Los medios internacionales están regurgitando la propaganda que les han hecho engullir los rebeldes de sirios.

 

Siria integra muchos conflictos en uno solo. También se encuentra en el centro de luchas regionales. La visión mundial: un estancamiento militar entre el gobierno y los rebeldes hará inevitable un arreglo negociado… pero no por el momento.

 

Por: Patrick Cockburn*

Traducción de Enrique Prudencio para Zonaizquierda.org


“The Independent”, 30 de Diciembre de 2012 –“¡Qué vergüenza para tí!” ¡Qué vergüenza para The Independent! Retumbó en mi teléfono la voz de un intelectual sirio media hora después de que yo hubiese regresado de Damasco a Beirut. Hablaba de forma tan incoherente en su rapto de furia que resultaba difícil comprender sus objeciones con exactitud, pero mi pecado parecía ser haber estado en Damasco, haber hablado con miembros del gobierno sirio y llegar a la conclusión de que dicho gobierno no se iba a derrumbar de un momento a otro ni mucho menos.

Nuestra conversación no fue de un alto nivel intelectual. Después de un áspero intercambio de palabras, le pregunté porqué si se sentía tan indignado, “no dejaba de ser grosero con una persona como yo, vete a Alepo y lucha al lado de los rebeldes en lugar de perder el tiempo en los cafés de Beirut”. Enseguida se oyó el clic de los dos móviles al cortar la conversación.

Recorrer en coche la corta distancia existente entre Damasco y Beirut es como trasladarse de un planeta a otro. Lo que es obvio y de sentido común en la capital de Siria se convierte en controvertido y adquiere un punto nada usual al cruzar la frontera de Líbano. Fuera de Siria ha habido numerosos pronósticos sostenidos por los medios y los diplomáticos sobre la inminente victoria de los rebeldes y consiguiente derrota de Al Assad. Al hacer estas especulaciones ha sido ignorado el punto importante de que las fuerzas de Al Assad todavía mantienen en su poder, totalmente o en gran parte, las principales ciudades y pueblos de Siria.

Las diferentes percepciones que se tienen dentro y fuera de Damasco se pueden explicar en parte por la forma en que los medios internacionales y regionales describen la guerra. Por contraste, los rebeldes cuentan con una operación mediática muy sofisticada – incluso con base fuera de Siria – propagando los detalles inmediatos de cada incidente, a veces apoyados por el irresistible, aunque selectivo, material de archivo de YouTube. Comprensiblemente, la versión de los acontecimientos que facilitan los rebeldes es totalmente parcial sobre su propio lado de la contienda y demoniza al gobierno sirio. Más sorprendente resulta la complacencia de los medios internacionales, situados normalmente en Beirut, aunque también en Londres y Nueva York, en regurgitar con tan poco escepticismo lo que es esencialmente propaganda de de buena calidad. Es como si antes de las elecciones presidenciales norteamericanas de noviembre, los periodistas extranjeros no hubieran obtenido visados para entrar en Estados Unidos y hubiesen confiado ciegamente en la información de la campaña que les facilitaban los militantes del partido republicano. Y además en unos militantes del Partido Republicano, que informaban desde su base en Méjico y Canadá.

Es cierto que se oye el retumbar de la artillería en Damasco, pero la ciudad no está sitiada. La carretera del norte que lleva hacia Homs y la del sur hacia Deraa están abiertas, como lo está la carretera que lleva a Beirut. Cuando los rebeldes toman un barrio, la artillería gubernamental lo bombardea, matando algunos ocupantes y obligando a otros a huir. Para aquellos que viven en los barrios de la capital que no han sido dañados, existe un creciente temor sobre lo que les reserve el futuro, combinado con las crecientes dificultades de vivir día a día con los cortes de electricidad la escasez de pan o del gas para cocinar.

Los rebeldes están haciendo algunos progresos sobre el terreno, pero sobretodo, Siria se enfrenta a un estancamiento político y militar. Los rebeldes asaltan Aleppo, Damasco se tambalea, y las fuerzas gubernamentales no han tenido la pujanza necesaria para expulsarlos de los enclaves que han tomado. En el Norte, especialmente, los rebeldes se están asentando en campo abierto en los alrededores de Hama, Idlib y Alepo, pero su avance todavía es muy lento.

