Qué significa para Europa el tercer mandato de Merkel.


Por Yanis Varoufakis
Traducción: Enrique Prudencio para
Zonaizquierda.org

Unos días antes de las elecciones federales alemanas, el comentarista estadounidense Bob Kuttner preguntó a la canciller alemana Angela Merkel si iba a utilizar la victoria electoral que estaba a punto de conseguir para cambiar de táctica sobre la periferia europea. Centrándose en Grecia, Kuttner, junto con un coro de comentaristas, preguntaban si iba a impulsar un Plan Marhsall, acompañado de una generosa medida de condonación de la deuda como “segunda fase” del programa de austeridad presupuestaria y de las reformas impuestas a Grecia durante los tres últimos años. Kuttner sugirió incluso etiquetarlo como El Plan Merkel, que permitiera a la Canciller dejar un legado intemporal de genuino “amor eterno”, en lugar de ser recordada de forma permanente, por lo menos en el Mediterráneo, por su persistente crueldad hacia los ciudadanos de los países en bancarrota, causada por el fallo de la arquitectura financiera de la zona del euro.

El problema para llevar a cabo la noble sugerencia de Kuttner es que Alemania no puede permitirse tal grado de generosidad. Porque es imposible imaginar que Grecia pueda ser tratada con una combinación terapéutica de alivio de la deuda e inversiones a gran escala sin ofrecer el mismo trato al menos a Portugal e Irlanda, los otros dos “caídos” de la zona euro, los estados miembros que, todo hay que decirlo, se habían hundido menos en el fango de la deuda que Grecia y han demostrado mucho más entusiasmo moral en la adopción de medidas de austeridad.

¿Cómo podría Merkel mirar a los irlandeses a los ojos y explicarles por qué los griegos deben recibir, principalmente de Alemania, un paquete de miles de millones de nuevas ayudas mientras ellos permanecen bajo una nube de austeridad? ¿Cómo decirles que, si bien el Gobierno griego se excusa por los préstamos masivos que el Parlamento de Atenas aprobó con pleno conocimiento de su magnitud y naturaleza, el pueblo irlandés, al que nunca se preguntó sobre los odiosos pagarés emitidos por su gobierno para corromper a los bancos privados, debe continuar pagando esos préstamos ilícitos en su totalidad?

Lo mismo ocurre con los portugueses: ¿puede Merkel presentar a los portugueses un cambio tan generoso de corazón hacia los griegos, después de tres años de haber sido favorablemente impresionada por el compromiso de los partidos “merkelistas” de Lisboa con la tesis del progreso a través de la austeridad? No, a menos que pueda ofrecer a Portugal un alivio de la deuda e inversiones de capital similares.

Merkel es conocedora de todo esto. Ella también sabe que, si instituye un plan Merkel para Grecia, Irlanda y Portugal, sus repercusiones en España e Italia serían de largo y gran alcance. Italia, un país que ha logrado mantenerse muy cerca del límite del déficit de Maastricht del 3% del PIB y que es un gran exportador en libras esterlinas de productos de alto valor añadido, que se está agotando en virtud de la recesión inducida por las restricciones fiscales establecidas por Bruselas, ¿podría seguir con esa política económica sin beneficiarse al mismo tiempo de un plan Merkel-Marhsall como el que se estaría aplicando a Grecia, Portugal e Irlanda? ¿Y España? ¿Aceptaría Madrid, o su electorado, la idea de que mientras la tasa de desempleo en España se encuentra por encima del 30%, sus vecinos portugueses estén experimentando un gran auge inducido mediante el Plan Merkel?

