Los
EEUU dicen que aman la democracia… excepto en Venezuela
Por Mark Weisbrot*
Traducción de
Enrique Prudencio
para
Zonaizquierda.org
Artículo publicado por Counterpunch.
El 30 de mayo Dan Rather, uno de los periodistas más famosos de EE. UU., anunció
que el presidente venezolano Hugo Chávez iba a morir “en un par de
meses como mucho”. Cuatro meses después, Chávez no sólo está vivo y en
campaña electoral, sino con las mayores expectativas de ser reelegido el
domingo. Tal es el grado de tergiversación cuando se trata de Venezuela,
probablemente el país sobre el que más se miente en el mundo, y del que
un periodista puede decir casi de todo sobre Chávez o su gobierno sin
que le reporte ningún problema, siempre que lo que diga sea negativo
para el país o su presidente. Peor aún, Rather se refiere a Chávez como
“el dictador”, un término que pocos científicos políticos que conozcan
el país tolerarían, por no decir ninguno.
Esto es lo que dijo
Jimmy Carter sobre la “dictadura” de Venezuela hace unas semanas: “de
hecho, desde las elecciones de 1992, de las que hicimos un exhaustivo
seguimiento, yo diría que el proceso electoral de Venezuela es el mejor
del mundo”.
Carter ganó el
Premio Nobel por su trabajo en el centro de monitorización electoral que
lleva su nombre, ha sido observador y ha certificado el proceso de las
anteriores elecciones venezolanas. Pero debido al empeño de Washington
de deslegitimar al gobierno de Venezuela su punto de vista solo se hace
público en raras ocasiones. Sus últimos comentarios fueron ignorados por
casi todos los medios de comunicación norteamericanos.
En Venezuela, los
votantes tocan la pantalla táctil de un ordenador para emitir el voto y
a continuación reciben un justificante que ellos mismos verifican y
depositan en una urna. La mayoría de los votos registrados en papel son
cruzados con el registro electrónico del ordenador. Este sistema hace
que el fraude electoral resulte prácticamente imposible: robar el voto
requeriría hackear el ordenador y después rellenar la urna con las
papeletas para que cuadraran con la trampa realizada en el sistema
informático.
Al contrario de lo
que se hace en Estados Unidos, donde con voto cerrado no tenemos ni idea
de quien ha ganado (recuerden las elecciones en las que participa Bush
frente a Gore en 2000), los venezolanos en cambio pueden estar seguros
de que cada uno de sus votos se cuenta. E igualmente al contrario que en
Estados Unidos, donde al menos 90 millones de ciudadanos con derecho a
voto no votarán en noviembre, el gobierno de Venezuela ha hecho todo lo
posible para incrementar el número de votantes registrados y su
participación, que actualmente llega al 97%.
Sin embargo, la
política internacional norteamericano (que incluye a la mayoría del
aparato de propaganda norteamericano y occidental) hierve con
despectivas descalificaciones al proceso democrático de Venezuela. En un
reportaje publicado en vísperas de las elecciones venezolanas, el
llamado “Comité de Protección de los Periodistas” dice que el gobierno
de Venezuela controla un “imperio mediático”, ocultando a sus lectores
que la televisión del Estado Venezolano cuenta solo con una cuota de
pantalla de entre el 5 y el 8% de la audiencia televisiva total del
país. Es cierto que Chávez puede interrumpir la programación normal para
emitir sus discursos (bajo una ley promulgada mucho antes de que Chávez
llegara por primera vez al Gobierno) y suele hacerlo regularmente. Pero
la mayor parte de los medios de comunicación se encuentra en poder de la
oposición, incluyendo radio y prensa escrita, por no mencionar la mayor
parte de la riqueza y los ingresos del país.
Lo más probable es
que la oposición pierda estas elecciones no por las ventajas inherentes
a quienes están en el gobierno, de cuyas ventajas por otra parte se hace
un uso abusivo en todo el hemisferio, incluidos los Estados Unidos. Si
la oposición pierde será porque la mayoría de los venezolanos ha
mejorado espectacularmente su nivel de vida con el gobierno de Chávez.
Desde 2004, cuando el gobierno obtuvo el control de la industria
petrolera y la economía se recuperó de los devastadores e ilegítimos
intentos de derrocamiento del gobierno (incluyendo el golpe militar de
2002 apoyado por Estados Unidos y la huelga petrolera de 2002-2003), la
pobreza se ha reducido a la mitad, la extrema pobreza el 70%, y todas
las medidas para conseguirlo han sido financiadas con ingresos en
efectivo. Millones de venezolanos han accedido a la sanidad pública por
primera vez, y las matrículas universitarias se han duplicado, siendo
gratuitas para una gran cantidad de estudiantes. Las desigualdades
también se han reducido considerablemente. Por el contrario, las dos
décadas que precedieron a Chávez representaron uno de los peores
fracasos económicos de Latinoamérica, con una bajada de ingresos por
persona del 14% entre 1980 y 1998.
En Washington la
democracia tiene una definición muy simple: ¿hace un gobierno lo que el
Departamento de Estado quiere que haga? Y por supuesto, aquí la idea de
que los políticos hagan durante su mandato lo que han prometido a los
votantes en campaña electoral, resulta también un concepto desconocido.
Así que no es solo Venezuela la que con regularidad se encuentra bajo el
fuego de la potente artillería de todo el aparato de Washington. Toda la
izquierda y los gobiernos de América del Sur que se han ido emancipando
de la tutela imperialista, como Argentina, Ecuador y Bolivia se
encuentran en la línea de fuego (aunque a Brasil se le considera
demasiado grande para darle el mismo tratamiento, excepto por parte la
extrema derecha). Pero el Departamento de Estado trata de mantener el
ojo sobre el dinero: Venezuela está sentada sobre 500 mil millones de
barriles de petróleo y no respeta la política exterior de Washington.
Eso es lo que la convierte en el enemigo público número uno y por lo que
está condenada a sufrir el peor maltrato de los medios de comunicación
norteamericanos y occidentales en gneral.
Pero Venezuela es
parte de una “primavera latinoamericana” que ha producido el grupo de
gobiernos más democrático, progresista e independiente que nunca haya
tenido esta región. Trabajan juntos y Venezuela cuenta con un sólido
apoyo entre sus vecinos. Lo decía Lula da Silva el mes pasado: “Una
victoria de Chávez (en las próximas elecciones) no es solo una victoria
del pueblo de Venezuela, sino de todo el pueblo Latinoamericano…” y esta
victoria representa otro golpe para el imperialismo. El apoyo de América
Latina a Venezuela es la mejor garantía contra los continuos intentos de
Washington, que sigue gastando millones de dólares– además de los fondos
“encubiertos”- para socavar, deslegitimar y desestabilizar la democracia
en Venezuela.
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Mark Weisbrot es economista y co-director del Centro de Investigaciones
Económicas y Políticas.
Es Co-autor, con Dean Baker, de Social Security: the Phony Crisis.
Fuente:
http://www.counterpunch.org/2012/10/04/america-likes-democracy-except-in-venezuela/