La
izquierda europea ha visto cómo el capitalismo puede volver a morder de
nuevo
Los socialdemócratas creían erróneamente que las mejoras que se habían
conseguido estaban aseguradas para siempre. En Grecia, la lección ha
sido bien aprendida por Syriza
Por:
Leo Pantitch, The Guardian
Ilustración:
O COLIS
Traducción de Enrique Prudencio para Zonaizquierda.org
Alexis Tsipras, líder del partido griego Syriza: “Syriza
es el partido de izquierda que ha logrado un gran éxito electoral al
rechazar el camino de la reforma y reclamar que ésta sea redefinida”.
Durante la mayor parte del siglo XX la palabra “reforma” estaba
comúnmente asociada a la obtención de la protección del Estado contra
los efectos caóticos de la competencia del mercado capitalista.
No se trata simplemente de una cuestión de apropiación del término por
los países de la UE y los organismos internacionales de crédito, que la
están utilizando ordenar el castigo contra las demandas de Grecia, por
ejemplo, para que se lleven a cabo mayores recortes en el empleo y los
servicios del sector público. Es además la forma en que la palabra se ha
introducido en el vocabulario de los partidos de centro izquierda que la
utilizan cada vez más. Así, el recién elegido líder del Partido
Demócrata de Italia (el sucesor del que fuera el partido comunista más
fuerte de Europa Occidental), Matteo Renzi, ha hecho un llamamiento para
que el gobierno sea aún más radical en la reducción del gasto público y
el cambio de las regulaciones para flexibilizar el mercado de trabajo y
atraer la inversión extranjera.
Haciéndose eco del número de países europeos que están ahora
“desmantelando frenéticamente toda protección laboral en un intento de
reducir el coste de la mano de obra”, un reciente artículo del New York
Times, encuentra las raíces de esto en los “esfuerzos para mejorar la
competitividad” que realizó el gobierno socialdemócrata de Alemania a
principios de los noventa. Aquello fue algo que erosionó profundamente
la protección del trabajador, lo que alimentó un auge de los salarios de
bajo coste, hasta llegar a los mini empleos de hoy, que ya representan
más de una quinta parte del empleo total en Alemania.
En la izquierda existe un viejo debate sobre reforma versus revolución,
que parece haberse vuelto obsoleto, no solo por las perspectivas y las
limitadas fuerzas que existen decididas a llevar a cabo un cambio
revolucionario. El significado actual de la palabra “reforma” contrasta
con la forma que se utilizaba por los socialdemócratas de Europa hace
aproximadamente un siglo. Estuvieran o no las reformas graduales que se
denominaban gradualismo destinas a la transformación social sin someter
a la sociedad a un cambio revolucionario, a lo que sí contribuían era a
promover la solidaridad social contra la economía de mercado.
Tal vez la mayor ilusión de los socialdemócratas del siglo XX fuese la
creencia de que una vez conseguidas las reformas estarían garantizadas
para siempre. Pero ahora podemos ver hasta que punto las viejas reformas
estaban sujetas a la erosión producida por la ampliación de la
competencia capitalista a escala global. La socialdemocracia ha quedado
en una posición tan débil por la lógica de la competitividad, que en
nuestro tiempo parece muy difícil que pueda considerarse asegurada la
protección social para los trabajadores en contra de los mercados sin
que el pueblo recurra a medidas adicionales, que serían vistas como
revolucionarias.
La idea de que resulta inaceptable cualquier cosa que se haga para
socavar la inversión privada, se ha convertido en un argumento muy
poderoso. Esto es lo que hace que los políticos socialdemócratas se
muestren tan timoratos en estos tiempos. Y no cabe duda de que para
sostener actualmente las reformas en el antiguo sentido progresivo de la
palabra, el gobierno tendría que imponer controles exhaustivos para
evitar la salida de capitales y probablemente necesitaría utilizar las
instituciones financieras con el fin de poder manejar los medios
indispensables para maniobrar.
Syriza en Grecia es el único partido de izquierda que ha logrado un gran
éxito electoral en plena crisis europea al rechazar el camino de las
reformas que imponía la TROIKA y conseguir que fuesen redefinidas. El
eje central de su programa político implica implantar “un sistema
bancario de propiedad pública para conseguir el control de la economía
mediante la transformación radical de su funcionamiento…” De hecho, lo
que hace que las élites europeas se sientan cómodas con Grecia en la
presidencia de turno de la UE durante los próximos seis meses, es que
una nueva crisis política que lleve a unas elecciones generales en
Grecia, ahora con Syriza actualmente encabezando las encuestas,
convertiría al presidente de Syriza en primer ministro de Grecia.
Lo que impresionó especialmente del programa político de la “reforma
radical” que Syriza aprobó en su congreso de julio pasado fue que
Tsipras concluyó con estas palabras: “El Estado con que nos encontramos
en la actualidad requiere algo más que un programa completo de reformas
democráticas, colectivamente acordadas. Requiere la creación y expresión
de la mayor cantidad posible de gente, militantes y catalizadores de
todos los movimientos sociales…Solo un movimiento de este tipo puede dar
lugar a un gobierno de la izquierda y sólo tal movimiento puede
salvaguardar el curso de ese gobierno”.
Sin embargo, los líderes del partido no pueden dejar de tener en cuenta
que a menos que se produzca un cambio en la correlación de fuerzas en
otros países que proporcione al gobierno de Syriza y el espacio para
poner en práctica reformas progresistas, el pueblo de Grecia sufriría
aún más al quedarse aislado y ser penalizado económicamente. Esta puede
ser sin duda la razón por la que, cuando Tsipras fue nominado el mes
pasado por el pequeño contingente de “extrema izquierda” de los partidos
del Parlamento Europeo para sustituir a José Manuel Durao Barroso en
mayo próximo como presidente de la Comisión Europea, hablara en términos
de “oportunidad histórica” por el hecho de que ahora exista una
alternativa de izquierda al actual “modelo capitalista europeo”.
Esto nos lleva de nuevo al otro lado del debate revolución frente a
reforma de hace un siglo, recordándonos lo que ocurrió cuando la
esperanza de que una revolución en la periferia de Europa encendiera la
mecha de las revoluciones en los países capitalistas más fuertes no se
cumplió”.
La izquierda se dedicó a vencerse a sí misma, a veces literalmente, con
debates sobre reforma o revolución, parlamentarismo versus
extraparlamentarismo, partido frente a movimiento, como si lo uno
descartara sistemáticamente a lo otro. La cuestión en el siglo XXI no es
reforma frente a revolución, sino más bien qué tipo de reformas, con qué
tipo de movimientos populares detrás de ellas que se dediquen al tipo de
movilizaciones que puedan inspirar acciones similares en otros lugares.
Y que puedan resultar lo bastante revolucionarios para resistir las
presiones del capitalismo.
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Fuente:
http://www.theguardian.com/commentisfree/2014/jan/12/europe-left-capitalism-social-democrats-reforms
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