Erdogan, Primer Ministro de
Turquía, prueba su propia medicina
Por Daniel McAdams, Information Clearing House
Traducción. Enrique Prudencio para Zona Izquierda
Tras una semana de crecientes protestas ciudadanas en Turquía,
aparentemente contra los planes del gobierno de convertir el último
pedacito de espacio verde que queda en Estambul en otro centro
comercial, el viernes la situación adquirió un perfil mucho más grave.
La policía antidisturbios cargó contra los manifestantes con diversas
formas de gas lacrimógeno (y posiblemente con agentes químicos y
biológicos mucho más dañinos), utilizando también cañones de agua contra
todo el mundo, tanto participantes en la revuelta como viandantes que
pasaban por la calle. Cuando los antidisturbios atrapaban a los
manifestantes los golpeaban con brutal violencia, como se observa en los
vídeos*. Las imágenes muestran que la policía disparó gases lacrimógenos
dentro de las estaciones del metro atestadas de gente, desatando el
pánico y convirtiendo Estambul en algo parecido a una zona de guerra.

Hasta ahora todo indica que las protestas han aumentado en número de
participantes y en la furia de estos en respuesta a la violencia con la
que han sido tratados por la policía.

El primer ministro Recep Tayyip Erdogan ha sido objeto de críticas
crecientes en su país por su apoyo entusiasta a los que luchan para
derrocar al gobierno de la vecina Siria. El apoyo del gobierno turco se
produjo casi desde el principio, proporcionando refugio seguro a los
insurgentes islamistas y facilitando su paso a Siria desde Libia, Yemen
y demás países de origen de los mismos.
La política declarada de Erdogan de “cero problemas con los vecinos”, no
se corresponde en absoluto con la realidad, que es de apoyo total a los
rebeldes que luchan en el país de al lado para derrocar a El Assad. El
descontento popular con la política del gobierno de fomento y ayuda a la
insurgencia islamista en el país vecino ha ido en constante aumento.
Pero los insurgentes que luchan contra el gobierno sirio parece que aún
no se sienten satisfechos con el apoyo que reciben de sus anfitriones
turcos, y están llevando cabo ataques de falsa bandera en lugares como Reyhanli, e igualmente con falsa bandera y usando gas sarín atacaron en
el sur de Turquía la localidad de Adana, para provocar una respuesta
militar de Turquía (y la OTAN) contra Siria.
Y de repente, cambian las tornas en casa.
Frente a un movimiento de protesta incipiente pero en aumento, Erdogan
expresa una visión muy diferente a la que tiene la gente que protesta en
la calle. El primer ministro apoyó firmemente el derrocamiento del
gobierno egipcio en “la primavera árabe” y apoya el derrocamiento de El
Assad en la puerta de al lado porque según él los líderes de estos
países no escuchaban a su pueblo. Apenas hace una semana se reunió con
el presidente Obama y acordaron que “el Assad debe irse”. Ahora, con los
manifestantes en la calle cantando “Erdogan debe irse”, él se pone a
entonar otra melodía. Ahora “la gente” en cuyo nombre dijo hablar –mientras protestaban en Egipto y Siria– cuando salen a la calles de
Turquía “tienen vínculos oscuros y lazos con el terrorismo”, según sus
palabras.
De pronto “el pueblo” deja de ser tan noble cuando grita pidiendo su
destitución. Cuando cambian las tornas para Erdogan, sólo es capaz de
emitir una orden: “¡Hago un llamamiento a los manifestantes para que
detengan sus protestas de inmediato!”, tronó ayer.
Erdogan cogió al tigre por la cola y pensó que se convertiría en un
nuevo sultán otomano. La realidad le ha devuelto sus mordiscos con
dureza en las calles de Estambul y en otros sitios. Esto está muy lejos
de haber terminado.
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http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=VqIJnMN7tB4
Fuente: http://www.informationclearinghouse.info/article35149.htm