Así pues, la propuesta bien intencionada de Kuttner, es posible que no encuentre defensores en Berlín aunque Merkel se enternezca ante la idea de un Plan Merkel mediante el cual podría pasar a la historia con un legado tan favorable. En otras palabras, un plan Merkel que habría que ofrecérselo a la mayor parte de la zona euro, ya que la mayoría de sus estados miembros presentarían a Berlín demandas razonables de ayuda. Por desgracia, Alemania no puede permitirse tal cosa. Para financiarlo, Merkel tendría que contar con al menos 300 mil millones de euros al año durante una década. Aunque se pudiera convencer a los demás países con superávit, además de la tartamudeante Francia, para que aportaran la mitad de esa suma, Alemania tendría que canalizar cerca del 4,5% de su PIB hacia el resto de la zona euro para cebar la bomba que impulse la economía en el contexto de un plan Merkel. Teniendo en cuenta que el Plan Marshall costó a EE.UU. el 2% del PIB cada año, queda claro que un plan Merkel adecuado a la situación económica actual de la eurozona, es una tabla de salvación que vemos demasiado lejos de nuestro alcance.

No es solo el coste lo que hace prohibitivo un plan Merkel. La economía alemana se enfrenta a un aluvión de problemas cuyo impacto se sentirá muy, pero que muy pronto. Cuando se produzca este impacto, ni la canciller alemana, por mucho que la importe su legado, se atreverá a decirle al Bundestag que Alemania deberá financiar un Plan Marshall europeo que lleva el nombre de Plan Merkel en su honor.

El primero de los problemas inminentes que la acechan es la prevista disminución de la demanda china de bienes de capital de Alemania. Como la inversión china va disminuyendo, debido sencillamente al hecho de que su nivel actual es insostenible dado el nivel de la demanda efectiva de la producción de China, la capacidad de Alemania para reemplazar la caída de la demanda de la zona euro (principalmente Italia y España), unida a la demanda adicional de China, se reducirá notablemente.

También se encontrará con una crisis en la elaboración de cerveza debido al crecimiento del ya alto coste de la energía, el “combustible” necesario para la industria pesada de una Alemania orientada a la exportación. En Texas, donde ahora vivo y trabajo, las empresas alemanas BASF (por ejemplo) están construyendo nuevas instalaciones de producción gigantescas en detrimento de la inversión en Alemania. A medida que aumenta la diferencia de precios de la energía entre Alemania y EE.UU, así como entre Alemania y el resto de Europa, la economía alemana sentirá en mayor media el impacto de la crisis.

El tercer mandato de Merkel también se verá afectado por una reacción política a la que resultará bastante difícil hacer frente, incluso sin plan Merkel para Europa. La demografía del país está poniendo en tensión el sistema hospitalario alemán, así como el de las pensiones y la seguridad social. Mientras tanto, las crecientes masas de alemanes que viven en la pobreza y del trabajo sin futuro de los desalentadores microjobs, es poco probable que miren con buenos ojos un plan Merkel de ayuda masiva a los países que la prensa germana y la casta política alemana, incluyendo a los colegas de Merkel, han estado pintando desde hace años como derrochadores cargados de deudas, indignos socios de la eurozona.

Tercer dilema del mandato de Merkel

Es cierto que Alemania no puede permitirse el lujo de reparar los desastres de la crisis del euro, por tanto, ¿qué puede hacer Merkel durante su tercer mandato para evitar la desintegración de la zona euro y el desmantelamiento efectivo de la Unión Europea que seguiría con toda seguridad?

Si bien parece claro que a Merkel le encantaría no hacer nada más (es decir, continuar con la eficacia probada de la política de aplazarlo todo y fingir que se hace), sabe que tarde o temprano la pasividad tendrá sus consecuencias: la integridad de la zona euro quedará hecha añicos bajo la presión de las placas tectónicas que están cambiando bajo la superficie.

Una opción que se está contemplando por parte de Merkel y sus colegas es “amputar y acuñar”: es decir, volver a la idea de una unión monetaria pequeña, expulsar a países como Grecia y Portugal y acuñar la cantidad de euros suficientes para inundar de liquidez los restantes mercados de capitales de la zona euro. Este es un juego peligroso que, como Merkel sabe muy bien, causaría la muerte del eje franco-alemán en el proceso de ir amputando uno por uno los estados miembros de la eurozona, que no puede terminar sin forzar a Francia a salir también. Y en la medida que el eje franco-alemán es sobre el que ha estado girando la Unión Europea desde que nació como comunidad del carbón y del acero, Europa tal como hoy la conocemos quedará girando fuera de control.

