12 DE OCTUBRE

 

Por Liliana Pineda

 

Para bien o para mal, soy hija de aquellas conquistas y aquellos vencimientos, de aquellas sombras que desviaron su rumbo y perdieron sus dioses, sus árboles y sus bestias, su futuro imaginado y sus propios abismos. Soy hija de aquel fuego, de aquella catástrofe, de aquella violación, de aquel abuso que se impuso en las lenguas, en los andares y en los vientres. Soy hija de aquel liberto, de aquel aventurero, de aquel desencantado que traspasó los límites de la Tierra plana de los mapas antiguos pensando que encontraría El Dorado, pero sólo halló lagos de sangre vertida por sus adelantados, su propia sangre... Me acuerdo de todo ello y siento en mí la rebeldía de las sombras perdidas, de quienes no se hallaron al martirio, ni a la destrucción de sus tierras y sus cielos, pero en cambio la ven, la huelen y la sufren: en el silencio de los pájaros y los insectos, en los colores del agua, en su sabor, en las cenizas y en el fango avinagrado del mercurio que corre venenoso por las cordilleras hasta llegar al río, al océano Pacífico. También siento la nostalgia de los que no fueron o no volvieron; de los que no disfrutaron de los cantos indígenas, ni de sus bailes, ni de sus saberes y sus miedos, ni de sus aciertos, ni de sus lamentos. Aquellos que nada trajeron y nada se llevaron: ni el maná de las selvas, ni el oro de las tumbas, ni los tubérculos para calmar la hambruna, ni los frutos de la pasión... Para bien o para mal, soy hija de todo eso y todo lo recuerdo, todo lo recuerdo, pero no precisamente hoy.

 

2022/10/12

 

  

 

 

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