Ella y
las golondrinas
Por Liliana Pineda
De vez en cuando la
percibíamos como una sombra tras los cristales de su ventana, al otro
lado de la calle de Valverde -aquella que inmortalizó Max Aub en una
novela que reconstruye la vida de Madrid en los años veinte-. Ocultas
tras las cortinas, a una hora temprana de la mañana, veíamos cómo
acudían decenas de golondrinas a su balcón, donde ella todos los días
les ofrecía comida incluso agua, pues habían clausurado las fuentes.
Algunas veces ella las animaba a trinar con hábiles silbidos, y entonces
las aves armaban tal algarabía que más parecía que celebraran un
reencuentro con mucha jarana y regocijo. Siempre era agradable escuchar
sus trinos, más aún durante los largos días de confinamiento que impuso
la pandemia. Pero una tarde observamos un fenómeno extraño al otro lado
de la calle… Habían concurrido tantas aves a una hora inusual que se las
veía a unas, apelotonadas sobre la reja del balcón, y a otras se las
adivinaba dando saltitos dentro de la casa. Fue tal la curiosidad que
despertó en nuestra calle ese comportamiento pajaril, que decidimos
llamar a las autoridades por si le hubiese pasado algo a ella.
Efectivamente, la encontraron inconsciente y medio muerta. Una corte de
golondrinas siguió a la ambulancia en que se la llevaron. No volvimos a
vislumbrar su sombra, ni tampoco a escuchar el canto de sus amigas en
primavera, pero de vez en cuando las vemos posarse tímidamente en su
balcón, como a la espera…
2020/06/03
Este relato fue publicado originalmente en https://clasicasymodernas.org/hasta-la-corona-del-virus-microrrelatos-ii/
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