Nos roban..
Comunicado de prensa*
Ilustración de
O COLIS
Traducción de Enrique Prudencio para Zonaizquierda.org
Las grandes corporaciones, con el apoyo de firmas de abogados, están
usando los acuerdos internacionales de inversión para conseguir
ganancias demandando a los Gobiernos de los países europeos en crisis.
Mientras que a los especuladores que se dedican a la inversión de riesgo
se los protege, las personas de a pie se ven sometidas a duras políticas
de austeridad con las que se les está despojando de derechos sociales
básicos
El informe
Cuando la crisis es negocio explica la historia de cómo las
corporaciones, con el apoyo de firmas de abogados, están usando los
acuerdos internacionales de inversión para conseguir ganancias
demandando a los Gobiernos de los países europeos en crisis. También
explica por qué el régimen global de inversiones florece con las crisis
económicas, y cómo sus beneficios son muy desiguales. Mientras que a los
especuladores que se dedican a la inversión de riesgo se los protege,
las personas de a pie no gozan de esa misma protección y por el
contrario se ven sometidas a duras políticas de austeridad con las que
se les está despojando de derechos sociales básicos.
Durante mucho tiempo, los países europeos no estuvieron afectados por la
creciente oleada de controversias entre inversores y Estados, que habían
tendido a dirigirse contra países en desarrollo. Sin embargo, tras la
crisis financiera global, las corporaciones y los abogados de inversión
han vuelto la mirada hacia posibles ganancias en Europa. Es así como un
régimen de inversiones, urdido en secreto en salas de juntas europeas y
que garantiza a las corporaciones importantes derechos para demandar a
los Gobiernos, vuelve a casa como un boomerang.
El informe empieza repasando la historia de las controversias entre
inversores y Estados como resultado de las crisis económicas en todo el
mundo, desde México en 1994 a Argentina en 2001. Al verse azotados por
la crisis, estos países hicieron todo lo posible por proteger a sus
economías de un rápido hundimiento; desde entonces, las medidas que
adoptaron se convirtieron en blanco sistemático de las corporaciones.
Los países han sido demandados por tomar medidas para reanimar su
sistema financiero nacional o por congelar las tarifas de los servicios
públicos para que fueran asequibles a la población.
Algunas medidas, como la reestructuración de la deuda soberana (es
decir, renegociar las condiciones con los acreedores) son incluso un
requisito exigido por los acuerdos sobre deuda y, a pesar de ello,
también han sido objeto de demandas de inversión.
La base jurídica de estas demandas se halla en los más de 3.000 tratados
internacionales de inversión vigentes hoy en día. Estos tratados
garantizan una amplia protección de la propiedad privada, consagrada en
cláusulas tan genéricas como el “trato justo y equitativo” y la
“protección ante la expropiación indirecta”.
El problema está en que estas cláusulas se interpretan de forma tan
amplia que otorgan a las corporaciones carta blanca para demandar a los
Estados por cualquier norma que se pueda considerar que afecta a sus
ganancias presentes o futuras. Además, los tratados de inversión
garantizan a las corporaciones una amplia protección, pero no conceden a
los Estados derechos equivalentes para proteger a su propia ciudadanía.
El informe analiza en detalle cómo han respondido los
inversores corporativos a las medidas tomadas por España, Grecia y
Chipre para proteger sus economías tras la crisis de la deuda europea.
En Grecia, la compañía eslovaca Poštová Bank adquirió deuda griega
después de que el valor de los bonos bajara de categoría; más tarde, se
le ofreció un paquete de reestructuración de la deuda muy generoso, pero
la compañía intentó hacer mejor negocio demandando a Grecia a través del
tratado bilateral de inversión (TBI) entre Eslovaquia y Grecia.
En Chipre, Marfin Investment Group, un fondo privado de inversión que
cotiza en la bolsa de Atenas y que está involucrado en una serie de
prácticas de crédito cuestionables, está exigiendo una compensación de
823 millones de euros por las inversiones perdidas después de que Chipre
tuviera que nacionalizar el Laiki Bank por las condiciones del acuerdo
de reestructuración de la deuda con la UE.
En España, 22 compañías (en el momento de escribir estas líneas), sobre
todo fondos de capital privado, han presentado demandas ante tribunales
internacionales por los recortes en los subsidios a las energías
renovables. Aunque el recorte de estos subsidios ha sido justamente
criticado por grupos ambientalistas, solo los grandes inversores
privados tienen derecho a presentar una demanda y resulta especialmente
ofensivo que, en caso de ganarla, será la ciudadanía española –que ya
está sufriendo por la austeridad que se le ha impuesto– la que deberá
pagar de sus bolsillos para enriquecer aún más a fondos de capital
privados.
