejemplo, Gadafi propuso la abolición de la pena capital y
la iniciativa de la escolarización en el hogar en vez de en la escuela
tradicional. Sin embargo, los congresos populares deseaban mantener la
pena de muerte y la escuela clásica, por lo que en última instancia
prevaleció la voluntad expresada y votada en los Congresos Populares. De
manera similar, en 2009, el Coronel Gadafi presentó una propuesta que
esencialmente trataba de abolir el gobierno central completamente y dar
todo el dinero procedente del petróleo directamente a cada familia. Los
Congresos Populares también rechazaron esta idea.
Un paso por delante
de los Congresos Populares estaban los Consejos Revolucionarios
Ejecutivos. Estos Consejos Revolucionarios eran elegidos por los
Congresos Populares y tenían a su cargo la implementación de las
políticas propuestas por la gente. Los Consejos Revolucionarios eran de
la sola responsabilidad de las personas comunes que podían cambiarlos o
convocarlos en cualquier momento. Como consecuencia, las decisiones
tomadas por los Congresos Populares e implementadas por los Consejos
Ejecutivos Revolucionarios reflejaban fielmente la voluntad soberana de
todo el pueblo, no meramente la de cualquiera de las clases, facción,
tribu o individuo en particular.
El sistema de
democracia directa de Libia utilizaba la palabra “elevación” en lugar de
“elección” y evitaba las campañas políticas que son una característica
de los partidos políticos tradicionales que solo favorecen a la
burguesía adinerada y acomodada.
Al contrario que en
Occidente, los libios no votaban una vez cada cuatro años para elegir al
Presidente y a los parlamentarios locales para que tomen todas las
decisiones por sí mismos. El común de los libios tomaba decisiones
relacionadas con política exterior, Doméstica y Económica por sí mismos.
Algunos
comentaristas occidentales han señalado legítimamente que el único
sistema de Jamahiriya ciertamente tiene ciertos inconvenientes, entre
otros los relacionados con la asistencia, iniciativa, expresarse con
claridad e insuficiente supervisión. No obstante está claro que Libia
conceptualiza la soberanía y la democracia de una forma diferente y
progresiva.
La democracia no es
solo cosa de elecciones o partidos políticos. La democracia real es
también cosa de derechos humanos. Durante los bombardeos de la OTAN
sobre Libia, los medios occidentales olvidaron convenientemente
mencionar que Naciones Unidas acababa de preparar un voluminoso dossier
elogiando los logros conseguidos por Gadafi en derechos humanos. El
informe de Naciones Unidas elogiaba a Libia por la mejora de la
protección legal” de los ciudadanos, haciendo una “prioridad” de los
derechos humanos, mejorando los derechos de la mujer, las oportunidades
educativas y el acceso a la vivienda. Durante la era Gadafi la vivienda
era considerada uno de los derechos humanos. En consecuencia no existía
virtualmente nadie sin hogar ni libios viviendo bajo los puentes.
¿Cuántas viviendas y puentes fueron destruidos por la OTAN?
Uno de los logros de
Gadafi que el Consejo de los Derechos Humanos de Naciones Unidas más
elogió fue el avance en los derechos humanos de la mujer. Al contrario
que muchas naciones del mundo árabe, las mujeres en Libia tenían derecho
a la educación, tenían empleo, derecho al divorcio, propiedades a su
nombre y uno ingresos vitalicios. Cuando Gadafi llegó al poder en 1969,
eran muy pocas las mujeres que iban a la Universidad. Hoy día más de la
mitad de los estudiantes universitarios son mujeres. Una de las primeras
leyes que se aprobaron en 1970 fue la de igual salario por igual
trabajo, unos años después fue aprobada en Estados Unidos una ley
similar. De hecho las madres trabajadoras libias disfrutan de una serie
de ventajas que incluyen bonos en efectivo por los niños que tengan,
guarderías gratuitas, centros de salud gratuitos y jubilación a los 55
años.
La democracia no es
meramente una cuestión de celebrar elecciones simplemente para elegir
qué representantes de la élite económico-social deben gobernar a las
masas. La auténtica democracia trata sobre la democratización de la
economía y de darle el poder económico a la mayoría.