Pero hay una segunda opción, propuesta por Stuart Holland, JK Galbraith y yo. Nosotros la denominamos una “modesta propuesta para resolver la crisis del euro” y creemos que ofrece a Merkel soluciones inmediatas y factibles dentro de los tratados europeos actuales, y por encima de todo, sin necesidad de que el contribuyente alemán tenga que financiar el alivio de la deuda o la falta de inversión en la periferia. La idea es implementar las instituciones existentes sin que sea necesario ninguno de los movimientos a los que se oponen muchos europeos, como las garantías nacionales, las transferencias fiscales y el engorroso cambio de los tratados, que muchos europeos podrían rechazar de todos modos. Tomadas en conjunto, estas cuatro propuestas políticas equivalen no solo a un plan Merkel-Marshall, sino a un nuevo contrato europeo. Al igual que su antecesor estadounidense, produciría avances decisivos en cuestión de meses, a través de medidas que están totalmente dentro del marco constitucional al que se ha comprometido el gobierno alemán.

1. El Programa de la banca caso por caso podría puentear el impasse de la Unión Bancaria a cambio de europeizar secuencialmente los bancos con problemas actualmente bajo jurisdicción de los estados miembros fiscalmente muy tensados. Uno a uno, los bancos periféricos con problemas caerían en el regazo del Mecanismo Europeo de Estabilidad, que en asociación con el Banco Central Europeo, supervisaría su recapitalización, la resolución o fusión, antes de volver a venderlos al sector privado. De este modo, la deuda soberana bajo el ataque de la especulación, no solo puede desligarse de la recapitalización bancaria con rapidez, sino también de forma secuencial, lo que permite que se efectúe una unión bancaria perfecta cuando Europa esté realmente preparada para un mecanismo común de resolución que incluya a todos los bancos. Y cuando termine este proceso y los bancos hayan sido saneados, el Mecanismo Europeo de Estabilidad vendería sus acciones a los bancos limpios recuperando el coste (muy probablemente con intereses) y el capital que los contribuyentes europeos han puesto en el proceso de saneamiento de su (ahora unificado) sector bancario.

2. Un Programa Limitado de Conversión de Deuda, con el BCE, un sencillo programa comprensible para cualquier estado miembro que opte por participar en el mismo. Lo esencial de esto sería que el Banco Central pagase, en vez de comprar, una parte de cada bono del gobierno con el vencimiento correspondiente de la deuda pública del estado miembro que permita tener bajo el Tratado de la fundación de la zona euro, conocido como Maastricht (su deuda Compatible con el Tratado de Maastricht, o MCD en adelante). Para financiar estos pagos (o salidas), el BCE emitiría sus propios bonos (bonos BCE) en su propio nombre, garantizados únicamente por el BCE, pero devueltos en su totalidad, por los estados miembros (a favor de los cuales los haya emitido el BCE). Esta es la forma: al emitir los bonos el BCE, este abriría al mismo tiempo una cuenta de débito por cada estado miembro participante en el que este último está obligado legalmente a hacer depósitos (para cubrir los cupones y el principal de los bonos del BCE). ¿Y quién va a estar detrás de los bonos del tesoro del BCE en el caso de que un estado miembro resulte moroso? En primer lugar, las cuentas de débito del BCE de cada estado miembro gozarían de lo que se conoce como estatus de súper antigüedad vis a vis con todas sus demás deudas (es decir obtendrá la devolución la primera vez por los Estados miembros si este último no puede pagar todas sus deudas a todos sus acreedores). En segundo lugar, el Mecanismo Europeo de Estabilidad aseguraría contra un impago importante los pagos por parte de cada estado miembro participante con su cuenta de débito del BCE. En resumen, los estados miembros podrían disfrutar de reducciones de la tasa de interés a gran escala (al haber refinanciado su MCD a tarifas bajas garantizadas por el BCE), sin costo ni para el BCE ni para…Alemania… En lugar de monetarizar la deuda o de que los contribuyentes alemanes paguen las deudas de otras naciones, el BCE habrá jugado el papel de intermediario entre los estados miembros y los mercados monetarios, asegurados por la ESM. Además, las emisiones de bonos del BCE contribuirían a crear un gran mercado de liquidez necesaria para el rol que desempeñará Europa, que avanzaría en la dirección de situar al euro como moneda de reserva.