Cuando la crisis es negocio desvela cómo:
El rescate público de los bancos que generó la crisis de la deuda
europea se podría repetir con un segundo rescate público, esta vez de
inversores especulativos. Inversores corporativos han reclamado en
disputas arbitrales más de 700 millones de euros a España; más de 1.000
millones de euros a Chipre y una cantidad no revelada a Grecia. Esta
factura, a la que habría que añadir los exorbitantes honorarios de los
abogados por tramitar los casos, se pagará con el dinero de las arcas
públicas en un momento en que las medidas de austeridad están
traduciéndose en importantes recortes en el gasto social y en crecientes
privaciones para las comunidades vulnerables. En 2013, España, mientras
se gastaba millones de euros para la defensa en demandas, recortó el
gasto en salud un 22% y en educación, un 18%.
Muchas de las demandas de inversión interpuestas contra los países
europeos en crisis han sido iniciadas por inversores especulativos. No
eran inversores con un largo recorrido en el país, sino aquellos que
invirtieron cuando la crisis se empezó a vislumbrar y que, por lo tanto,
eran plenamente conscientes de los riesgos que conllevaba. Sin embargo,
en lugar de pagar el precio de una inversión riesgosa, los acuerdos de
inversión les han dado una vía de escape que están usando para saquear
más dinero de los países en crisis.
Poštová Bank, por ejemplo, compró bonos a principios de 2010, al mismo
tiempo que Standard & Poor’s calificaba la deuda griega de ‘bono
basura’. En España, de las 22 compañías implicadas en demandas, 12
invirtieron después de 2008, cuando se introdujeron las primeras
limitaciones a las tarifas reguladas para la energía solar; ocho más
siguieron invirtiendo en el país a pesar de las ‘amenazas’ a sus
inversiones.
Los inversores implicados en las demandas se han beneficiado
considerablemente a pesar de que sus inversiones se hayan visto
‘afectadas’ en los países en crisis. Poštová Bank notificó un beneficio
neto de 67,5 millones de euros en 2012; Abengoa SA, compañía que
invierte en energías renovables, notificó un aumento del 17% en sus
ingresos, que alcanzaron los 5.230 millones de euros, en los primeros
nueve meses de 2013. Para la ciudadanía de los países demandados, en
cambio, la historia es muy distinta. Los griegos, por ejemplo, son en
promedio casi un 40% más pobres que en 2008 y el índice de personas sin
hogar ha experimentado un drástico aumento. Uno de cada tres niños (unos
600.000) vive actualmente por debajo del umbral de la pobreza.
Los inversores corporativos han contado con el apoyo y el aliento de
abogados de inversión muy bien remunerados que se dedican a identificar
constante y activamente posibilidades de litigio. En algunos casos, las
firmas de arbitraje que están demandando a los países en crisis también
estaban asesorando a esas mismas compañías cuando realizaron las
inversiones de riesgo. El bufete de abogados británico Allen & Overy,
que ahora representa a los inversores en cinco de las siete demandas
conocidas (en estos momentos) contra España relacionadas con el recorte
de subsidios en el sector de la energía, asesoraron a algunos de estos
inversores en su adquisición original de las centrales de energía. El
marketing de los abogados corporativos ha rendido sus frutos, visto el
auge de casos y de suculentos beneficios e ingresos para estas firmas de
élite. Por ejemplo, el bufete británico Herbert Smith Freehills,
contratado para representar a España en al menos dos casos, cobra unos
honorarios de 300 euros por hora y podría ganar hasta 1,6 millones de
euros por los casos.
Los abogados de inversión y las corporaciones están usando la amenaza de
las demandas legales para intentar modificar políticas o evitar que se
adopten normas que amenazan a sus ganancias. En un documento enviado a
sus clientes en octubre de 2011, por ejemplo, el bufete de abogados
estadounidense K&L Gates recomendaba que los inversores usaran la
amenaza del arbitraje de inversiones como una “herramienta de
negociación” al pactar la reestructuración de la deuda con Gobiernos. En
la misma línea, la firma británica Clyde & Co recomendó usar “la
potencial publicidad negativa” de una demanda de inversión como
“instrumento de presión en caso de disputa con un Gobierno extranjero”.