El hecho es que
Occidente ha demostrado que el libre mercado irrestricto y las
elecciones genuinamente libres sencillamente no pueden coexistir. La
codicia organizada siempre derrota a la democracia desorganizada. ¿Cómo
pueden coexistir capitalismo y democracia si el primero concentra la
riqueza y el poder en las manos de unos cuantos y la segunda busca
repartir el poder y la riqueza entre muchos? La Yamahiriya de Gadafi,
sin embargo trató de extender el poder económico entre los muchos
oprimidos y no solo entre los pocos privilegiados.
Antes de que tomara
el poder el Coronel, el Rey Idris había dejado en manos de Estándar Oil
la redacción de las leyes del petróleo de Libia. Gadafi acabó con esa
situación. El dinero procedente de la venta del petróleo se empezó a
depositar directamente en la cuenta corriente de cada uno los ciudadanos
libios. ¿Continuarán Exxon Mobil y British Petroleum la misma práctica
en la nueva Libia democratizada mediante los bombardeos de la OTAN?
La democracia no
consiste solo en elecciones y partidos políticos. La democracia real
tiene mucho que ver con la igualdad de oportunidades mediante la
educación y el derecho a la vida mediante el acceso a la sanidad. Por
tanto, ¿no es una ironía que Estados Unidos bombardearan Libia para
democratizarla, supuestamente, mientras en Estados Unidos la educación
se está convirtiendo en un privilegio y no en un derecho y en última
instancia en una sentencia de débito. Si un niño brillante y con talento
de la nación más rica del mundo no puede permitirse ir a una buena
escuela, la sociedad le está fallando a ese niño. De hecho, la educación
es un pasaporte a la libertad para todos los jóvenes de todo el mundo.
La nación que obliga a pagar para conseguir ese pasaporte es libre solo
para los ricos, no para los pobres.
Con Gadafi, la
educación era un derecho humano y como tal era gratis para todo el
mundo. Si un libio no podía encontrar trabajo después de graduarse el
estado le pagaba el salario medio de la profesión que había estudiado.
Millones de
norteamericanos ven también como la sanidad se está convirtiendo
igualmente en un privilegio y no en un derecho. Un reciente estudio de
la Escuela de Medina de Harvard estima que la falta de seguro sanitario
causa 44.789 muertes anuales en Estados Unidos que podrían haberse
evitado. Cuando gobernaba Gadafi la sanidad era un derecho humano y era
por tanto gratuita para todos los libios. Así pues, con respecto a
sanidad, educación, justicia social y económica, ¿está Estados Unidos en
posición de exportar democracia a Libia o deberían haber tomado una hoja
del libro de Libia?
Mohamar el Gadafi
heredó una de las naciones más pobres de África. Sin embargo, para
cuando fue asesinado Libia era incuestionablemente la nación más
próspera de África. Libia contaba con el mayor PIB por persona, la
esperanza de vida más alta de África y vivían menos personas por debajo
del nivel de la pobreza que en Holanda. Los libios no solo disfrutaban
de sanidad y educación universal gratuitas, sino que además disfrutaban
de electricidad gratuita y préstamos sin interés. El precio del petróleo
era de unos 0,14 dólares el litro y 40 lonchas de pan costaban
exactamente 0,14 dólares. En consecuencia, las Naciones Unidas
designaron a Libia en el puesto 53 más alto del mundo en desarrollo
humano.
La diferencia
fundamental entre los sistemas democráticos de Occidente y la democracia
directa de la Jamahiriya, consiste en que en Libia a los ciudadanos se
les ha dado la oportunidad de contribuir directamente al proceso de toma
de decisiones, no meramente a través de representantes. Por lo tanto
todos los libios tenían el derecho a exponer sus puntos de vista
directamente de viva voz – no en un parlamento a través de unos cientos
de políticos profesionales –, sino en cientos de comités a los que
asistían decenas de miles de ciudadanos comunes. Muy lejos de ser una
dictadura militar, Libia era con Gadafi la democracia más próspera de
África.