La democracia en peligro: el auge de la autoridad ilegítima
Por Susan George*, ZSpace
Traducción: Enrique Prudencio para
Zonaizquierda.org
¿Qué es el gobierno ilegítimo? Desde finales
del siglo XVIII, el consenso occidental ha reivindicado como mínimo la
soberanía popular, las elecciones libres y justas y los derechos de los
ciudadanos jurídicamente vinculantes.
Las diferencias de grado siempre han existido y la batalla para ampliar
las libertades democráticas es interminable y no reconoce fronteras. La
gente ahora derroca a los tiranos en lugares inesperados, millones de
egipcios nos han recordado últimamente que el derecho a expulsar a un
líder electo que no cumple sus promesas ni honra sus obligaciones es
también parte del canon democrático.
La legitimidad exige sobre todo el consentimiento de los gobernados.
Esto a su vez significa que los gobernados deben tener la capacidad de
rechazar la autoridad ilegítima. Pero ¿y si no son capaces de detectar e
identificar la regla ilegítima en primer lugar? ¿Y si los órganos de
gobierno reales son entidades oscuras, conocidos sobre todo por los
iniciados, por la propia élite económica y social, que se abstienen
sigilosamente de dar a conocer sus actividades? ¿Cuál es el recurso de
los ciudadanos?
El conocimiento es el primer requisito y los medios de comunicación
resultan de poca ayuda en este aspecto. ¿Cuántos periodistas, y menos
aún personas comunes, han oído hablar de la Junta de Normas
Internacionales de Contabilidad? ¡Qué aburrido! ¿Quién quiere leer sobre
normas de contabilidad? Creada como un simple grupo asesor por la Unión
Europea, que necesita hacer frente a muchos sistemas contables dispares
de sus diferentes estados miembros, la IASB reunió a ejecutivos o
jubilados de las cuatro grandes firmas de contabilidad transnacionales.
Se hizo oficial en 2005 y, desde entonces, decenas de países, entre
ellos Australia han decidido aplicar sus reglas.
¿Por qué debería importarnos? Sencillamente porque el mundo nunca se
librará de los paraísos fiscales y siempre que la ISB sea capaz de
superar las tácticas del cerrojo para obtener los “informes país por
país” (sería el único sistema que podría obligar a las empresas
transnacionales –ETN– a pagar los impuestos de su actividad económica en
el lugar real en que dicha actividad se desarrolla). Gracias a los
“precios de transferencia” y a otras formas “legales” de evasión, las
empresas transnacionales están causando pérdidas de ingresos
incalculables a los Estados, que de ser recaudados, podrían mejorar la
suerte de sus pueblos. Y mientras que las grandes empresas contables
fijen las reglas por delegación de sus clientes, seguirán haciéndolo.
Actualmente están en vigor más de 3.000 Tratados Bilaterales de
Inversión (TBI, siglas en inglés) y la mayoría incluyen disposiciones de
“resolución de conflictos inversionista-Estado”. Esto permite a los
inversores –las ETN por definición– demandar a los gobiernos si creen
que sus ganancias actuales o incluso las esperadas se ven perjudicadas
por una medida gubernamental. Australia anunció sabiamente en 2011 que
ya no incluiría este tipo de cláusulas en los futuros tratados
comerciales de inversión, aunque demasiado tarde sin embargo para evitar
la demanda de Philip Morris por la legislación sobre el tabaco.
El mes pasado comenzaron las negociaciones del acuerdo de libre comercio
más importante jamás firmado. El TTIP o Sociedad Transatlántica de
Comercio e Inversiones, cuyas reglas para el cálculo del PIB se
aplicarán a la mitad de la economía mundial. El comercio anual de bienes
y servicios entre EE.UU. y Europa alcanzará un montante de un billón y
medio de dólares, pero hay poco que negociar sobre barreras directas
como aranceles aduaneros, ya que estos son de un promedio del 3%. Los
objetivos son, en cambio, la eliminación de BBB o “barreras de detrás de
las fronteras”, incluyendo regulaciones y servicios públicos, así como
la consecución de un absoluta libertad para los inversores TNC,
particularmente los de la cláusula inversor-Estado.
Los paneles de arbitraje extrajudiciales están reemplazando cada vez más
a los tribunales nacionales por lo que pueden saltarse las leyes de
protección al consumidor, a la salud pública y al medio ambiente
mientras que estas transnacionales obtienen beneficios megamillonarios,
con un volumen de negocios a veces superior al PIB del país al que se
demanda.
Pero en el caso de los miles de tratados bilaterales de inversión, son
los gobiernos los que negocian los TTIP, no? ¿Qué hay de ilegítimo al
respecto? En pocas palabras, las empresas transnacionales con sede en
los dos lados del Atlántico han estado desde la década de 1990
decidiendo todas las cuestiones de tuercas y tornillos con todo detalle,
sector por sector. Su lugar de trabajo fue la sede del Diálogo
Empresarial Transatlántico, recientemente transformado en Consejo
Económico Transatlántico. Su función se define como “reducción de las
regulaciones para potenciar el sector privado” y se denomina a sí mismo
“cuerpo político”. Su sitio web proclama con orgullo que esta es la
primera vez que “el sector privado tiene un papel oficial en las
decisiones de la política pública de la UE/EE.UU.”.
En 2012, los gobiernos se reunieron en Río de Janeiro para celebrar la
conferencia sobre medio ambiente de las Naciones Unidas “Río + 20”. El
representante de la Cámara Internacional de Comercio fue aplaudido
cuando anunció en “El Día de los Negocios” que “somos parte de la
delegación de negocios más grande que haya asistido nunca a una
conferencia de la ONU”, y añadió que “la empresa tiene que tomar la
iniciativa y estamos tomando la iniciativa”. Las empresas
transnacionales están exigiendo un papel formal en las negociaciones
climáticas de la ONU.
No es solo su tamaño, su enorme riqueza y los activos que poseen lo que
hace que las transnacionales sean peligrosas para la democracia. Como
solía decir el profesor Ted Wheelwright, también es su concentración, su
capacidad de influencia, de infiltrarse literalmente en los gobiernos y
su capacidad de defender sus intereses como una auténtica clase social
internacional.
Intercambiables, internacionales, individualmente ricos, nómadas, con
atributos comunes, hablando un lenguaje común y compartiendo una
ideología común, esta es la gente que manda no solo en los negocios,
sino también en el gobierno, es el gobierno de la clase Davos. Los
ciudadanos que valoran la democracia no deberían ignorar que representa
un gran peligro.
______________
*Susan George es una socióloga reconocida internacionalmente y Presidenta
del Instituto Transnacional con sede en Amsterdam. Su último libro se
titula ¿La crisis de quién? ¿El futuro de quién?
Fuente:
http://www.zcommunications.org/contents/195110
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