La Comisión Europea (CE) ha desempeñado un papel cómplice y ambiguo,
apoyando efectivamente esta oleada de demandas corporativas al presionar
a los países azotados por la crisis. Algunas de las demandas han surgido
debido a las medidas de reestructuración bancaria y de la deuda que se
exigieron como condición de los paquetes de rescate de la UE. Además,
aunque la CE se ha mostrado crítica con los TBI entre los Estados
miembros de la UE (conocidos como ‘TBI intracomunitarios’), sigue
promoviendo activamente el uso de mecanismos de arbitraje
inversor-Estado en todo el mundo, en especial en las actuales
negociaciones para el controvertido acuerdo comercial entre los Estados
Unidos y la UE (el TTIP por su sigla en inglés). Defender la protección
de las corporaciones mientras se deniega la protección social de la
ciudadanía es una inquietante muestra de las actuales prioridades en las
políticas económicas y comerciales de Europa.
El régimen del arbitraje de inversiones garantiza un trato de favor a
los inversores extranjeros y privatiza la justicia. A los inversores
extranjeros se les conceden más derechos que a las empresas, las
personas y las comunidades del país, incluso cuando estas se ven igual
de afectadas por las medidas que llevaron a la disputa. Los casos son
juzgados por un tribunal compuesto por tres abogados privados y con
ánimo de lucro, que acaban decidiendo sobre políticas que afectan al
bienestar de millones de personas. Algunos de ellos han ignorado los
principios jurídicos internacionales que permiten a los Estados
incumplir sus obligaciones internacionales cuando es necesario para
proteger los intereses de sus ciudadanos y ciudadanas, especialmente en
situaciones de crisis.
La creciente recesión en los países europeos en crisis ha ido atrayendo
cada vez más buitres, que están dando vueltas para saquear ganancias. En
2012, la firma Greylock Capital, con sede en Nueva York, señaló que
comprar bonos griegos era “el negocio del año”. En aquel momento, los
inversores estaban pagando entre 15 y 25 céntimos por bono, por cada
bono equivalente a un dólar.
En abril de 2013, el bufete de abogados estadounidense Skadden, que
representa a Cyprus Popular Bank (Laiki) en una incipiente disputa
contra Grecia que entraña miles de millones de euros y que se basa en un
tratado de inversión, alabó el “creciente atractivo y uso novedoso de
los tratados bilaterales de inversión”. El bufete añadía que “el
atractivo de los tribunales de los TBI, sumado a la incertidumbre
económica de los últimos tiempos, ha desencadenado un creciente uso de
los TBI para resolver disputas mediante vías con las que no se habían
topado anteriormente los tribunales arbitrales, y esperamos que esta
tendencia se mantenga”.
La experiencia de Argentina, que se enfrentó a 55 demandas de inversores
tras la crisis de 2001, demuestra que las demandas siguen llegando
durante un tiempo después de la crisis propiamente dicha. En efecto, los
casos que aparecen en este informe son probablemente solo el principio
de una nueva oleada de demandas inversor-Estado contra países europeos.
Estas disputas entre inversores y Estados forman parte de un patrón más
general que se ha hecho especialmente evidente desde que estalló la
crisis económica. Se trata de un patrón en que a las corporaciones se
las protege de las inversiones de riesgo mientras que a la ciudadanía se
le dice que los recortes son inevitables; en que las pérdidas
corporativas se socializan y los contribuyentes pagan la factura; en que
las corporaciones pueden recurrir al sistema de justicia mientras que
los derechos de ciudadanos y ciudadanas son marginados.
Los ciudadanos europeos y americanos, comprensiblemente, demostraron su
enfado por el rescate de los bancos. Ha llegado la hora de poner la
atención sobre el rescate de los inversores y reclamar un cambio radical
del actual régimen global de inversiones.
Como primer paso, los Gobiernos de la UE deben rescindir los acuerdos de
inversión vigentes. En concreto, los ciudadanos y los políticos europeos
preocupados por la cuestión deben exigir que se excluyan los mecanismos
de disputa inversor-Estado de los acuerdos comerciales que se están
negociando en estos momentos, como el tratado comercial propuesto entre
los Estados Unidos y la UE. Con la actual propuesta de acuerdo
transatlántico, un total de 75.000 compañías registradas en ambas
regiones, con sedes en la UE y los Estados Unidos, podrían lanzar
disputas inversor-Estado con base en este acuerdo transatlántico. La
experiencia europea con los especuladores corporativos que se están
beneficiando con la crisis debería funcionar como una sana advertencia
de que es necesario limitar los derechos de las corporaciones y
priorizar los derechos de las personas.
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*Profiting from
Crisis
Fuente: http://corporateeurope.org/eu-crisis/2014/03/profiting-crisis-how-corporations-and-lawyers-are-scavenging-profits-europe-crisis