La revolución se ha convertido en guerra civil. El levantamiento de los sirios contra un cruel estado policial que comenzó en marzo de 2011 se centra cada vez más contra Alawitas, Cristianos, Drusos y otras minorías, convirtiéndose en una campaña sectaria dirigida a su eliminación. Los miembros de estas minorías ven en YouTube las imágenes de oficiales Alawitas mientras están siendo ritualmente decapitados y se preguntan el destino que les espera si Al Assad resultara derrotado.

Por encima de todo, existe un simple temor a la anarquía por parte de los sirios de clase media urbana que han visto Alepo devastada y creen que ocurrirá lo mismo con Damasco. Cuando llegué a la capital a principios de mes pregunté a un amigo sobre el estado de ánimo reinante y el me dijo: “Quince por ciento con el gobierno, 15% en contra del gobierno y el 70 por ciento restante que desea que termine esta guerra antes de que nos arruine a todos.”

¿Se podrá romper el estancamiento actual? No lo parece realmente, a menos que los rebeldes reciban una masiva transfusión de dinero, entrenamiento y armas, y ni esto tendría un impacto inmediato y decisivo. Como alternativa, Washington y Londres llevan largo tiempo esperando una división entre los líderes de Siria, pero no se ha producido. Incluso una muy publicitada defección habida en las últimas semanas, no se ha producido en el núcleo del régimen.

La furia de la guerra civil crece en fiereza. La guerra ha alcanzado hace tiempo la etapa que en Irlanda del Norte solíamos llamar “las políticas de la última atrocidad”, en la que se derrama demasiada sangre con el fin de llegar a negociar un compromiso.

La política de Estados Unidos y sus aliados es cada vez más extraña: por un lado, reconocen al Consejo Nacional como gobierno legítimo de Siria pero por otro lado, etiquetan a la fuerza combatiente más efectiva como “organización terrorista” ligada a Al Qaeda. Como en Irak después de 2003, Siria se ha convertido en un imán para los combatientes yihadistas que luchan en todo el mundo musulmán. Washington muestra un entusiasmo cada vez menor por una victoria militar completa que fortalecería a la militancia yihadistas y destruiría la estructura y el aparato de gobierno del estado sirio.

Uno de los problemas que tiene Siria en esta crisis es que son muchos los conflictos envueltos en uno. Los partidarios seculares de la sublevación enfatizan que se trata del “pueblo contra el régimen”. Ellos tratan de esconder su naturaleza sectaria, diciendo que esto se está exagerando y manipulando por el gobierno. Pero el sectarismo y la democracia se encuentran entrelazados en Siria, al igual que en Irak. En Irak, unas elecciones limpias significan que gobierne la mayoría Shií reemplazando a la Suní. En Siria, significa que gobierne el 70 por ciento de la población que es Suní reemplazando a los Alawitas y sus aliados. En ambos países el cambio democrático ha tenido o tendrá consecuencias sectarias explosivas, porque el gobierno de la mayoría significa un cambio sobre qué comunidad debe ostentar el poder.

La crisis siria se complica y exacerba aún más por encontrarse en el centro de dos batallas regionales. Estas son la creciente confrontación entre los Sunís y los Siís en todo el mundo musulmán y la segunda el conflicto que enfrenta a Arabia Saudí, Israel, Estados Unidos y sus aliados contra Irán y sus escasos amigos.

Es difícil predecir cómo se puede romper el actual estancamiento. Damasco, Alepo y Homs se sienten cada vez más como Beirut durante la guerra civil de los 15 años. Parte de estas ciudades hacen vida normal, mientras que unos bloques más allá, tienen sus escondites los francotiradores en edificios destrozados por el fuego de la artillería. Ningún bando tiene la fuerza para darle jaque mate al otro. Los grandes y pequeños señores de la guerra, se convierten en los gobernantes reales del país. En Alepo, el corazón comercial de Siria, la máxima actividad de los rebeldes es el saqueo de la ciudad. La militarización del levantamiento está degradando su propósito democrático original. Salvo una intervención extranjera a gran escala, se está haciendo inevitable un pacto negociado, aunque puede tardar mucho tiempo en llegar.

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*Patrick Cockburn, periodista, anterior corresponsal en Oriente Medio para Financial Times y actualmente en The Independent.

 

Fuente: http://www.informationclearinghouse.info/article33476.htm
 

 

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