3. Una recuperación impulsada por las inversiones y el Programa de Convergencia para contribuir a que el ahorro europeo ocioso se desplace a las inversiones productivas y, en general, para reciclar los excedentes globales en inversiones que aumenten la productividad en los países de Europa que más lo necesiten. Para hacer esto a un nivel que sea comparable al New Deal de Franklin Delano Roosvelt de 1933-1937, todas las necesidades de Europa se encomiendan al Banco Europeo de Inversiones (BEI). Para administrar un programa de este tipo de inversión se utiliza su capacidad de larga data para emitir sus propios bonos BEI (con lo que se movilizarían los ahorros ociosos para fines de inversión) con los que cubrir el 50% de un programa masivo de inversión paneuropeo, mientras que el BCE avala, en beneficio de la eurozona, el 50% restante de las inversiones del BEI. Esa es la forma de inyectar las inversiones en la zona euro en crisis sin pedir a los contribuyentes alemanes que paguen la factura.

4. Un Programa de Solidaridad Social de Emergencia para atender las necesidades humanas básicas provocadas por la crisis, financiado por los fondos que actualmente se acumulan en las entrañas del sistema de los bancos centrales de Europa, generando a partir de las mismas las asimetrías que ayudaron a provocar la crisis y no dejan que se cierre.

Cuatro iniciativas políticas para hacer frente a cuatro crisis entrelazadas de Europa, cada una relacionada con instituciones ya existentes, por lo que no requieren cambios en el Tratado ni que Alemania garantice la deuda de otras naciones. Sin estímulos financieros, ni monetarización del Banco Central, de hecho ninguno de los compromisos de la “familia” de Europa, para lo que Alemania en particular no está preparada. Si Merkel está seriamente interesada en su legado, debería adoptar la propuesta mencionada. Esto convertiría su tercer mandato en sinónimo de la reparación general que necesita desesperadamente la zona euro, sin hipotecar el futuro del PIB de Alemania, ni tener que comprometerse a una especie de opresivo “matrimonio” federal, que ni los franceses ni los alemanes desean. Todo lo que se necesita es una reasignación racional de las instituciones europeas existentes. Ahora lo único que falta es la voluntad. “¿Pero por qué?”, le oigo preguntar.

La triste respuesta radica en el ámbito político. La tragedia de Europa es que los que tienen el poder para rediseñarla y hacerle una reparación general, el Eurosistema, es decir la señora Merkel durante su tercer mandato, puede llegar a perder gran parte de su poder de negociación dentro de la zona euro si lo hacen. Dicho de forma sucinta, si la señora Merkel usa su poder para arreglar la zona euro de acuerdo con las líneas mencionadas anteriormente, perdería el exorbitante poder de la Cancillería alemana (dentro del Consejo de Europa) para dictar su política al resto de los países europeos. Por lo tanto, ella no parece dispuesta a usar su tercer mandato, con el resultado de que la perfectamente salvable eurozona se está desmoronando a nuestro alrededor, con un inmenso coste humano y en beneficio de los matones de Aurora Dorada.


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* Yanis Varoufakis es doctorado en economía por la Universidad de Essex.

Fuente: http://yanisvaroufakis.eu/2013/09/28/what-merkels-third-term-means-for-europe/

 


 

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