En primera línea
Por: Helena Palacios Orozco
Texto publicado originalmente en
http://consorciociudadano.org/en-primera-linea/
Pareciera que en Colombia la irracionalidad ha alcanzado una
dimensión insospechada. So pretexto de la libertad de
expresión y al amparo del descontento y las marchas
legítimas, personajes enquistados en sindicatos, autoridades
locales, partidos políticos e incendiarios, han dado con la
solución a los problemas sociales, matar lentamente al
enfermo. El enfermo es el país convaleciente de una
pandemia, que cuando empezaba a despertar le quitaron el
oxígeno.
Han desconectado la circulación de la economía y a los
ciudadanos de su trabajo, alimentación y salud. Los bloqueos
a las vías y arterias ojalá con ayuda de explosivos logra
tal cometido. Si acaso cuando se les ruegue y suplique a los
muchachos encargados, dejan un hilo de aire para que pase
uno que otro automotor o una ambulancia, que no le tocó en
suerte a la señora infartada o a los bebés que iban a morir
de todos modos, como lo dijo la vocera de un partido
político.
Esa invención de los derechos humanos, del derecho
internacional humanitario y de la ley, no aplica en la
suprema locura, o mejor dicho, en el imperio de la
ignorancia y la indolencia. De paso se tiran los objetivos
de las protestas sociales pacíficas de los jóvenes. Muchos
de buena fe creen que van a lograrlo gracias al tratamiento
aplicado al enfermo, apoyado por fuerzas oscuras que van por
otros intereses. Si no es así, que bueno sería que los
jóvenes que protestan también alzaran su voz para exigir que
salgan del escenario quienes por acción u omisión
contribuyen al empobrecimiento del país y sus gentes, y en
cambio, les dejen actuar libremente.
Ser activistas para el logro de reivindicaciones sociales
conlleva también responsabilidades y estrategias creativas
para mantener su autonomía y vocería. Los denominados
indignados han logrado más con un esfuerzo de largo aliento,
sin influjos tóxicos y por voluntad exclusiva de los
jóvenes. A 10 años del movimiento juvenil del 15-M (15 de
mayo de 2011) en Madrid, España, se le recuerda como una
protesta pacífica ejemplar en plazas repletas de jóvenes con
sus convicciones y la razón como única arma en busca de
cambios sociales. Evitaron respuestas violentas los jóvenes,
la policía y el gobierno de entonces, por lo que no hubo
pérdida de vidas. Es también cierto que se trataba de una
sociedad con una condición social y geopolítica diferente a
la nuestra, y un mayor grado de civilización y respeto.
Cuando los ruegos de parar la destrucción y atentados contra
la vida no se escuchan y solo impera la intransigencia, no
queda más que la esperanza de que se recupere la sensatez y
que comprendamos la naturaleza de cada una de las fuerzas
que nos ha movido el piso. Hay analistas concienzudos con
interesantes miradas y propuestas. Se espera que por su
parte, las autoridades y organizaciones nacionales e
internacionales sean eficaces tanto para reconocer la
legitimad de quienes marcharon pacíficamente, como para
comprobar cuáles son las manos delincuenciales que financian
y ordenan los bloqueos con tal sistematicidad en puntos
álgidos. Con la sensatez se entenderá que los derechos
humanos de los ciudadanos deben estar en primera línea,
antes que el supuesto “derecho” a bloquear vías de quienes
se prestan para ello.
Así no parezca pertinente en estos momentos, hay que sumar
otras formas de lidiar y sobrevivir con una realidad tan
difícil. No es osado decir que la cultura puede contribuir a
mediar en los conflictos para apaciguar las aguas y mirar
más allá. Las manifestaciones culturales, la música, la
literatura o el teatro, nos involucran de manera lúdica en
crisis recientes o pasadas. La imaginación a través de la
ficción crea verdades artísticas que generan sentido frente
a situaciones complejas de la existencia. De ahí que se
valen los acompañamientos musicales o representaciones
artísticas sobre las plazas públicas en manifestaciones
pacíficas.
Precisamente, con ocasión del movimiento juvenil del 15-M
surgieron obras divertidas de gran factura que llegaron al
público haciéndole partícipe de las reclamaciones sociales
que inspiraron a indignados y activistas. Obras como la
Ópera bufa en tiempos de crisis, El crepúsculo del ladrillo,
con la Solfónica y un grupo de teatro, es inspiradora y
amena independientemente de cuál sea la posición política
del espectador, por lo que atrajo una gran cantidad de
público. Hubo también teatros de marionetas como “Los
Econoñecos”, “Aguañecas” y “Entremeses de una época oscura”.
Son las del teatro expresiones que pueden responder bien a
fenómenos sociales para entender su dimensión y las
posiciones de otros.
Puede que en el teatro de los acontecimientos algún día se
aprecien todas la verdades hoy esquivas. Ahí están entre
otras, las desigualdades sociales, las manos criminales, los
pescadores en río revuelto y las mayorías silenciosas que
marchan y claman para que los bloqueos no sigan matando
inocentes ni conduciendo al país a la miseria. Difícil para
un libretista abarcar el drama actual del país. Pero es
bueno soñar que pronto se articularán soluciones de fondo y
verdades teatrales “reflejo y caricatura de una época
oscura” del pasado en la que parecía haberse perdido el
norte.
2021/05/28
Referencias:
https://elcrepusculodelladrillo.wordpress.com/2013/10/05/todos-los-videos-3/
Foto: Twitter (@76jCameron).